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¿Qué nos pasa a los españoles? Reflexión para un tiempo de pasión y alegría espiritual

Como estamos en Semana Santa, tiempo de solaz y recreo, pero también de oración y meditación, me voy a tomar la licencia de copiar, sí, ha leído bien, copiar, una buena reflexión, de autoría desconocida para mí, que me ha llegado ya dos veces a través de las redes sociales, la primera en Agosto de 2018 y la segunda hace muy pocos días, con el título “¿Qué nos pasa a los españoles?”, que tomo “prestado” con el mejor propósito, dado su interés.

Creo que la llamada a las urnas del próximo día 28 justifica que tome esta magnífica reflexión ajena y la asuma como propia, ya que comparto lo que en ella se dice al ciudadano, también anónimo, que con su voto puede contribuir a una u otra cosa, continuar con lo que nos ha mostrado ya el que lideró la moción de censura que prosperó en Junio del Año pasado, en nuestra ya no tan reciente historia democrática de la mano de golpistas, amigos de terroristas y nacionalistas separatistas de uno u otro lado del espectro político, izquierda y derecha, además del más rancio neocomunismo de inspiración bolchevique, en su versión bolivariana y castrista.

Evidentemente, entrecomillaré y pondré en cursiva lo que corresponda al documento recibido-la mayor parte, como verá el lector-, no sea que alguien piense que quiero hacer la competencia al Dr. Fraude cum Laude, también conocido como Mr. Plagio y dejaré sin ese formato lo que aporte como reflexión personal.

Reunía el documento una serie de corolarios, irrefutables a mi juicio: “Un Gobierno con 84 diputados entrega nuestra soberanía a los golpistas y NO PASA NADA”; “Enaltecen a terroristas, acosan a la Guardia Civil, a sus parejas, hijos, etc. y NO PASA NADA”; “Prohíben el español en las aulas y NO PASA NADA”; “Nos ponen trabas para trabajar en otras CCAA por las lenguas cooficiales y NO PASA NADA”; “Nos colocan 17 sistemas sanitarios al mismo tiempo que aprueban la Sanidad Universal para ilegales y NO PASA NADA”; “Nos asfixian con impuestos mientras sube el peso de las autonomías y de empleados públicos y NO PASA NADA”; “Un pelanas que ha perdido dos veces las elecciones está desarmando España para saciar su ego y tener un sueldo vitalicio y NO PASA NADA”; “Unas feminazis desequilibradas hacen creer al mundo entero que España es un país de violadores y NO PASA NADA”; “Se reparten RTVE en nuestra cara mientras dicen que la van a despolitizar y NO PASA NADA”; “Las manifestaciones por las pensiones, la Sanidad, la Educación, etc., desaparecen de un día para otro y NO PASA NADA”. Se podrían añadir bastantes más que no harían sino reforzar ese «NO PASA NADA».

Entre estas afirmaciones y su derivada común “NO PASA NADA”, una conclusión que yo mismo he utilizado como complemento a la de “VALE TODO” que esta prostitución de nuestra democracia, propiciada por el socialismo y consentida por el conservadurismo, me ha llevado a utilizarlas desde hace muchos años ya, demasiados, el anónimo autor formulaba algunas preguntas a modo de llamada de atención: “¿Hay alguien ahí?”; “¿No se os mueve nada dentro?”; “¿No os molesta que os meen y os digan que llueve?”, con comentarios tales como «Nos dicen que hay que pasar página con ETA mientras nos hablan de la Guerra Civil y Franco en los medios» y otra serie de preguntas retóricas que en ellas mismas llevan implícitas sus respuestas: «¿Creéis que todo esto nos va a salir gratis?»,  y alguna a la que, por si acaso, responde el propio autor: «¿Sabéis por qué la izquierda ha ganado la hegemonía cultural? POR EL RELATO. Han ganado el relato», como una afirmación de lo que muchos venimos expresando: nos quieren ganar la batalla de las palabras para acabar ganando la de las ideas y entonces habrán ganado la guerra que todavía no pudieron.

Continúa el anónimo autor con afirmaciones, que hago mías, tales como «Tenemos a todas las TV/radios echando mierda 24h sobre 7 días, sobre nuestro país» -que no es nada exagerado, porque los medios, unos y otros, contribuyen al desastre, los de izquierdas porque son fieles a su ideología y los que se dicen «liberales» porque anteponen su resentimiento particular a la visión de Estado- y expone una serie de evidencias que son «MENTIRA»: «Lo que aprendemos en la escuela es que Castilla acabó con el «maravilloso» Califato de Córdoba, el oasis de las 3 culturas»; «Aprendemos que España fue un imperio genocida de ladrones, violadores y asesinos guiados por una inquisición diabólica»; «Han logrado que muchos crean que  la Guerra Civil fue un golpe contra una república democrática y que la dictadura de Franco fue peor y más sangrienta que la URSS», para rendirse a la evidencia de una conclusión también indiscutible: «Entiendo que estar constantemente desmintiendo a estos sectarios es AGOTADOR», aunque no tira la toalla «pero ¿NOS QUEDA OTRA?».

