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¿Convenció la Convención? Pablo Casado debería pasar página

Quiero empezar dejando claro que no soy afiliado del Partido Popular ni lo he sido nunca, pero también que, con la excepción de las elecciones europeas de 2014, en las que voté a VOX, mi voto y mi “confianza” -pongo esto último entre comillas desde 2012- siempre fue para esas siglas desde la desaparecida Alianza Popular de Don Manuel Fraga, incluso en las controvertidas elecciones generales de 2015 y las no menos de seis meses después, en las que mi confianza la cambié por el “mal menor” ante lo que se veía que podía venir… y llegó, un par de años después.

Recuerdo que en la asignatura de Física y Química de Cuarto de Bachillerato Elemental del Plan de 1957, ese que daba pie a la primera de las Reválidas que tanta falta haría restablecer, dicho sea de paso, se nos enseñaba -curso 1962/63- que los estados de equilibrio de los cuerpos eran tres, Estable, Inestable e Indiferente. Y, precisamente el segundo de esos estados, el inestable -el “cuerpo” político no podía ser una excepción a esta clasificación-, es el que apareció en el hemicirco que se “compuso” tras la primera de las citas con las urnas, mencionadas anteriormente -2015-, que no mejoró lo suficiente en la segunda pese a lo que era seguro que podría pasar con algunas sumas parlamentarias. Pero una vez más, como tantas otras de nuestra Historia, pudo más el odio visceral del hígado envenenado o el corazón traicionado que la razón del cerebro y el análisis del pasado, zafiamente ignorado -no pretendí las rimas- por unos planes educativos diseñados probablemente para eso.

Precisamente, un intento de equilibrio entre ese sentimiento de traición y ese razonamiento que tenía presente el pasado, fue el que nos hizo a algunos, bastantes después -y muy pocos hasta hace unos meses-, unirnos, desde el desencanto de dos años, en lo que parecía el proyecto alternativo al vacío que dejaba el PP. Por esa razón acompañé a Alejo Vidal-Quadras en lo que entonces se ofrecía como un proyecto ilusionante que recuperase el fondo liberal-conservador que, al menos en lo segundo, se echaba en falta por cada día más españoles que veíamos en la llegada de Mariano Rajoy la esperanza de la recuperación del desastre en el que, el hasta entonces mayor traidor -hoy superado- de los últimos dos siglos, había dejado a España. Y eso fue lo que me hizo cambiar mi voto en las europeas de 2014, que decía antes, en las que un proceso de “primarias” a medias me situó en la lista que VOX presentó en aquellos comicios. Y hasta aquí, sin detalles, el preámbulo de situación.

Dicho esto, paso a lo que tras otras primarias, las del PP de Julio pasado, parece haber iniciado la senda de recuperación de la confianza perdida desde hace casi siete años, después de confirmarse dos años y medio antes ese estado inestable que apuntaba, que acabó en Junio pasado con la reedición de una nueva versión del frente popular, esta vez sin sangre en las calles ni incendios masivos de iglesias, de momento. Es sabido que el pasado fin de semana se celebró en Madrid una Convención del Partido Popular en otro intento de transmitir el nuevo mensaje que, desde su llegada a la Presidencia -por primera vez desde la militancia y no digitalmente- está dejando Pablo Casado en sus muy bien estructurados y sentidos discursos, que están recuperando, sin duda -a mi juicio, la ilusión perdida en los últimos -demasiados- años por buena parte de los votantes del partido del charrán -hoy más españolizado que nunca en el nuevo logotipo del PP presentado en este evento-. Todo ello después de la toma de posesión en la mañana del viernes del nuevo Presidente de la Junta de Andalucía, que ha puesto fin a casi cuarenta años de “dictadura” -y ¿corrupción?- socialista en mi tierra, y que ha tenido su tiempo de gloria en el evento, cual resurgida Ave Fénix tras el “apalancado” triunfo andaluz, que ya veremos cómo se salda con sus dispares socios.

Seguramente, lo más destacado de la Convención, al menos desde el punto de vista mediático, haya sido ese difícil equilibrio conseguido por Casado, claramente inestable desde hace varios años, entre el elector digital, José Mª Aznar, y su defenestrado elegido, últimamente agua y aceite en esa mesa política de Génova 13, evidenciado por su presencia en diferentes días en la cita, “cercanos en el tiempo, pero no revueltos”, utilizando un conocido refrán español. Entre la apartada discreción de su retiro registral del Paseo de la Castellana madrileña, uno, y el irrefrenable afán de protagonismo del ahora “Atlántico” empresario docente -entre otras cosas-, otro, nunca apartado del todo de los primeros planos que tanto le gustan.

Abundante información del evento hay en la prensa como para entrar en detalle sobre lo dicho por unos y otros en las tres fechas que duró la Convención y sólo destacaré lo que refuerza mi hipótesis. Por una parte, Rajoy, en una especie de entrevista nada espontánea entre él y la Presidente del Congreso de los “disputados”, Ana Pastor, persona absolutamente de su equipo, dejó clara su distancia del primer plano con un discreto comentario sobre su sucesor: “No soy quién para dar consejos. Capacidad, dedicación y experiencia los tiene y a partir de ahí, la suerte también cuenta”. Por la otra, Aznar, en un discurso más de líder que de invitado -que no voy a decir que no estuviera bien y en línea con lo que esta recuperación del discurso del PP necesita- que se “lució” desde su “entrada en la plaza” entre aplausos, empezando por un agradecimiento a los presentes como si del protagonista se tratara. Para empezar, se permitió un chiste respecto a la “renovación” al decir que “nos llega a todos. Fijaos si es así que os han puesto a dieta: sólo un expresidente al día”. La cara de Esteban González Pons, un par de filas detrás de Casado, fue exponente de la “gracia” que le hizo a algunos, menos próximos al conferenciante. Después no pudo resistirse a la comparación: “Hace casi 30 años un joven de 37 años -la misma edad de Pablo Casado- llegó a la presidencia del PP… Como él, venía desde Ávila. Pero a diferencia de ese joven de hace 30 años, el joven de hoy es mucho más listo y sabe mucho más de política”. Menos mal que acabó afirmando que “no sólo tenemos un gran presidente en el Partido Popular, tenemos un gran líder, como aquí se ha dicho, ‘sin tutelas ni tutías’. Un líder como un castillo”. Supongo el enorme esfuerzo en esas afirmaciones.

