Según el adagio popular: ¡La esperanza es lo último que se pierde! Pero no la podemos perder por ningún motivo ni razón, porque tenemos un kilo y medio de sustancia gris, que es nuestro cerebro, con el que podemos hacer lo que queramos…, pero ¡hay que querer, querer! Es un sentimiento interior, «es el sueño del hombre despierto» (Aristóteles) que insiste, a pesar de que todo lo que nos rodea indique lo contrario, y a eso llamamos esperanza.
La esperanza es una fortaleza muy unida al optimismo, que supone que nuestra vida tiene aspectos positivos y negativos, y no podemos ignorarlos. Pero sí podemos adquirir herramientas, que nos ayuden a convivir con ellos, aceptándolos y no eludiéndolos. Aunque no debe convertirse en un enemigo, culpándonos por no haber hecho todo lo necesario para mantener la esperanza, como si estuviéramos equivocados en todo lo que hacemos… «La esperanza no se pierde», significa que es bueno y necesario mantener una actitud positiva en la vida, tal y como se nos presenta.
Pero no la interpretes como una obligación, acabará convirtiéndose en una frustración, sobre todo cuando nos obsesionamos por conseguir -quizás-, aquello que no nos conviene o es imposible porque no todo está en nuestras manos y en nuestro esfuerzo… ¡Entraríamos en un perfeccionismo idealista muy destructivo!
El confinamiento, ha sido una experiencia desagradable, ya que nos ha apartado de nuestros seres queridos, percibimos una pérdida de libertad, cierta incertidumbre sobre la epidemia que nos genera ansiedad, aburrimiento y muchas dudas, que sin darnos cuenta dramatizamos y «nos comemos la cabeza» por esa herencia recibida de la Evolución: Cuya memoria nos hace sesgos distorsionados y tendemos a verlo todo negativo…, y nos quedamos inertes dando vueltas a nuestras miserias, que son mucho más fuertes en nuestra cabeza, que en la realidad; pues a pesar de todo lo que digo, somos privilegiados de haber vivido una cuarentena cómoda, con víveres y con todas las necesidades cubiertas: «Lo que perturba al hombre no son los acontecimientos, sino la interpretación que hacemos de ellos» (Epicteto año 55 d.C.) Es una verdad, que nos viene de maravilla, pues nuestro cerebro no nos ayuda en demasía a interpretar las cosas en positivo, «ponemos el automático» y todo lo que nos viene lo aceptamos como bueno y positivo como si lo fuera y no lo es: ¡Son exageraciones, distorsiones de una realidad que no la interpretamos a nuestro favor, y nos hace mucho daño del real, alimentando una pérdida constante de la esperanza!
Esta carga que llevamos dentro, interiorizada con angustia y ansiedad, temores, dudas, y con un futuro a corto plazo algo sombrío lleno de miedo; nos hace dudar y «no esperar», que acampe más pronto que tarde. Por eso no podemos perder la esperanza, que perderla tiene visos de desilusión, depresión, ideación de suicidio en muchos casos… ¡No juegue a ese juego tan tóxico, intente cambiar de pensamiento con tranquilidad, no vivas en automático, sé tú quien domine tu cerebro! Porque realmente esos pensamientos son de desesperanza y dependen mucho de cada uno de nosotros. No, por favor, no me diga que «haga lo que haga nada va a cambiar»; no es cierto, tienes alternativas continuas y constantes, solo hay que verlas y aceptarlas -las buenas y las menos buenas-, y esa es una actitud, que depende mucho de nosotros mismos. La muerte, ya sabes, es el fin de toda alternativa, y tú estás vivo, a pesar de esos sentimientos de desilusión, incertidumbre, miedo y de un futuro a corto plazo extraño, oscuro y con más dudas que certezas, pero sigues vivo…
¿Qué hago pues, si me viene la desesperanza? No la pierdas, ya sabes que nuestro futuro inmediato va a ser duro y lento, no es fácil de rumiar este concepto social, personal y económico; pero será mucho más aciago si yo me dejo llevar por la desesperanza y pierdo la motivación de seguir luchando e intentando conseguir mis metas, aunque sean más a largo plazo y con alguna dificultad añadida, fruto de ese «contagio» producido por el coronavirus. No dejes los amigos, sea real o virtualmente, son terapias útiles y prácticas; haz ejercicio sistemático tres veces en semana, introduce un pensamiento positivo, que te motive y te centre en tu futuro próximo y lejano. Intenta no añadir a la crisis económica y de salud otra crisis de salud mental, y esto depende en gran medida de ti, de tener esperanza; ¡esperanza eres tú!
Dr. Emilio Garrido Landívar , Catedrático de Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos (CEU)