Completa su bien estructurada reflexión el autor apostillando que «Ellos -unos y otros, añado yo- están consiguiendo acabar con nuestras libertades construyendo un relato que la realidad que tenemos a nuestro alcance desmonta sola: archivos, museos, hemerotecas, monumentos, ciudades, libros…» , dejando una pequeña ventana abierta a la esperanza: «La actualidad también nos enseña -no estoy tan seguro de ello, pero démoslo por bueno-. Solo  hay que ver el sectarismo, la violencia y la poca cultura democrática de la izquierda española -y de lo que no es izquierda, como estamos viendo en los últimos meses- para imaginarnos cómo era esa izquierda que asesinaba a católicos y a opositores, falsificaba actas, destruía gran parte del patrimonio…» y sentenciando respecto al supremacismo nacionalista que «Solo hay que ver cómo se comportan separatistas catalanes y vascos para entender que, desde Felipe V hasta nuestros días, pasando por las Guerras Carlistas, todo su empeño ha sido impedir la reforma liberal, moderna y centralista que siempre ha intentado la maltratada Castilla».

Y remata su reflexión con dos afirmaciones incuestionables: «EL relato de la izquierda y los separatistas esconde HISPANOFOBIA«, sentimiento que considera con indudable acierto que «es lo único que une a los miembros de este Gobierno», para dejarnos una serie de preguntas que tienen una respuesta tan evidente como urgente de llevar a la práctica en una más que necesaria reforma educativa: «¿Permitiríamos este linchamiento con negros y judíos…? ¿y por qué lo permitimos con los españoles?». «¿Por qué Castilla -o Andalucía, Galicia o Canarias- merece menos que País Vasco y Cataluña?». «¿Por qué no acabamos con la hispanofobia dentro -Educación- y fuera -Instituto Cervantes y Embajadas- de nuestras fronteras?»  y una última que debería ser muletilla continua de nuestros políticos, al menos de los de la derecha: «¿Por qué no hacemos algo por construir el país que queremos?».

En la primera versión de Agosto pasado el autor animaba en forma de pregunta “¿Salimos a pedir elecciones?», algo que ya llegó solo porque se convocaron después del caos producido por la moción de censura y nueve meses de «gestión» que la rediviva versión de lo más parecido al frente popular de 1936 demostró hasta dónde puede llegar si continúa en el desgobierno, y que dejan vivas sus preguntas finales, que enfatiza poniéndolas en letras mayúsculas: «¿PLANTAMOS CARA A LA IZQUIERDA?» y «¿EMPEZAMOS A SENTIRNOS ORGULLOSOS DE SER ESPAÑOLES?», clamando un «BASTA YAAAAA» para sentenciar con «Tenemos un país único, del cual deberíamos sentirnos orgullosos y luchar por nuestra Nación, nuestro futuro y el de nuestros hijos», que romperán la tendencia tradicional que nosotros heredamos para ser la primera generación que viven ya peor que la de sus padres, nosotros.

Por último apela a la responsabilidad de los españoles de bien, insistiendo en algo que por supuesto comparto: «TU VOTO ES NECESARIO», que me permito complementar con mi particular llamada a lo que considero lo más sensato y prioritario para España, el voto «necesario» -que no útil- al que apela Pablo Casado, única alternativa que puede hacer frente al despropósito de esa izquierda y nacionalismos separatistas hispanofóbicos que veíamos y que está demostrando su intención de recuperar lo que en los últimos años se había perdido en este partido. Me parecería injusto hacerlo responsable de las decepciones que su antecesor pudiera habernos producido por su blandura política, muy lejos de la «energía» fiscal demostrada para evitarnos la intervención económica que hubiera supuesto un paso atrás seguramente irrecuperable en prestaciones sociales y otras cosas.

En mi opinión sólo una mayoría de voto unido en torno al nuevo Partido Popular disminuiría el riesgo que amenaza hoy a España -con los matices que se quieran, que los hay, seguramente «servidumbre» impuesta para evitar la ruptura que podría haber llegado al partido de no asumirla-. Un voto que permita la menor necesidad de apoyo por parte de Ciudadanos y VOX -que sin duda habrá que asumir-, dos partidos nada fiables por distintas razones como no me canso de repetir, el primero por su querencia de origen a la socialdemocracia del PSOE, de cuya facción catalana no nacionalista salió, y el segundo porque algunos ya vimos lo que su líder fue capaz de hacer hace menos de cinco años, morder la mano que lo recogió de la calle a la que estaba abocado y le dio de comer cuando se le cerraba el generoso paraguas del PP madrileño que lo resguardó tras su «fuga» del PP vasco.

Sólo un triunfo claro del nuevo Presidente popular, que lidere un potencial gobierno del mal llamado «centroderecha», le permitirá hacerse fuerte en el partido para completar la catarsis que necesita sin duda el PP pero, sobre todo, impedir que se revalide el desgobierno de los que asaltaron el «hemicirco» parlamentario, sede en teoría de la tan manipulada y desvirtuada soberanía popular, que pondría en cuestión la continuidad histórica de la España Unida de los últimos quinientos años de Historia que esa misma agrupación de intereses hispanofóbicos puso en serio riesgo en 1936 y que desembocó en una tragedia que costó mucho trabajo y sacrificio levantar. Así que, como decía en mi anterior artículo, que no haya dos sin tres, PP, Andalucía y ahora España.

«Haz que pase» cuanto antes la etapa del traidor volante.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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