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¿Y ahora qué? Lo malo fue a peor y la “magia” del número 210

Tras lo visto el domingo en las urnas, volvemos a estar entre un nuevo “Parto de los montes” con los ratones del PSOE y Podemos más pequeños y otro “Día de la marmota” en el que no sabemos si esa alianza nos devolverá al invierno o al infierno democrático. Pero vamos por partes.

Con el interrogante que encabeza este título empezaba un artículo publicado al día siguiente de las elecciones del 20-D-15 http://desdeelcaballodelastendillas.blogspot.com/2015/12/y-ahora-que.html que supusieron para el Partido Popular de Mariano Rajoy la pérdida de más de 3’6 millones de votos -casi un 33’5% del electorado de la mayoría absoluta de 2011- y cerca de 1’5 el PSOE, que unidos a los casi 4’3 de cuatro años antes sumaron para los de Ferraz la nada despreciable pérdida de más de 5’7 millones de votos tras la derrota de Alfredo Pérez Rubalcaba y la primera de Pedro Sánchez -casi el 51% menos del resultado de José Luis Rodríguez en 2008-. Aquellos resultados demostraron la realidad de un endeble bipartidismo que empezaba a hacer aguas para iniciar un largo periodo de inestabilidad política que con su efecto secundario, el económico, complica la situación y aumenta la necesidad de una buena gestión que nunca hace la izquierda, como está pasando ahora.

Está claro que la repetición de elecciones no le salió bien al doctor Plagio cum Fraude, que se dejó más de 700.000 votos y tres escaños en el intento -aparte de 200 millones de euros de ese “dinero público que no es de nadie”, salvo de todos los españoles- pese al esperanzador anticipo de su amigo José Félix Tezanos que falló estrepitosamente en el pronóstico -a 300.000€ por “cocina” mensual-, pero no dimite porque “los resultados reflejan lo que en el momento de la consulta había y que los hechos posteriores hicieron cambiar”, o sea, como buen político y no digamos de izquierdas, “la culpa, del maestro armero” y a escurrir el bulto. Como también ha hecho el “magister” degenerado en “minister”, José Luis Ábalos: “Si ha habido elecciones es porque hubo otros que bloquearon que hubiera gobierno”, siempre “otros” para justificar el fracaso del mediocre.

Pero esta vez la pregunta parece haber tenido una respuesta en tiempo récord, que no convence ni a su potencial socio Arnaldo Otegui, que ayer decía a Sánchez que “se ahorre la llamada”. Poco más de veinticuatro horas después del escrutinio provisional de las urnas, el martes a mediodía, los “malavenidos” socios de la fallida legislatura anterior, Pedro y Pablo, escenificaban un “sentido” abrazo cual nuevos “Picapiedra-Mármol” que ni las buenas de Vilma o Betty dieran a sus respectivos en la conocida serie americana. Recordemos que Pedro Sánchez “Falconeti” repetía no hace mucho que “Ni Partido Popular ni populismo” y la semana pasada sentenciaba desde Moncloa que “Ni yo ni el 95% de los españoles dormiría tranquilo con Podemos en el Gobierno”, ante su portavoz oficioso, Antonio Ferreras, “informador” cabecilla de La SeCta TV de Jaime Roures, salvada de la quiebra por Soraya Sáenz de Santamaría -conviene no olvidar esto para entender algunas cosas-. ¿Qué caambió?

Pues bien, este personaje y Pablo Iglesias, su “socio preferente” despreciado repetidas veces en la minilegislatura anterior, aparecieron el martes anunciando un preacuerdo -importante este matiz de “preacuerdo”- de gobierno de coalición en el que el bolivariano ocuparía una vicepresidencia para complementar la de Economía que hace pocos días repartía a Nadia Calviño ¿Será para PabLenin la de asuntos políticos, la de asuntos sociales o ambas? Difícil convivencia de “vices” me parece, si se confirman, y terrible en cualquier caso el cometido del comunista y los suyos ante ese anuncio de “unir la experiencia del PSOE con la valentía de Unidas Podemos” que avanzó el de la coleta, henchido de incontrolada satisfacción y emoción, al borde de la lágrima, en ese “abrazo del oso” que forzó con el más falso entre los falsos personaje que haya detentado un cargo público. Y digo bien, detentado y no ostentado, que también, porque además de falso es el más chulo de la “profesión”.

