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Manifiesto de Sagunto, vuelve la monarquía a España

  • Por José V. Ciordia, historiador

Tal día como hoy, un 29 de diciembre de 1874, el general del ejército español Arsenio Martínez-Campos, ante 1800 soldados proclamaba la necesidad de la vuelta de la Monarquía a España, ante el desastre de lo que sucedía en la llamada I República.

“Muy señor mío y de todo mi respeto: Cuando reciba usted ésta habré iniciado el movimiento a favor de Alfonso XII. Cargo con la responsabilidad de este acto al cual arrastro a mis amigos; no tengo derecho a la protección del partido… Tengo menos elementos de fuerza para el primer momento que hace mes y medio. La decisión que tomo hoy, la debí tomar hace cuarenta y cinco días. No me arrojo por amor propio, ni por despecho; lo hago porque ustedes aseguran que la opinión está hecha. La voz ¡Alfonso XII, la paz, religión y libertad! Levantará tal vez este postrado país, nos llevará a la conclusión de la guerra civil y nos permitirá acabar la separatista. Tengo el firme propósito de no aceptar nada, ni ascenso, ni título, ni remuneración alguna. Si consigo mi objeto, el poner este país en vías de tranquilidad, mi ambición queda satisfecha. No hay de mí a usted antipatía política alguna. La diferencia entre usted y yo estaba en los distintos modos de procedimiento en la cuestión del alzamiento.”

Con esta misiva el General comunicaba al líder del entonces partido conservador, D. Antonio Cánovas del Castillo, el porqué de su pronunciamiento a favor de la vuelta de la Monarquía en favor de Alfonso XII, hijo de Isabel II, que había sido expulsada de España seis años antes en la revolución denominada “La Gloriosa”.

Mucho antes de la jornada del 29 de diciembre venía gestándose la operación restauracionista pretendida por un conglomerado de intereses que vino a organizarse prácticamente en el partido alfonsino. Este partido o grupo político de presión y de poder nace en el momento en que Isabel II abdica en su hijo, el príncipe Alfonso, en junio de 1870. Desde ese momento comienzan las intrigas de la dinastía y de sectores del Ejército con la nítida finalidad de ceñirle la Corona de España pasando por encima del proceso revolucionario-democrático posibilitado por la Gloriosa.

Fue en el Ejército donde la causa alfonsina encontró numerosos adeptos, tomando cuerpo progresivamente la idea de un pronunciamiento militar como “acontecimiento decisorio” del proceso restaurador borbónico. El golpe de Pavía el 3 de enero de 1874 fue considerado por muchos alfonsinos el momento clave, pero el retraimiento de Cánovas, líder del partido alfonsino, aplazó el mismo. El político malagueño estimaba precipitada la ocasión de la restauración, lo que le granjeó las aceradas críticas de muchos como la del mismo General Martínez Campos que llegó a calificar tal retraimiento de traición a la causa. Pero atento al desarrollo de la República conservadora de Serrano y temeroso también de la posibilidad de la prolongación indefinida de aquel presidencialismo interino, coetáneo del presidencialismo autoritario francés protagonizado por el General Mac Mahon, Cánovas decidió acelerar el proceso restaurador. Así, y aconsejado por él, el príncipe Alfonso firma un manifiesto en los primeros días de diciembre de 1874 respondiendo a las cartas de felicitación recibidas con motivo de su cumpleaños; es el “Manifiesto de Sandhurst”, en alusión a la academia militar inglesa en la que se encontraba. Esa carta-manifiesto del príncipe, redactada por Cánovas, se caracteriza por su tono moderado y conciliador, buscando un equilibrio entre el liberalismo político y la tradición monárquica, junto a una clara afirmación confesional que vinculaba la Monarquía a la Iglesia Católica. Alfonso, que se autoproclama como “el único representante del derecho monárquico en España”, se define con estudiada polivalencia en los siguientes términos: “Ni dejaré de ser buen español, ni, como todos mis antepasados, buen católico, ni como hombre del siglo, verdaderamente liberal”.

El manifiesto del príncipe Alfonso pretendía actuar como revulsivo entre los miembros del partido alfonsino y muy especialmente entre los militares. A este respecto, el conde de Benalúa relata como la decisión del pronunciamiento se toma los últimos días del año: ” Llegó la Nochebuena y una tarde después de la Navidad con secreto y premura llamaron a mi tío (el duque de Sesto), que tuvo una entrevista con un señor que luego supe era (el conde de) Balmaseda (el general Blas Villate y de la Hera, destacado alfonsino), que bajo palabra de honor le confió el propósito suyo y del General Martínez Campos de salir al día siguiente para unirse al general Dabán, que mandaba una brigada del Ejército del Centro”.

El ambiente conspirativo creado por los alfonsinos, de cuyas actividades concretas tenía puntual noticia Cánovas, se cerraba en torno a esos últimos días del año de manera que la solución del pronunciamiento era asumida por todos. Pero Cánovas, desde su astucia y prudencia características, desconfiaba de tal acción pues él pretendía otro método restaurador que no fuera el golpe de fuerza, aspirando a la proclamación del rey Alfonso por unas Cortes o por un plebiscito. Sin embargo, Martínez Campos precipitó los acontecimientos cuando, reuniendo a los jefes y oficiales de la brigada mandada por el general Dabán, les comunica su intención inmediata de proclamar a Alfonso XII. El General Jovellar, al mando del Ejército del Centro, se adhiere a los pronunciados. Entonces, Martínez Campos entra en Valencia sin oposición ni alboroto alguno mientras que las guarniciones de Madrid decidían no enfrentarse a los insurrectos para no provocar la división en el seno del Ejército.

El General Serrano confirmaba en aquellas horas, la noche del 29 al 30 de diciembre, el cúmulo de traiciones y deslealtades alfonsinas de las que ya sospechaba mucho antes. Visto que el Capitán General de Madrid, Primo de Rivera, ni se rebela ni obedece, Serrano, que se encuentra en Tudela al frente de las tropas destinadas a poner fin a la nueva contienda carlista, comunica telegráficamente a Sagasta, jefe de gobierno, su propia defección: “El patriotismo me veda que se hagan tres gobiernos en España”. Reunido el gobierno en el Ministerio de la Guerra, el General Primo de Rivera comunica a Sagasta la asociación de la guarnición de Madrid a los insurrectos del Ejército del Centro. Es en ese momento cuando Sagasta pronuncia aquellas palabras que podemos considerar el auténtico epitafio de la I República: ” Protesto en nombre del Gobierno y de la Nación Española contra el acto de violencia que aquí tiene lugar (….). El Gobierno, pues, se retira no sin antes protestar enérgicamente contra este acto de violencia, cuya calificación abandona a los hombres honrados de todos los partidos, a la conciencia de la hidalga Nación Española y al juicio severo de la Historia”.

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