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El alcalde Asirón condena el acoso proetarra a la sede de Ciudadanos

¿Se imaginan? Estaría bien, ¿verdad? que el alcalde de Pamplona, ejerciendo como “alcalde de todos” y como demócrata, condenara clara y abiertamente la serie de ataques que viene sufriendo la sede de Ciudadanos en su ciudad, casi enfrente del Ayuntamiento. Porque desde que se inauguró hace apenas semanas ya ha sufrido varias veces pintadas insultantes, irrupciones, vandalismo a la cámara de seguridad y suciedad en la entrada. La última serie de pintadas incluía menciones a la banda terrorista ETA con evidente intención intimidatoria.

Lo peor de ese acoso no es que se sepa perfectamente quién lo hace (para eso vale la cámara) ni que valga de poco saberlo (tras la denuncia, y hasta que se juzgue, el atacante vuelve a la calle). Ni siquiera su propia naturaleza proetarra, sectaria, totalitaria, y su intención de hacer callar o expulsar a los que defienden ideas distintas de las del borroka.

Ni que Geroa se ponga de perfil ante las actitudes de sus socios como si no fuera responsable. Como casi siempre, salvo contadas excepciones.

No, lo peor es que Asirón no lo ha condenado.

Al grupo municipal de Bildu le parece que llenar la fachada de la sede de pintadas amenazantes o insultantes (invocar o ETA o llamar “fascista”, para ser claros), o irrumpir en las oficinas para insultar a dos mujeres que trabajaban dentro, o ensuciar el portal a diario, no es algo que deba condenarse sino, en sus propias palabras, legítima “expresión de discrepancia” política. Y el grupo de Podemos lo ha apoyado.

Pamplona está gobernada por un cacique que no condena la violencia política contra sus contrarios.

Podemos, Geroa e IE han dado las llaves de la alcaldía a un partido que cuenta entre sus miembros a apologistas de los criminales de ETA. Que dedica tiempo y medios a condenar muertes de hace ochenta años pero hace lo posible por tapar las que organizaron, cometieron y encubrieron sus amigos en nombre de esa misma intolerancia hace mucho menos tiempo.

Vivimos en una sociedad tan distorsionada que, con tal de sacar a “los de siempre” del poder, la mitad de Pamplona ha apoyado a partidos que han llevado a la Alcaldía a los que defienden las tesis de los etarras y las acciones de los violentos. Los que son capaces de buscar excusas a la agresión de Alsasua. Los que provocan en ese pueblo, y en Echarri, y en tantos otros, un clima en el que no se atreven a presentarse a las elecciones candidatos de la mitad de los partidos. Los que toleran que se amenace a una niña de año y medio para expulsar a un guardia civil y su pareja. Los que prohíben arbitrariamente a un partido sacar mesas informativas a la calle mientras favorecen el uso de recursos públicos de sus partidarios.

Hemos perdido tanto la perspectiva de lo que importa que permitimos que nos gobierne un sectario radical, y que se imponga una agenda de discriminación que pretende “normalizar” o excluir a la mayoría de los navarros.

Hemos hecho alcalde a una persona que no obedece la ley ni las sentencias judiciales hasta que se le obliga, con contrataciones indebidas en Participación Ciudadana, adjudicaciones de millones en publicidad institucional a dedo, cambios arbitrarios de idiomas en centros 0-3 expulsando a las familias, exposición de ikurriñas en el Ayuntamiento, o incluso nombramiento ilegal de un jefe de policía. Todo ello decisiones que han sido rechazadas por los tribunales y que ha mantenido mientras le ha sido físicamente posible, a veces hasta hacer irrelevante la sentencia. Se ríe en la cara de la Ley.

Un sectario que es capaz de ver una sucesión de ataques a la libertad de expresión y opinión a escasos metros de su oficina, llamarlo “discrepancia política” y no hacer nada.

Hay cosas que están por encima de izquierdas o derechas, de personalidades o de errores. Hay cosas que son básicas. Una persona que no respeta y hace respetar el derecho de los demás a expresar su opinión legalmente en libertad no debería jamás estar al frente de una ciudad. Una persona que se burla de la ley no debería controlar la seguridad en una ciudad. Una persona que no es demócrata no debería nunca gobernar a nadie.

Después de las próximas elecciones, izquierdas, derechas y centro, nacionalistas y no nacionalistas, tirios y troyanos tendrán de nuevo que elegir quién gobierna España, Navarra y Pamplona. Esperemos que esta vez tengamos mucho más claro que hay cosas que hay que preservar, como el cumplimiento de la ley, el respeto a la democracia y la defensa de la libertad de opinión. Cosas que deberían estar por encima de bandos y de simpatías.

Y esperemos también que los votantes tengan muy claro, cuando emitan su voto, qué partidos están dispuestos a dar la mano y el poder al lobo con tal de quitar el asiento a sus rivales.

Asegurémonos de que el próximo alcalde (aquí, en Alsasua y en todas partes) defiende la igualdad ante la ley y los derechos básicos de todos, empezando por el de expresar tu opinión sin que te agredan y amenacen. La democracia se defiende votando.

Miguel Cornejo (@miguelcornejoSE) es economista y miembro de la Junta Directiva de Ciudadanos Pamplona.

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