Reseñable también la doble falsedad y traición del candidato socialista. Falsedad, porque nada más terminar la elecciones y conocerse el resultado, como digo provisional, manifestó que iniciaría “inmediatamente conversaciones con los líderes de los diferentes partidos políticos, excepto VOX” -algo que, pese a mis pocas simpatías por los líderes verdes, no es muy democrático-, pero no llamó a nadie más, pareciendo que ya lo tenía precocinado con el de Podemos -y puede que con algún otro-, porque es muy difícil asumir que en poco más de horas veinticuatro se haya podido llegar al acuerdo que fue “imposible” en meses de presuntas negociaciones fallidas antes y después del 28A. Y traición, porque se pasa por el “arco del triunfo” el Art. 99.1 de la Constitución que dice: “Después de cada renovación del Congreso de los Diputados -algo que, añado, no se ha completado- y en los demás supuestos constitucionales en que así proceda, el Rey, previa consulta con los representantes designados por los Grupos políticos con representación parlamentaria y, a través del Presidente del Congreso -todavía tampoco designado/elegido-, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno”. Y no sólo no lo respeta, sino que envía al Rey a Cuba, en un innecesario y absurdo viaje que sólo se explica desde una turbia intención del personaje que aprovecha la ausencia para anunciar ya un gobierno con el que le quitaba el sueño hace una semana. De nuevo viene a cuento la conocida frase de Marcelo, el centinela de “Hamlet”, en la famosa tragedia de William Shakespeare: «algo huele mal en Dinamarca» -o en Moncloa- empleada cuando las cosas no están claras y se atisba una posible corrupción, que no siempre es económica. Algo que se torna aún más ilegítimo si consideramos que se hace entre dos partidos que perdieron cuota de voto y de escaños. Como bien apuntó Pablo Casado “¿Para qué quería convocar elecciones?”, porque para este viaje no hacían falta alforjas ni gasto de fondos públicos. Salvo que el autoproclamado candidato a la presidencia tuviera dos planes, uno en el que subiera como le profetizaba su fiel Tezanos desde el Centro de Invenciones Sánchez permitiéndole plantear lo mismo, pero con más fuerza sobre el “socio” morado porque posiblemente hubieran sumado mayoría absoluta y otro, el actual, desde mi punto de vista mejor que el anterior aunque mucho más preocupante todavía, en el que invitaría a otros actores -seis más- que le ayudaron a llegar a su sueño de “reina por un día”, dejándose muchos pelos en la gatera, como nos tememos muchos. Puede que la clave de no haber querido ser investido tras las elecciones del 28-A esté en que no buscaba sólo la mayoría para eso, que la tenía de sobra en segunda vuelta sino, como le escuché la semana pasada en una charla del Aula Política del CEU a Juan Díez Nicolás, prestigioso sociólogo y fundador del CIS, entre otras cosas, los 210 diputados -3/5 del «hemicirco”- necesarios para cambiar la Constitución y erigirse Presidente de la Tercera República. Pero como eso no lo conseguía, probó suerte, anteponiendo sus intereses personales a los generales del estado, como ya ha demostrado no pocas veces este individuo sin principios.

