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Yo cubrí la muerte de Franco

Han pasado casi 44 años desde la muerte del dictador Francisco Franco, un acontecimiento histórico que los reporteros que estuvieron al pie del cañón, entonces sin móviles ni portátiles, sino con simples libretas, bolis y monedas para las cabinas, recuerdan con intensidad, con pocas horas de sueño y cierta tensión.
Manuel R. Mora, Jesús María Zuloaga, Ángel Millán y Basilio Rogado son algunos de los profesionales que relatan a Efe cómo recuerdan su trabajo en aquellos días en los que todos esperaban la noticia de la muerte de Franco, cuyos restos serán exhumados próximamente del Valle de los Caídos, donde fue enterrado el 23 de noviembre de 1975.
El dictador murió a las 4:20 horas de la madrugada del 20 de noviembre de ese año, tal y como recogieron las portadas de los diarios que ese día lanzaron varias ediciones especiales con páginas y páginas narrando los últimos días del dictador en «la Ciudad Sanitaria de La Paz», al que algunos, como ABC, presentaban como un «militar brillante» y «un auténtico patriota».
HORAS EN LA PAZ ESPERANDO UN CHIVATAZO
Antes de que falleciera fueron muchas las horas que los periodistas tuvieron que pasar en el hospital esperando «aburridos como ostras» a ver si les daban «algún chivatazo», según relata el fotógrafo de la Agencia Efe Ángel Millán, que además de guardias en La Paz, cubrió la capilla ardiente del Palacio de El Pardo.
«Los periodistas estábamos en una especie de sala para las ruedas de prensa y el equipo médico salía, cada cierto tiempo, cuando le daba la gana, e iban leyendo el parte», apunta el ahora subdirector de La Razón y entonces redactor de la agencia Europa Press, Jesús María Zuloaga.
Este periodista hace memoria y cuenta cómo nada más escuchar los partes, de los que tomaba nota a mano porque no tenía grabadora, «corría al teléfono» para dictar la información. Las agencias tenían que ir «llenando la línea», así que cada hora aproximadamente mandaban «un despacho» a sus abonados.
Destaca la camaradería entre compañeros pese a la competencia que había entre las agencias. De hecho, las malas lenguas cuentan que incluso se llegaron a organizar queimadas nocturnas en el hospital.
LA CENSURA, AÚN PRESENTE
Por aquel entonces, Manuel R. Mora era jefe de Nacional de la Agencia Efe, entonces llamada Cifra. Reconoce que tenía buenas fuentes que le tenían al corriente de cómo evolucionaba Franco y que si bien «ya no había censura previa no se podía decir todo».
Sin embargo, el que fuera director del programa «Hora 25» de la Cadena Ser hasta pocos meses antes del 20N, Basilio Rogado, asegura que la censura en ese tiempo se hizo «más férrea todavía». «El problema era que ellos tenían controlado TVE y RNE pero no las radios informativas privadas a las que intentaban acallar».
«Dimos lo que pudimos», afirma Rogado, quien añade que esos días la emisora cubrió los actos oficiales con sus propios reporteros y también con la información de las agencias.
Sobre qué medio dio antes la noticia del fallecimiento de Franco hubo cierta polémica «de puros periodistas agencieros» ya que Europa Press la publicó antes aunque Mora defiende que Efe «tuvo la noticia primero».
GRAN EXPECTACIÓN DE MEDIOS Y CIUDADANOS
Fue tanta la expectación generada por la muerte del dictador, y tal la cantidad de periodistas que querían cubrir los actos que «era imposible que todos pudieran estar», rememora Zuloaga, que fue uno de los profesionales que integró el «pool» de la capilla ardiente instalada en el Palacio de Oriente de Madrid el 21 de noviembre y el funeral público dos días después.
«Nos tenían puestos en un rincón y me acuerdo de que hacíamos una especie de análisis sociológico de la gente que iba pasando (…) Lo que hacíamos era salir de vez en cuando a comer a un sitio con un pulpo a feira de cine, no comí otra cosa durante esas 48 horas en las que solo fui a casa a cambiarme de ropa y a desayunar», comenta el subdirector de La Razón.