Invitado especial fue el crecido nuevo Presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, que llegó desde Sevilla en compañía de su Presidente de partido y algunos cargos más, directamente de su toma de posesión esa misma mañana, en la que vimos a Susana Díaz, de blanco, en el día de su duelo. Empezó con un “¡Qué bien suena lo de presidente de la Junta en un afiliado del PP!” y agradeciendo a Pablo Casado, del que fue “telonero”, su implicación en la campaña andaluza en la que “se dejó la piel y se echó a las espaldas estas elecciones como si fuera el candidato” -sin eso, añado yo, estaría hoy preparando su relevo en un más que inminente Congreso del PP andaluz, que ahora ya no urge. Cosas del destino-. Pero no le ha hecho mucho caso dejando a José Antonio Nieto sin Consejería. Hubo más invitados participantes, alguno no muy acertado como el representante de Tabarnia, Jaime Vives, pero citarlos a todos alargaría mucho esto.

Naturalmente, el cierre estuvo a cargo de Pablo Casado, con un nuevo discurso en su línea clara y dura, apelando a poner en manos de cada español y no en las de su Gobierno la responsabilidad fundamental de su futuro”, después de recordar los 5 principios básicos del pensamiento liberal conservador: Nación de ciudadanos libres e iguales; Libertad individual; Economía de libre mercado; Estado de Derecho y Responsabilidad personal, además de sus diez compromisos del discurso de cierre del Congreso que lo llevó a la Presidencia en Julio: 1. Fortalecimiento institucional. 2. Revolución fiscal. 3. Libertad de elección educativa de los padres. 4. Acabar con el drama demográfico. 5. Reducir la Administración. 6. Impulsar la cohesión territorial frente a egoísmos identitarios. 7. Una Justicia imparcial y rápida, sin presión de nadie. 8. Acabar con el buenismo hipócrita de la izquierda. 9. Una política exterior acorde con la magnitud real de nuestro país y 10. Abordar los desafíos de la globalización. Entrar en detalle en tan largo y valiente discurso alargaría mucho mi artículo, pero invito -y recomiendo- a quien esté interesado, a buscarlo en la web del PP o en los medios de ese día, porque creo sinceramente que merece la pena escucharlo o leerlo. Y tenerlo presente para exigirlo y recordarlo cuando llegue el momento, que ojalá sea pronto, por el bien de España y antes de que sea irreversible el daño que este gobierno irresponsable y traidor está causando ya.

Termino repitiendo algo que ya he dicho algunas veces, pero que no me cansaré de repetirle al que espero sea mi futuro Presidente del Gobierno -si tiene a bien escuchar- lo que creo que es un pensamiento bastante común del electorado simpatizante del PP y, me atrevería a decir, de buena parte de la militancia, si quiere “volver a conquistar su confianza, a decirles que esta sigue siendo su casa, que pueden confiar en nosotros, que no les vamos a defraudar”, como dijo al principio de su discurso y que el PP sea “un partido abierto de par en par a la sociedad, de guardia permanente, al servicio de todos los españoles, los que nos votan y los que no. Los que nos aplauden y los que nos insultan” y, como dijo Aznar el día anterior -aunque a mí, personalmente, me ha demostrado no hacerlo- “A todos los tenemos que escuchar. Con atención, con humildad, con respeto. Estoy seguro que nos dicen cosas que necesitamos oír, aunque algunas no nos gusten. Es más, tenemos que escuchar, precisamente, esas. Me refiero a que, a pesar de que un conocido refrán español dice que “Es de bien nacidos, ser agradecidos”, y una vez agradecido a sus dos antecesores lo bueno de la herencia recibida, como hizo el pasado fin de semana concediéndoles su espacio, procure apartarlos en lo posible de su día a día -o al menos no hacerlo muy visible- porque no debe olvidarse nunca de que gran parte del electorado perdido culpa a su antecesor al frente del partido. de ese desencanto que lo llevó a la abstención -en el mejor de los casos- o a otros partidos nuevos a muchos, también; y de no pocos problemas derivados del auge del nacionalismo, a los Pactos del Majestic del anterior -con los matices que se quieran, pero ahí está-. Por eso mi recomendación es que tenga en cuenta y lo haga llegar a los dos, la respuesta que dio a un periodista Soraya Saénz de Santamaría en Sevilla, el viernes, antes de la toma de posesión de su pupilo: “Yo ya no hago política”. Pues eso, uno a su Registro, otro a sus negocios y Pablo Casado y su equipo “de los mejores” -que no están (ni lo son) todos-, a mantener ese discurso, hacerlo creer a esa mayoría alejada hoy y, cuando llegue el momento, cumplirlo al pie de la letra y explicar lo que no se pueda de inmediato -lo que no hicieron otros-. Y a recuperar también para puestos de responsabilidad a algunos de los que retiraron de la primera fila por discrepancias con la ambigüedad en las políticas educativa, lingüística o de seguridad y Justicia -por citar sólo algunas- de sus predecesores.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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