Cuando todo un presidente de Gobierno claudica ante los enemigos de su Estado con el único objetivo de seguir en el poder, su legitimidad desaparece y le hace perder toda su autoridad.
Cómo puede aceptarse que haya un observador, llámese como se le llame, entre un Gobierno democrático de una nación y entre quienes quieren destruir a dicha nación.
Es lo que está a punto de pasar entre el Gobierno de España y el independentismo catalán. La próxima reunión habrá que soportar ver a un observador que «vigile» el proceso entre España y, pásmense ustedes, Cataluña. Pasamos del «despacho del diálogo» de Soraya Sáez de Santamaría al llamado «relator».
Es tal la chulería del independentismo catalán que se ha atrevido a publicar las demandas que le hicieron al gobierno español y que, claman cielo. El presidente Sánchez ni las ha hecho publicarlas por su desfachatez, pero sí han llegado a las redacciones (eso sí, en catalán).
¿Qué opina de ellas el Gobierno? ¿qué opinan algunos socialistas de ellas?. Preguntas sin respuestas.
Mientras tanto, un gobierno que se aferra al poder. Cueste lo que cueste y sin convocar las elecciones prometidas para y en su moción de censura.