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El ocaso de los extremismos

El ocaso de los extremismos

Las últimas elecciones españolas y europeas tienen algo en común con las hojas de té en el fondo de una taza. Si le echas imaginación te hablan del futuro. Y ¿saben qué? el futuro ya no es lo que era.

 

Nos hemos pasado los últimos años alarmados por el crecimiento de movimientos populistas y extremistas, de derecha o de izquierda, por toda Europa. Movimientos producto del miedo y la indefensión de los votantes ante los cambios desagradables. La crisis económica, la inmigración masiva, los cambios del modelo laboral. Cambios para los que los viejos modelos políticos no tienen solución, y que han dado voz a otros partidos: verdes, liberales… y extremistas.

 

Están los los nacionalismos de tierra pequeña y boina grande, como Geroa PNV, que solucionan todos los problemas buscando cobijo en la igualdad, echando o normalizando a todos los que no son como ellos. Y los nacionalismos del siglo pasado, que hacen lo mismo pero en un territorio más grande, como en Polonia o Hungría.

 

Están los neocomunistas como Podemos, que se quedan con la épica del marxismo y la revolución (del 17, del 68… tampoco las distinguen bien) pero olvidan todo lo aprendido desde entonces sobre lo poco que alimentan los buenos deseos y lo mal que funcionan las cosas cuando las dirigen los comisarios en lugar del mercado.

 

Están los que quieren más democracia y se olvidan de lo que significa, poniendo la voluntad popular por encima de los derechos individuales y el sentido común. Otros que no recuerdan lo que es una dictadura.

 

Están los populistas y los incendiarios, los seguidores de Steve Bannon que se creyeron la historia de la “postverdad” y piensan que todo vale si lo repites lo suficiente. Los que viven en las redes y en los grupos y sólo se escuchan a sí mismos.

 

La crisis es tiempo de miedo y de búsqueda de soluciones, aunque sean extremas. Y Europa ha vivido una crisis muy seria, una crisis que en muchos sentidos aún no ha terminado. La buena noticia es que los europeos parecen estar perdiéndole el miedo. El túnel es largo, pero sabremos salir. Los votantes europeos han hablado muy claro.

 

En España, los extremos se han atrofiado. Podemos se ha hundido como esas setas que parecen grandes, pero al rozarlas explotan y se desinflan. La temida llamarada de Vox se ha quedado en unas modestas brasas. El nacionalismo vasco, casi por primera vez en democracia, no tiene la balanza.

 

Los partidos tradicionales han perdido la capacidad de determinar la agenda, pero han reaccionado. Y lo que ha surgido no son extremismos ni nacionalismos ni populismos, sino un centro liberal al que no estábamos acostumbrados. En Europa ha pasado lo mismo, con los liberales y los verdes quitando la mayoría a los partidos tradicionales, pero manteniéndola lejos de los extremismos.

 

Y Europa está reaccionando. Está poniendo coto a circos como el de Puigdemont y a peligros reales como la ultraderecha austríaca. Ha hecho retroceder los intentos de Viktor Orbán de crear tribunales bajo la autoridad de políticos, no de jueces. Ha plantado cara al órdago británico del Brexit sin arrugarse.

 

Queda mucho por hacer, pero ya ha cambiado el viento.

 

Los extremismos han caducado. Ahora hay que recogerlos y echarlos donde corresponde.

 

Miguel Cornejo (@miguelcornejoSE) es economista y miembro de la junta directiva de Ciudadanos Pamplona

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