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Cabezas cortadas como trofeos y símbolos de poder en el Museo Arqueológico

Cortarle al enemigo la cabeza causa la muerte sin duda alguna pero, además, en la historia de la humanidad ha sido una forma de evidenciar el poder a través de un trofeo ritual, como lo son los cráneos atravesados por grandes clavos que desde ese martes exhibe el Museo Arqueológico, en Madrid

Se cortaban en el mismo campo de batalla y se llevaban en redes o atadas a los crines de los caballos y luego se colgaban en los dinteles de las puertas de los vencedores, una imagen muy gráfica, como recoge una de las cartelas de la exposición, de que la Historia es, principalmente, «la historia del sufrimiento del mundo».

El director general de Bellas Artes, Román Fernández-Baca Casares, y el director de l’Agència catalana del Patrimoni Cultural, Josep Manuel Rueda Torres, han inaugurado la muestra, que reúne 61 piezas arqueológicas y etnográficas gracias a la colaboración con el Museu d’Arqueologia de Catalunya.

«Cabezas cortadas. Símbolos del poder» recorre el fenómeno de las cabezas trofeo desde la antigüedad hasta el mundo contemporáneo, con especial atención a la cultura íbera, y se exhiben por primera vez en Madrid juntas las «cabezas enclavadas» del poblado barcelonés de Puig Castellar y las descubiertas recientemente en el gerundés de Ullastret.

Los de Puig de Castellar son cráneos datados en el siglo III a.C. atravesados por clavos de más de 23 centímetros de longitud y se consideran característicos de la Edad del Hierro, con especial incidencia en la cultura ibérica, sobre todo en el extremo noroeste de la península, donde se sitúan los principales hallazgos.

Gracias a las distintas figuras, esculturas y armas recuperadas de cremaciones se ha podido reconstruir la vida y los hábitos de estas comunidades íberas, según ha explicado en la presentación el comisario del Museo de Arqueologia de Cataluña, Gabriel del Prado.

Ese museo es el único de Europa que posee una colección con este número de cráneos recuperados de los siglos III y I a.C.

El cartel de la exposición es la reconstrucción que ha hecho el forense Philippe Froesch, a partir de métodos empleados por la policía y programas científicos «fotorrealistas», del rostro de un joven de 17 o 18 años de la época.

En la última parte de la muestra se exponen fotografías y vídeos de obras más contemporáneas, como el martirio de San Cugat del siglo XVI o la escultura de Perseo sujetando la cabeza de Medusa del siglo XVI de Cellini.

Pero también las hay de Luis XVI en la guillotina del grabador Isidore-Stanislas Helman, escenas de la película de Tarantino «Kill Bill» o de la serie «Juego de tronos» y la imagen del niño sirio que sujetaba una cabeza decapitada mientras su padre le fotografiaba.

Nueve museos han prestado piezas para el montaje de esta exposición itinerante, que llega a Madrid tras su paso por el Museo de Arqueologia de Cataluña y el Museo de Prehistoria de València. EFE

 

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