Ayer miles de españoles aplaudían a las ocho de la tarde por su Rey. Un Rey de un país llamado España, pero que si nadie lo remedia va camino de desaparecer en un variopinto grupo de pequeños países cuyo antecedente no es otro que el actual Estado de las Autonomías.
Hoy cada territorio español, cada una de sus comunidades autónomas, actúa de forma singular, sin intentar un mínimo consenso con nadie. Si eso fuera poco, se encuentran con un Gobierno que fomenta la división y las diferencias.
Sabe que cuanto mayor sea la división, más fácil va a poder conseguir sus propósitos. Como, por ejemplo, la desaparición del sistema actual de Gobierno, la Monarquía parlamentaria o la llegada de un sistema donde el control del gobierno de cualquier actividad sea el día a día.
Oposición efectiva, apenas hay, con una oposición acomplejada, que va a rebufo del Gobierno. Urge el cambio, menos «buenismo» y más acción. España se pierde.