Los periodistas del «pool», entre los que también se encontraban los de EFE, de diarios como ABC y Ya y de algún medio internacional, tenían que salir del Palacio a las cabinas para enviar sus crónicas. Eran clientes habituales de los negocios próximos que también les facilitaban poder llamar desde sus teléfonos para contar lo que sucedía.
Las colas para ver al dictador llegaban hasta la Puerta del Sol, la gente se agolpaba para despedir a Franco y los periodistas «eran respetados» por la mayoría de los asistentes, aunque Zuloaga apostilla que una parte les veía como «bichos malos, enemigos del régimen porque dábamos noticias».
LA CAPILLA ARDIENTE, EN DIRECTO
TVE retransmitió en directo la capilla ardiente del dictador que se abrió a las ocho de la mañana del viernes 21 de noviembre y se cerró 48 horas después. Zuluoaga cuenta que, si bien no fue testigo directo, le consta que el cadáver de Franco tuvo que ser retocado al estar sometido tantas horas al calor de los focos de la televisión.
Él fue uno de los pocos que consiguió quedarse al sellado del ataúd, antes de que se oficiara el funeral público: «No os podéis imaginar, lo cuento y me emociono como periodista, lo que es estar pegado al féretro, no a ocho metros».
Y lo logró junto a otros cinco o seis periodistas porque dijo al jefe de la Casa Civil, Fernando Fuentes de Villavicencio, que estaban ante un hecho histórico y «como tal debía quedar testimonio periodístico».
Por eso, Zuluoga lamenta que el Gobierno no permita que ningún medio de comunicación pueda acceder a la exhumación del dictador, prevista antes del próximo 25 de octubre. «No se puede hacer de tapadillo, tiene que haber un ‘pool’ con las condiciones que ellos quieran, pero tienen que haber periodistas y gráficos para dar testimonio porque es un hecho histórico», opina.
UNA TENSIÓN SOSEGADA TRAS LA MUERTE DE FRANCO
Mora incide en que tras conocerse la muerte de Franco, los periodistas se quitaron presión: «Salimos de una tensión y entramos en otra, que era saber qué iba a pasar después del entierro», indica.
El entierro pasó entonces a ser una mera «noticia de carril» porque lo que «originaba tensión» era lo que rodeaba a la desaparición de Franco. «Una tensión sosegada», matiza el que fuera jefe de Nacional de Efe, que recuerda que a la redacción no paraban de llegar rumores, «casi todos disparatados», sobre el futuro del país.
Al funeral de Estado oficiado por el cardenal primado de España y arzobispo de Toledo Marcelo González Martín asistieron autoridades de todo el mundo, entre los que el fotógrafo Ángel Millán recuerda a la primera dama de Filipinas Imelda Marcos y al dictador chileno Augusto Pinochet.
«Con la llegada de Pinochet al aeropuerto de Barajas, toda la prensa que le acompañaba quiso entrar por la fuerza y rompieron todos los cristales, hubo bastante preocupación, porque además estaba el príncipe Juan Carlos recibiendo a las autoridades», recuerda el fotógrafo Ángel Millán, autor de varias de las instantáneas que se publicaron esos días en las portadas.
El 23 de noviembre de 1975 «en medio de un impresionante ambiente de fervor religioso mientras resonaban en las peñas de Cuelgamuros las voces del coro, los restos mortales de Francisco Franco entran a hombros de sus familiares en la que ya es su última morada», describió el diario ABC en su especial sobre el entierro del dictador.
Sin embargo, casi 44 años después, los restos de Franco serán exhumados del Valle de los Caídos para ser enterrados en el cementerio de Mingorrubio, en El Pardo (Madrid), otro acontecimiento histórico que los reporteros narrarán sin la necesidad de tener que buscar la cabina más cercana. EFE
Raquel de Blas y Berta Pinillos

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