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Primarias y su “etimología»

Si buscamos en el Diccionario de la Lengua Española el significado de la palabra “primaria” -o el de su masculino “primario”, claro-, encontramos hasta nueve acepciones, de las que sin duda las dos primeras aluden al sentido de “primero y principal”, que nos vendría a la cabeza a muchos en primera instancia. Aparece después una tercera que bien se podría aplicar con más propiedad a lo que vemos con demasiada frecuencia en el ámbito político y es la de  “primitiva”, en el sentido de “rudimentaria”, a lo que no pocos políticos de algunos partidos recurren, cuando apelan al sentimiento más primario de su posible clientela, que es lo que parecen buscar, “clientes”, frente a un votante racional, cada vez más escaso en nuestra incierta España. Y vemos más adelante, como novena y última entrada la de “elecciones primarias” que explica el diccionario como las que “se hacen para designar a un candidato en unas futuras elecciones”.

En mi corta “experiencia política”, si se puede llamar experiencia a dos breves escarceos en ese proceloso mundo, que juntos no suman un año entre Agosto de 2012 y Septiembre de 2014, he vivido dos procesos de primarias, para mí muy ilustrativos de lo que ahora -como antes- parece que es la panacea de la democracia y no deja de ser un juego de los que controlan el aparato de los partidos para aparentar lo que no es sino un engañabobos, ya que su único objetivo es la  supervivencia, que es de lo que se trata, sobre todo cuando se prueban las “mieles del poder” y no se quieren bajar del carro -es decir, del escaño- ni con agua caliente.

El primero fue en el fallido partido Sociedad Civil y Democracia (SDC) -no sé si sigue existiendo como tal o causó baja en el Registro del Ministerio del Interior-, en el que desembocó la Fundación del mismo nombre que un año y medio antes había presentado en sociedad el que fuera referente de la juventud yupi -que se decía en los finales ochenta- Mario Conde, desde el mensaje “Que no llegue a la Política nadie que no haya hecho nada en la vida”, que repetía meses antes en aquel programa de Intereconomía, “El Gato al Agua”, que entre 2008 y 2014, veíamos algunos disconformes con las políticas de José Luis Rodríguez y después con las de Mariano Rajoy, no demasiado diferentes en lo político aunque diametralmente opuestas en lo económico -gracias a Dios- y en lo internacional.

Reconozco que -como a muchos que conocí entonces- me enganchó aquel mensaje, a pesar de las dudas que me pudiera despertar el personaje. Era justo lo que yo venía repitiendo desde que en 2008 -antes también, pero con menos conocimiento de causa, pura intuición, además de que la proporción había sido menor- la crisis económica se cebó especialmente en el sector cementero en el que estaba de vuelta y empecé, muy a pesar mío, a tener demasiado tiempo libre que ocupaba en foros sociopolíticos y reflexiones escritas que me llevaron a una llamada de atención sobre lo que veía después de una intensa vida profesional -de más de treinta y seis años entonces- en la que nada de lo conseguido me había llegado llovido del cielo y pude ver que la de político era la única actividad “laboral” que conocía para la que no contaba demasiado lo estudiado o lo demostrado profesionalmente sino la sumisión -vulgo, tragaderas- y, en no pocos casos, la falta absoluta de escrúpulo moral.

No tardé mucho en ver que el mensaje y la realidad estaban bastante lejos, primero porque la comisión ejecutiva que se nombró en el Congreso Fundacional del 6 de Octubre de 2012, en buen número, distaba mucho de haber “hecho algo en su vida”, después porque todo se organizó para concurrir a toda prisa -y contra cualquier lógica- a las elecciones autonómicas de Galicia del 21 siguiente, en la que el líder no consiguió su objetivo y por último porque tras afiliarme el último día de plazo, el 31 de ese mes, se inició un proceso de “primarias”, en este caso con votación presencial directa que, en el caso de Madrid, al que concurrí el 26 de Noviembre con otros seis candidatos más, fue cualquier cosa menos transparente, porque la votación estaba viciada en origen y tras un fin de semana de cuchillos largos se “impuso”, contra pronóstico y con un discurso ininteligible para buena parte de los presentes, el candidato que el aparato presidencial había postulado y aquello fue el “continuose del acabose” que se veía venir y a mediados de Diciembre dije adiós a la aventura.

Algo más de un año después, 22 de Marzo de 2014, tras el nacimiento en Enero anterior de VOX, en el que estuve desde el primer día y antes también, participé en las “primarias” para elegir los componentes de la lista para las elecciones europeas de Mayo siguiente, que nacieron desvirtuadas porque sólo se “eligieron” a los doce primeros candidatos -yo fui uno de ellos- y el resto fue por designación digital del entonces Secretario General Provisional, Santiago Abascal, que ya empezaba a demostrar que se quería hacer con el partido -y lo iban dejando sin saber lo que vendría después-, aparte de que los teléfonos acabaron “ardiendo” por las llamadas para influir en la colocación de los dos primeros candidatos, sobre todo del segundo, que unos querían que fuese el entonces delfín de Abascal, Iván Espinosa, si no desbancaba al primero, Alejo Vidal-Quadras -que también se intentó-, y otros Ana Mª Velasco, que finalmente fue tercera y estaba entonces entre “Pinto y Valdemoro” y que al final se quedó en Amurrio.

Después hemos vivido “primarias” en el PSOE -no las primeras, de triste recuerdo, que fueron allá por 1998 entre Joaquín Almunia y José Borrell-, de las que salió en 2014 el clon de ZParo y empezaba ya a dar muestras de lo que nos depararía en el futuro, sólo votadas por menos del 39% de la militancia, prueba del “interés” que despiertan estas convocatorias entre sus seguidores más fieles -imagínense entre los que no lo somos-, repetidas en 2017 y que, pese a contar con menos avales que su principal oponente, Susana Díaz, volvieron a situar a la cabeza de ese triste Partido Siempre Opuesto a España al hoy presidente viajero y “okupa” de La Moncloa merced a su coalición con los enemigos de nuestro país.

Primarias también, aunque con sus particularidades y en dos vueltas -militantes (pocos) y compromisarios-, hubo hace menos de un año en el Partido Popular para elegir al sucesor de Rajoy, que acabaron con el triunfo de Pablo Casado, nueva esperanza de este remozado PP, que hará bien en no bajar la guardia y completar en el menor tiempo posible la limpieza que necesitan los del españolizado charrán rojigualda, de los que yo cambiaría hasta la sede, pero ese es otro tema.

Y en estos días, entre anunciadas, desconvocadas y fallidas, si no fraudulentas, también hemos estado bien servidos de “primarias” en uno y otro partido, que ya veremos para qué sirven a la postre porque, al final, confirman lo mismo, que, salvo escasas excepciones, se ratifican los candidatos impuestos por los aparatos de los partidos que, dicho sea de paso, son los que cuentan con los medios y soportes para llegar a los que “inocentemente” participan en las votaciones.

Dicho lo anterior, me pregunto ¿será que primarias viene de “primo”? Porque hay que ser un poco “primo” para confiar en los actuales sistemas de “primarias”, para mayor gloria del “amado líder”.

Feliz mes y medio de reflexión a todos, amigos. Que buena falta hace.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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