Otro efecto de estas elecciones ha sido el monumental batacazo de Albert Rivera y Ciudadanos, que deja a 47 diputados y asesores sin empleo y sueldo y me retrotraen a cuatro años atrás: “Quo vadis, Ciudadanos?”. En su favor, hay que decir que Rivera se apresuró a decir: “Estoy dispuesto a convocar a los órganos de decisión del partido, para que ellos que me eligieron, decidan sobre este partido” y el mismo lunes tuvo la honradez de anunciar su dimisión como presidente y su renuncia al escaño, algo que otros debieron haber hecho también, antes y ahora, como Santiago Abascal tras dejar a su partido en los exiguos 46.000 votos en toda España en las elecciones generales de 2016 o el propio Sánchez que sólo lo hizo cuando lo pillaran con el carrito del helado intentando adulterar una votación en la sede de Ferraz y se vio obligado a dejar su escaño ante la inminente abstención de la mayoría de su partido para que fuera investido Mariano Rajoy al que menos de dos años después embistió con los cuernos comunistas y nacionalseparatistas que le prestaron. Y, en este doloroso momento de Ciudadanos no puedo dejar de preguntarme ¿dónde están aquellos entusiastas palmeros de Rivera y todo lo que oliera a naranja desde 2014 al 18 que aplaudían entusiasmados desde esas tertulias de alcachofas granates en las que Federico J. Losantos y Pedro J. Ramírez, por citar a los más “notables”, se deshacían en halagos hacia Rivera y sus “aluvionados” y oportunistas comparsas? ¡Ah! que algunos se “tiñeron” de verde -o “azulearon” a medias, por si acaso-, ¡vaya!

En definitiva, se cumplió lo que algunos decíamos antes de las elecciones generales del 28A y de las autonómicas, municipales y europeas del 26Msobre que “votar a VOX era votar a Sánchez” por el efecto de la nefasta Ley D’ Hont y que recogió muy bien Ramón Pérez-Maura en su artículo en ABC “La derecha sin remedio” del viernes 8, desgraciadamente con el mismo eco que nuestras proclamas anteriores, volviéndose a comprobar que “en España las vísceras se anteponen a la razón”. Y van…

Termino mi reflexión sobre lo ocurrido con algo no tan pesimista como puede dejar a primera vista ese adelantado “gobierno Sanchestein”, que comparten algunos políticos sin duda más cualificados que yo en estas lides, como Rosa Díez y Alberto Núñez Feijóo, que opinan también que no está todo dicho todavía en este despropósito. Este último decía ayer que lo producido “es mucho más que un cambio de gobierno. Es una revolución política”, como también lo fue -añado- lo ocurrido aquel 14 de Marzo de 2004 permitiendo votar bajo los efectos del horrible atentado perpetrado precisamente para eso, cambiar de gobierno, a costa de 192 muertos y casi 2.000 heridos o mutilados. Feijóo ha dicho también que “Es posible hacerlo de otra forma, porque si no la posturas se van a radicalizar” -y ya lo están bastante por no haber derogado a tiempo la triste ley de Memoria histórica- y en esa línea y, por supuesto, desde las premisas que ha puesto Teodoro García Egea, Secretario General del PP: “Abstención técnica, en ningún caso” porque “con  un PSOE liderado por Pedro Sánchez no vamos a negociar nada”, que suscribo, y desde la evidencia de que “La última vez que se desbloqueó España fue un día en el que Pedro Sánchez dimitió”, llamo al PP de Casado a forzar una alianza entre los partidos constitucionalistas -los restos de Ciudadanos, el crecido VOX y algún otro pequeño-, junto a la parte buena del PSOE, o al menos con esa característica de respetar la Constitución, que vuelva a sacar de la escena a ese indigno secretario general -esta vez definitivamente- y plantearle al Rey -si lo dejan volver y cumplir el trámite del artículo 99.1 citado- su ofrecimiento de un gran pacto de Estado liderado por el PSOE con otra persona al frente, como también han propuesto Inés Arrimadas y Cayetana Álvarez de Toledo, que podrían sumar esos 210 diputados que decía antes -sólo PSOE, PP (tras la buena noticia de que el PNV pierde un escaño en Vizcaya en favor de los populares) y N+ serían 211-. Los efectos de alcanzar ese pacto y esa suma que permitiera los cambios urgentes que necesita España, empezando por el de la Ley Electoral -segunda vuelta y un  5% mínimo de representación a escala nacional, que pondría coto al abuso nacionalista y algo más que omito ahora- mejorarían sensiblemente el panorama político. Y si no se puede alcanzar ese pacto porque el PSOE no sea capaz de apartar al rey del plagio y la falsedad, que ponga a prueba a don Felipe VI ofreciéndole formar un Gobierno de transición incorporando personas de reconocido prestigio como vengo apuntando desde Enero de 2016, para lo que tiene que moverse bien y rápido.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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