El presidente mejicano López Obrador, cual «engañapichanga», en mejicano, declaraba ayer en el más puro estilo demagógico y manipulador de la historia, España y la Iglesia Católica deberían pedir perdón por los abusos cometidos por Hernán Cortés. Cortés, nombre del español que consiguió en poco tiempo la conquista del pueblo azteca, localizado en el actual Méjico.
López Obrador, de origen cántabro por parte de abuelo y más español que muchos de los que hoy viven en España, no debería olvidar sus orígenes.
Unos orígenes que llevaron la cultura europea a un nuevo continente, el americano. Unos orígenes que libraron a los hoy llamados mejicanos de una cultura de muerte como era la azteca. Unos orígenes que abrieron a su pueblo a la civilización, a la escuela, a las universidades, a los matrimonios y reagrupación entre ambos…
500 años después no es hora de remover viejas historias. Los españoles de hoy no tienen que pedir perdón por algo que, primero, no ocurrió y, por algo que hoy nadie tiene la culpa. Si de pedir perdón se tratara, muchos países deberían hacerlo a la propia España.
Quizá sean desvaríos propios de un engañapichanga.