El uso religioso del Monumento a Los Caídos pamplonés parece que tiene los días contados, máxime cuando el Arzobispo de la diócesis, a la que está adscrita dicha construcción, no está por la labor de luchar por ello.
Y que mejor uso que el orar por los muertos de un conflicto bélico que en un edificio construido para ello. Que en su Cripta, dentro de poco tiempo, haya usos «mundanos» no parece que sea la mejor solución.
Es como si de repente en una Iglesia en la que se hubiera celebrado una función religiosa, al rato, se estuviera produciendo una fiesta.
La solución no debería pasar por eliminar lo Sagrado sino compartirlo, unas zonas para usos civiles y en, este caso, la Cripta para usos religiosos. Hay que recordar que dicha Cripta ya ha perdido uno de sus usos principales, el servir de monumento funerario. ¿Por qué tiene que perder más?
Bastante se ha dejado hacer ya.
A veces, no basta con la postura fácil, no meterse en líos; a veces hay que luchar por lo que uno cree.