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El ojo del tigre

Cuando los componentes del grupo de rock Survivor vieron que Silvester Stallone les había dejado un mensaje en el contestador, invitándoles a colaborar en la banda sonora de Rocky III, no se lo podían creer.

Tras hablar con Stallone y visionar la cinta de la película, compusieron en solo tres días la canción principal, cuyo título, «Eye of the tiger», está extraído de los diálogos de la escena cumbre. La canción alcanzó el número uno en Estados Unidos, Reino Unido, Italia y Australia, consiguió un Grammy y obtuvo un disco de platino.

Y, por supuesto, contribuyó al éxito de taquilla de Rocky III, que recaudó 125 millones de dólares solo en Estados Unidos, superando a su predecesora en la famosa saga de Silvester Stallone.

Sin desvelar nada de la trama, por si acaso no han visto Vds. la película, el título de la canción hace referencia a esa mirada asesina, «el ojo del tigre», que tienen los auténticos ganadores, aquellos que tienen hambre de victoria. El ojo del tigre gana combates, porque el que lo posee está dispuesto a ganarlos y porque sus oponentes lo perciben. Sin hambre de victoria, resulta casi imposible ganar, salvo por incomparecencia del contrario.

Viene esto a cuento de un enigma de nuestra actualidad política: «¿Cómo es posible», se preguntan algunos, «que alguien tan intelectualmente mediocre, tan palmariamente incompetente, tan obscenamente caradura, tan visiblemente despreocupado por el interés nacional y tan carente de escrúpulos como Sánchez pueda haber ganado las pasadas elecciones del 28 de abril y esté en disposición de ganar aun más claramente las del próximo 10 de noviembre?».

Si nos atenemos a la lógica, Pedro Sánchez sería imposible: nunca habría podido llegar tan lejos como ha llegado. Pero el caso es que ha llegado. Y va a volver a ganar las elecciones. ¿Cómo es posible?

La primera tentación de casi todo el mundo es responderse que los votantes son idiotas. «Si Sánchez gana», dice ese razonamiento elemental, «es porque muchos votantes son estúpidos, no ven los defectos de Sánchez y se dejan engañar por su propaganda».

Pero no es verdad. Ese razonamiento es solo una forma inconsciente de justificar las derrotas. Total, si los votantes son estúpidos, no hay nada que podamos hacer para evitar que gane Sánchez, ¿verdad? Y la victoria de Sánchez no sería culpa de nuestra propia incompetencia, sino culpa de unos electores que jamás apreciarán (porque son estúpidos) nuestra genialidad, ¿verdad?

No, los electores no son estúpidos. La mayoría de ellos percibe perfectamente los defectos de Sánchez y muchos de ellos están en desacuerdo, incluso, con muchas de las cosas que hace Sánchez. Y sin embargo, le votan. ¿Por qué?

La respuesta está en el ojo del tigre. Miren Vds. a Sánchez y miren luego al resto de los líderes políticos. Solo hay dos que tengan ese ojo del tigre: Sánchez y Abascal. Desde posiciones contrapuestas, pero los dos transmiten hambre de victoria, los dos transmiten que saben lo que quieren. Nos podrá gustar o no eso que quieren, nos podrán caer bien o mal, pero a nadie se le escapa que los dos tiene claros sus objetivos.

Miren a Casado, a Rivera y a Iglesias. Los tres quieren ganar las elecciones, claro que sí. Pero no basta con querer ganar. El ojo del tigre es otra cosa: es deseo de ganar combinado con la determinación de hacer todo lo necesario para conseguirlo.

¿Transmite Casado ese hambre de victoria? No. Parece un chico educado y formal que no sabe muy bien cómo plantar cara a los matones del patio del colegio.

¿La transmite Rivera? No. Nadie duda de sus ambiciones y de su deseo de ganar, pero transmite una sensación de confusión que no da ninguna confianza en sus posibilidades de vencer: parece un boxeador novato y entusiasta que propina formidables puñetazos al aire en todas direcciones, sin conseguir encajar ninguno en la mandíbula de su contrincante.

¿Tiene Pablo Iglesias el ojo del tigre? Durante un tiempo, más o menos en su primer año de andadura política, pareció que lo tenía, pero luego resultó ser un espejismo. Boxea como si boxear no le importara un carajo, como si el verdadero placer estuviera en comentar en tiempo real el combate en el que él mismo participa. Quiere ganar, pero tampoco transmite que tenga muy claro cómo lograrlo.

Pedro Sánchez podrá ser lo que sea, pero nadie duda de que quiere ganar, de que es efectivo en la consecución de sus objetivos y de que está dispuesto a hacer todo lo que haga falta para lograrlo. Tiene el ojo del tigre.

Y eso, nos guste o nos guste, resulta atractivo para los electores. Cuando eligen a un presidente de gobierno, quieren a un presidente de gobierno, no a un administrador de una comunidad de vecinos o a un entrenador de fútbol. Quieren inconscientemente a alguien despiadado y ambicioso, que ame el poder, que disfrute lográndolo y ejerciéndolo. Quieren a alguien resuelto, no apocado, confuso o teórico.

La contienda política se libra en el mismo terreno psicológico que el cortejo: si los donjuanes tienen éxito es precisamente porque son donjuanes, porque transmiten a las claras que les gusta el cortejo y que su objetivo es la conquista. Pretender que el objeto de la conquista aplique la lógica («ese chico es un jeta», «no te conviene», «solo quiere acostarse contigo»…) suele ser inútil, porque lo atractivo del donjuán es, precisamente, que tiene claro que su objetivo es llevarte al catre. ¿Puede haber algo más halagüeño que el que alguien esté dispuesto a todo con tal de conquistarnos?

Los electores no son idiotas. Simplemente, nuestras preferencias están reguladas por comportamientos inconscientes que, si se piensa bien, tienen un cierto sentido. Responda con sinceridad: ¿a quién preferiría usted al frente del gobierno en una situación de grave crisis internacional, por ejemplo en caso de conflicto bélico? ¿A alguien apocado, confuso o teórico? ¿O a alguien dispuesto a hacer lo que sea para salirse con la suya? La apariencia de fortaleza al menos tranquiliza.

La próxima vez que vean a Sánchez y se pregunten cómo es posible que haya llegado a donde ha llegado, acuérdense de Rocky III y de la letra de la canción Eye of the Tiger:

«Es el ojo de tigre, la emoción de la pelea,

respondiendo al desafío de nuestro rival.

Y el último superviviente acecha a su presa en la noche

mientras nos mira a todos con el ojo del tigre.»

Luis del Pino, Director de Sin Complejos en esRadio, autor de Los enigmas del 11-M y 11-M Golpe de régimen, entre otros. Analista de Libertad Digital

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