Si la presidencia de Navarra hubiera estado ocupada por el candidato de la coalición Navarra Suma, Javier Esparza, partido mayoritario en votos y escaños, el presidente de la Comunidad Autónoma Vasca, Urkullu, no hubiera aparecido en su toma de posesión oficial. Es una verdad meridiana.
Pero quien ocupa la presidencia hoy de Navarra, la socialista Chivite, ha llegado al poder gracias al PNV y, claro, eso hay que mostrarlo y lo que es peor hay que empezar a cobrarlo.
El nacionalismo vasco tiene que demostrar su mando, tiene que avisar al socialismo navarro que, sin ellos, no hay gobierno. Por ello, desde el primer momento, hay que hacerse notar.
Un mando que demuestra que hoy ocupa el Gobierno navarro un testaferro del nacionalismo vasco.
Situación complicada para la singularidad y peculiaridad de Navarra.