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El papa anima a sus misioneros a llevar la fe a «todos» sin exclusiones

Ciudad del Vaticano, 20 oct (EFE).- El papa Francisco animó este domingo a sus misioneros a llevar la fe cristiana a «todos» en el mundo, sin excluir a nadie, y a hacerlo dando ejemplo con sus propias vidas, despojándose de mundanidad y sin proselitismos.

«Ve con amor hacia todos, porque tu vida es una misión preciosa: no es un peso que soportar, sino un don para ofrecer. Ánimo, sin miedo, ¡vayamos al encuentro de todos!», defendió el pontífice en la misa por la Jornada Mundial Misionera, en la basílica de San Pedro.

Francisco, que además proclamó este octubre como Mes Misionero Extraordinario, dio en su homilía tres claves para la evangelización extraídas del Libro de Isaías: el sustantivo «monte», el verbo «subir» y el adjetivo «todos».

El monte, al que Jesús acudía a rezar, significa que el cristiano está llamado a acercarse a Dios «en silencio, en la oración, tomando distancia de las habladurías y los chismes que contaminan», pero también «a los demás», a la gente.

«Desde lo alto, los demás se ven en su conjunto y se descubre que la belleza sólo se da en el conjunto. El monte nos recuerda que los hermanos y las hermanas no se seleccionan, sino que se abrazan, con la mirada y, sobre todo, con la vida», explicó.

El verbo «subir», dijo, implica que los misioneros rechacen «una vida horizontal y luchen contra la fuerza de gravedad del egoísmo», pues una montaña «no se puede subir bien si se está cargado de cosas», por lo que subrayó: «Para anunciar se necesita renunciar».

«El anuncio creíble no está hecho de hermosas palabras, sino de una vida buena: una vida de servicio, que sabe renunciar a muchas cosas materiales que empequeñecen el corazón, nos hacen indiferentes y nos encierran en nosotros mismos», advirtió.

En tercer y último lugar, el papa insistió en que la misión debe ir dirigida a «todos» sin distinciones.

«Todos, para que nuestro corazón vaya más allá de las aduanas humanas, más allá de los particularismos fundados en egoísmos que no agradan a Dios. Todos, porque cada uno es un tesoro precioso y el sentido de la vida es dar a los demás este tesoro», invitó.

El pontífice argentino dijo que «todos los días cruzamos a muchas personas» y cuestionó si la Iglesia acude al encuentro de ellas.

«¿Hacemos nuestra la invitación de Jesús o nos quedamos en nuestros propios asuntos? Todos esperan cosas de los demás, el cristiano va hacia los demás (…) El testigo de Jesús va al encuentro de todos, no sólo de los suyos, de su grupito», indicó.

Por ello defendió que la fe se propaga «no conquistando, obligando, haciendo prosélitos, sino testimoniando, poniéndose en el mismo nivel, discípulos con los discípulos».

Porque la misión final es esa, la de evangelizar, con una única instrucción: «hacer discípulos». Pero, apuntó el papa, estos deben seguir a Dios, no a su clero: «Atención: discípulos suyos, no nuestros», avisó.

Francisco, que accedió a la basílica vaticana con un báculo en cruz de madera, ofició esta misa ante obispos, cardenales y asistentes al Sínodo para la Amazonía que se celebra este mes, y el coro estuvo compuesto de mujeres indígenas con trajes típicos.

La misa se enmarca en el Mes Misionero Extraordinario que convocó para resaltar la importancia de la evangelización y las misiones e impulsarla, justo cuando se cumplen 100 años de la carta apostólica «Maximum Illud» de Benedicto XV sobre este tema. EFE

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