Los testigos que van, poco a poco, pasando por la Sala del Tribunal Supremo, que juzga a los encausados por la causa del llamado “procés” están desmontando milimétricamente la argumentación de las defensas de los encausados, para las que, por lo visto, los días de autos, todo fue, Paz y Amor.
Y no hay más que escuchar a dichos testigos para ratificar cómo la violencia, la intimidación y la amenaza fueron los “leif motiv” del independentismo. Basta con escuchar a los policías que tuvieron que lidiar, esos días, con una masa violenta que les impedía cumplir con su deber, para comprender que, menos Paz y Amor, hubo de todo.
Solo queda esperar que el alto Tribunal cumpla con su deber y los encausados sean declarados culpables, pues no hay nada más grave que intentar destruir un Estado; no hay nada más grave que rebelarse y proclamar una sedición contra el orden establecido.
Haría mal el Gobierno en utilizar el indulto para liberar a todos o a alguno de los encausados. El Estado saltaría por los aires y, probablemente, la protesta sería cada vez mayor.