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Lucía Lacarra: España debería proteger más la danza como hacen otros países

La bailarina Lucía Lacarra, que debuta en el Festival de Mérida con «Antígona», cree que en España se debería «cuidar y proteger más» la danza para que gane el reconocimiento del que goza en otros países de Europa, lo que requiere «más apoyo político» pero también abandonar el «individualismo» del que peca el gremio y «ayudarnos más los unos a los otros»

En una entrevista con Efe, Lacarra (Zumaia, Guipúzcoa, 1975) declara que en otros países de Europa «se sienten orgullosos» de fomentar la danza, «cada ciudad tiene un teatro y su compañía», porque entienden que ésta forma parte de «la educación de las generaciones futuras» y es alimento para «el alma».
El público español «no es un problema, nunca lo ha sido», ya que su respuesta es «calurosa», acude a los espectáculos de danza y «se emociona» con ella, lo que ocurre es que «tiene hambre» y se le ofrece poca oferta», algo que se debería «revertir».
Además de la «falta» de apoyo por parte de las administraciones públicas, señala también al propio sector como «culpable» de la situación de esta disciplina artística, pues en «el mundo de la danza en España, muchas veces cuanto más difícil es la situación, menos solidarios somos entre nosotros».
Tras crecer y consolidarse fuera de España como una de las principales figuras del ballet clásico, regresó hace escasos años a sus orígenes, la Compañía de Víctor Ullate, en la que dio sus primeros pasos en el mundo de la danza cuando solo tenía 15 años y con la que acude por primera vez al Festival de Mérida para dar vida a «Antígona» este fin de semana.
Toda una vida dedicada a su «pasión» que le ha reportado importantes reconocimientos como el Premio Nijinsky, Premio Benois (los Óscar de la Danza), Premio Nacional de Danza y nombrada mejor bailarina de la década en la Gala de las Estrellas del Ballet Mundial en San Petersburgo.
Ahora derrocha su técnica y emoción sobre el escenario del Teatro Romano de Mérida, como su madre se había imaginado hace muchos años cuando en un viaje a la región quedó prendada de este majestuoso espacio que «tanta energía» desprende.
«Para mí es como el sueño de mi madre hecho realidad», manifiesta la bailarina, para la que es «un honor» poder representar a la protagonista de esta tragedia de Sófocles, porque «generalmente» los personajes femeninos en los espectáculos de ballet son «mujeres que sufren por amor».
En este caso, interpreta a «una mujer fuerte, que está dispuesta a todo por defender sus creencias y sus principios», lo que le entusiasma especialmente en un momento en el que las mujeres «defendemos tanto nuestros derechos, tener voz y decidir por nuestras vidas».
En la obra, Antígona antepone su «conciencia» a la «obediencia» al enterrar a su hermano aunque la ley lo prohíbe; y si bien se le «da la opción de pedir perdón y acatar la ley», ella no puede hacerlo, porque «no podría vivir sin haberse respetado a sí misma y a quien es».
Un personaje con cuya fortaleza se siente muy identificada, primero, cuando tuvo que separarse de sus seres queridos con 14 años para cumplir su sueño y a lo largo de su carrera artística, al tomar «decisiones difíciles» para no perderse a sí misma ni ir en contra de sus principios.
«He dejado de hacer cosas, incluso trabajos importantes que me hubieran supuesto fama o dinero, porque no estaba de acuerdo con ellas», incide.
Una máxima que le guió cuando decidió dejar el Ballet de Munich, en el que había sido bailarina principal durante casi 14 años y a pesar de que le ofrecieron «un contrato que poca gente hubiera rechazado». «No creía que pudiera ser feliz con el cambio de dirección que se produjo», precisa.
Antes de eso ejerció en los Ballets de San Francisco y de Marsella, con «dos maneras completamente diferentes» de entender la danza, pues en América «las compañías, al estar subvencionadas de forma privada», son como «una empresa que tiene que dar beneficios», lo que provoca «mucha más competitividad entre los bailarines».
Además, en Europa «se valora más el alma de la danza, lo que es el arte y las emociones», no solamente «las proezas técnicas y el ejercicio físico».
Lacarra, que de las lesiones ha aprendido a «disfrutar más cada segundo» sobre el escenario, asegura que emociona bailar en el Teatro de la Ópera de París o el Teatro Bolshoi en Moscú, pero los «momentos más especiales» son aquellos en los que está delante su familia. EFE
Cristina Sánchez

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