La vuelta del verano nos ha traído de nuevo el baile de máscaras de los partidos políticos y sus maniobras. Desde Marzo están siguiendo un guión muy evidente, y esforzándose porque no lo parezca.
Hay cosas inevitables. Va a haber presupuestos, del tipo que Bruselas puede aprobar. Y no los puede haber con Podemos, porque el programa de los populistas es incompatible con cualquier mayoría ortodoxa. Así que hay que escenificar que Podemos no firma.
Pero al mismo tiempo, los partidos ortodoxos no quieren apoyar un gobierno de Sánchez, y a él no le sacan de la Moncloa ni los que desenterraron a Franco. Así que no va a haber “gran coalición” ni cambio de alianzas.
Todo esto se combina con la época que vivimos, en la que la política tiene más que ver con historias contadas que con hechos realizados, y ya tenemos la confusión organizada.
La “banda” de populistas y nacionalistas que arropó a Sánchez en su investidura se está rasgando las vestiduras como plañideras ante sus nuevas compañías (salvo Bildu, que no se molesta en disimular). Con una mano cobran transferencias y presupuestos mientras con la otra claman al cielo. O dicho de otro modo: escenifican que se apartan visiblemente del gobierno, sin derribarlo, porque el gobierno les sigue compensando. Por lo que pueda pasar.
La oposición se felicita efusivamente por haber alejado a los populistas y los nacionalistas de la mesa (haciendo como que no ven lo que pasa de verdad) y saca pecho, preparándose para intentar construir unos presupuestos viables mientras navegan la serie de conflictos coreografiados con los que el PSOE deja claro ante su parroquia que ellos están aquí para defender lo público y lo solidario, y que cualquier recorte no es culpa suya.
Si consiguen no tropezarse mientras bailan, el presupuesto será aprobado (y aplaudido) pero no resolverá ninguno de los problemas de fondo. Y luego será ejecutado por un gobierno compuesto en su gran mayoría por personas no cualificadas para ello, incluyendo los populistas de Podemos. Cualquier relación entre lo que digan las cuentas y lo que se ejecute tendrá más que ver con los controles de Bruselas que con la voluntad de los responsables. Y todos los implicados se dedicarán a reclamar el mérito y desviar el descontento que se genere.
Según este guión, antes o después (más pronto que tarde, si la vacuna llega pronto y los procesos judiciales acompañan: pongamos en un año) Sánchez juzgará que ya ha neutralizado suficientemente a Podemos y convocará elecciones para capitalizar su gran gestión de la pandemia y de la crisis. Para entonces, Vox se habrá quedado sin voz clamando en el desierto, Cs habrá desaparecido de las noticias (y quizá del mapa) por su incapacidad para diferenciarse, el PP habrá acumulado la visibilidad, y los nacionalistas se habrán hecho aún más fuertes en sus feudos y sus administraciones. La batalla volverá a ser cosa de los dos de siempre, con los mercenarios (nacionalistas y grandes medios) apoyando a un señor u otro en función de la subasta.
Este es el guión que nos han preparado. Salirse de él no va a resultarle fácil a nadie. Incluso si Podemos da la espantada, nada cambia. Lo único que puede romperlo es la incapacidad de los bailarines de llegar a un acuerdo a tiempo (y tienen demasiado que perder) o un desastre de ejecución de tal magnitud que sea indisimulable (lo que es difícil de lograr con las tragaderas que tenemos).
Igual es que me he levantado pesimista. Avísenme si se les ocurre otra solución.
Miguel Cornejo, es economista.