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Reconstruyen un pueblo de Teruel para reivindicar la vida en el medio rural

Elisa Alegre

Teruel, 3 feb (EFE).- Piedra a piedra, probando y errando, y a base de horas robadas al ocio, los miembros de la Asociación Recartografías han recuperado muchas de las casas de un pueblo abandonado de Teruel para poner en marcha el Museo de las Masías y de la Memoria Rural de Mas Blanco, en el municipio de San Agustín.

Un proyecto con el que esta asociación valenciana dedicada al estudio de patrimonio abandonado reivindica el mundo rural, ese que «han dejado de lado las administraciones frente a las áreas urbanas», cuentan, y que creen que puede tener un futuro.

Es un museo abierto y didáctico, dispuesto en varios edificios que la asociación ha recuperado en este municipio ubicado en la comarca de Gúdar-Javalamb, con el trabajo voluntario y sin ninguna ayuda pública.

La venta de los libros que han publicado sus miembros, profesores universitarios de Valencia, sobre temas vinculados con el mundo rural y la despoblación, son la principal fuente de ingresos para los materiales que han necesitado.

La mano de obra corría por su cuenta y también han escrito las historias, que han sacado de libros, de documentos encontrados tirados en un corral y de los testimonios de los últimos habitantes de este barrio que, al menos de esta manera, ha vuelto a revivir.

El museo, ya inaugurado, puede visitarse en las casas comunales que han recuperado gracias a la cesión del Ayuntamiento de San Agustín, al que pertenece el barrio. Son la escuela, la casa de la maestra, el antiguo horno de pan o un cubo que servía para elaborar el vino.

«Son edificios que construyeron los propios masoveros para darse los servicios que no tenían», cuenta a Efe Antonio Varela, uno de los miembros de la asociación. El barrio obtuvo en su día el permiso para tener escuela pero no el dinero para levantarla, y también con su esfuerzo los masoveros que habitaban este núcleo decidieron construir un horno común porque el pueblo quedaba lejos para desplazarse con frecuencia.

Para la recuperación de estos espacios, que comenzaron a llevar a cabo en 2014, alcanzaron un acuerdo de custodia con el Ayuntamiento de San Agustín que, a cambio, les ha cedido los edificios.

Ahora muestran cómo era la escuela o el horno de entonces, pero también el ciclo del cereal, el aprovechamiento del agua, la Guerra Civil o la vida de los maquis en estos montes, y tienen más proyectos como mostrar cómo fue el proceso de colectivización.

«Enseñan aspectos de la cultura de los masoveros», destaca Varela, no solo de este pueblo, sino de otros diseminados por la España rural, esa que empezó a vaciarse en las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado.

Paneles interpretativos relatan esa vida de otro tiempo, apoyados en objetos hallados y recuperados por los miembros de la asociación, o cedidos por los antiguos vecinos.

El barrio en realidad nunca ha llegado a estar despoblado del todo porque los últimos habitantes lo abandonaron en 2004 y poco antes había llegado una pareja de ingleses que aún viven allí. “El último matrimonio que vivió en el pueblo nos ayudó mucho dándonos información”, cuenta este profesor de una pareja ya fallecida.

Los ingleses siguen en el barrio aunque no saben por cuánto tiempo, pero al calor de la recuperación que está realizando la asociación se han ido rehabilitando casas particulares, “no para vivir de forma permanente, pero las han arreglado”, cuenta Varela, e incluso algún descendiente ha recuperado su vínculo.

Ese encuentro con las raíces fue especialmente emotivo el pasado año cuando se hizo una fiesta a la que asistieron más de cien personas, entre ellas una de las maestras que tuvo el pueblo en la década de los sesenta, Teresa Delgado, que se reencontró con antiguos alumnos.

El pueblo volvió a atraer visitantes para la inauguración del museo, que la asociación celebró en enero, a pesar del frío, para hacerla coincidir con el centenario de la creación de «La Humanitaria», una especie de sociedad de socorro mutuo que fundaron los masoveros.

Los investigadores la descubrieron al hallar en un corral sus estatutos y actas, milagrosamente bien conservados. No conocen otros casos parecidos de sociedades de este tipo, y su existencia permite desterrar falsos mitos de huraños ermitaños e ignorantes que algunos han asociado a la vida masovera, ya que por el contrario, muestran la solidaridad de aquellos habitantes del mundo rural y su preocupación por el futuro.

Varela lamenta que «el mundo rural ha sido echado de lado por las administraciones frente a las áreas urbanas», pero frente a quienes dicen que el mundo rural está condenado a desaparecer, su visión es que el mundo rural «puede funcionar». EFE

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