Hace unas cuantas semanas, en una exposición sobre “El Trabajo Social y la contingencia del COVID-19”[1], y en un artículo anterior [2] en este interesante espacio, me pareció oportuno afirmar que esta coyuntura (el impacto global del coronavirus y la medida de cuarentena) podía corresponderse a un hito. Por hito se entiende a un suceso significativo, un punto de inflexión que afecta singularmente el curso de la historia, y cuyos efectos trascienden en el tiempo. Efectos sociales, políticos y económicos.
Si se indaga en el pasado, encontramos que ha habido numerosos sucesos que respondían a esta idea de hito. Algunos dignos de mencionar son las revoluciones políticas, la Revolución Industrial, las guerras mundiales, por tratarse de las más significativas. El punto común de todos estos hitos radica en que arrastraron procesos, reconfiguraciones, en lo político-económico, con un correspondiente impacto social.
Robert Castel se plantea cómo a partir de la revolución industrial se produjo una tensión entre la emergencia del capitalismo y el mundo del trabajo asalariado (tensión capital-trabajo), tensión que derivó en una cuestión social, la cual ha ido evolucionando en su gravedad: la desafiliación, la vulnerabilidad social y la precarización laboral[3] fueron in crescendo a lo largo del siglo para que, al finalizarlo, nos encontremos con una sociedad que presenta síntomas de pauperización-exclusión-marginalidad, la “metamorfosis de la cuestión social, como el autor la llamó. Si bien durante muchas décadas, fue posible distinguir a las clases sociales, estos últimos tiempos, el peligro de dejar de pertenecer a la fuerza laboral activa es una realidad patente. Y cada vez son más los ciudadanos que pasan de un status socioeconómico que lo mantiene dentro del sistema, a la pobreza o indigencia sin escalas.
Cualquiera puede afirmar que el capitalismo, ya consolidado como paradigma económico hegemónico, ha ido autogenerando crisis cíclicas en cada una de sus etapas a fin de regenerarse; y estas crisis han impactado sensiblemente en su sociedad contemporánea. Los hitos anteriormente mencionados no son más que los fundamentos de consolidación y de sostenimiento del capitalismo como sistema.
Así es que, este nuevo escenario, intencionalmente o no, ha creado un nuevo estado de cosas –una nueva etapa- de este capitalismo, con miras a establecer –o, mejor dicho, consolidar- un nuevo ordenamiento. Y es en esta coyuntura que encontramos nuevamente tensionado al mundo del trabajo. Esto, básicamente, implica una profundización de la cuestión social. Acaso se puede evidenciar la segregación social tácita que se vino estableciendo durante la medida de aislamiento social preventivo y obligatorio. En este contexto, aquellos que ya se encontraban atravesando procesos de vulnerabilidad social, han ido profundizándolos, agravando sus trayectorias personales, familiares y laborales.
Los efectos socioeconómicos:
Anteriormente se había analizado las cuestiones subyacentes a la emergencia del COVID-19, particularmente desde la dimensión política y social. Así es que se expuso que este particular contexto propiciaba un creciente mecanismo de control social, con una mayor vigilancia de la población, la cual, encontrándose atravesada por el factor “miedo”, prestó su consenso a estas medidas. Simultáneamente, se vino dando un proceso de distanciamiento afectivo provocado en primera instancia por el propio aislamiento preventivo, pero específicamente, por el uso del barbijo, actuando como un factor potencial de bloqueo afectivo que podría llegar a debilitar los lazos de empatía. Avanzando en este análisis, se llega inevitablemente a la dimensión económica y su impacto en lo social, lo cual pone de manifiesto que el análisis es realmente uno, pero complejo y dinámico.
Volviendo a las ideas de poder que estudió Foucault, quien sostenía que aquel descomponía el cuerpo en un ente pasivo en lo político pero económicamente rendidor -ya que el poder se caracteriza por su eficacia en la utilización de recursos-, encontramos que los efectos de esta pandemia incidirán en el mundo del trabajo, aumentando el número de personas que vean vulneradas sus actividades laborales, con un peligro real de caer en la marginalidad/indigencia. Esto, desde la economía, tiene una lógica irreprochable: buscar con el menor número de recursos el mayor rendimiento posible. Optimización de recursos. Leyes de mercado. Complementado y agravado con el deterioro de las economías particulares y la macroeconomía, se adivina un escenario de progresiva exclusión económica, creciente fragmentación social y, extensivamente, mayor sometimiento político.
La invitación es tomar conciencia de este juego, de esta manipulación -directa o indirecta- de los contextos, tomando participación, indagando, vehiculizando las inquietudes, cuestionando. Para la ciencia económica es válida aquella locución del céteris páribus; para las personas no.
Laura Maciel, licenciada en trabajo social, actualmente cursa la carrera de ciencia política.