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Los glaciares, sensores de un cambio climático que parece inevitable

Los glaciares de la Tierra se derriten, lenta e inexorablemente, y el químico, geólogo y glaciólogo navarro Adolfo Eraso, que lleva décadas estudiando estas grandes masas de hielo, es muy consciente de ello. El científico no es optimista: nos insta a prepararnos ante las consecuencias del cambio climático.

Eraso (Estella, 1934), académico de la New York Academy of Sciences (1994) y el primer español aceptado como miembro de la Russian Academy of Natural Sciences (2002), ha sido reconocido por el Gobierno de Navarra con el premio «Francisco de Javier» 2018 por su dedicación a la investigación y divulgación del cambio climático en todo el mundo.

El glaciólogo, fundador de Glackma (Glaciares, Criokarst y Medio Ambiente) junto a la divulgadora científica María del Carmen Domínguez, ha considerado en una entrevista con Efe que la humanidad se enfrenta a «subidas significativas de la temperatura y ascensos del nivel del mar».

En ese contexto tan preocupante, los glaciares repartidos por todo el globo son excelentes «termómetros» para medir la salud del planeta.

Para conocer la evolución del calentamiento, se podría utilizar tanto la temperatura ambiente como la descarga líquida glaciar (fusión del hielo de los glaciares). Sin embargo, ha explicado Eraso, la primera es una variable «con un comportamiento bastante fugaz y fluctuante a escala corta de tiempo», lo que complica su interpretación.

En cambio, ha apuntado, la descarga líquida glaciar «es una variable muy estable a la hora de medir la evolución del calentamiento global, con máximos y mínimos muy netos» y por este motivo Glackma la ha seleccionado para medir la evolución del calentamiento global.

Y las noticias no son buenas. De los datos obtenidos cada hora durante varias décadas, se puede concluir que hay un aumento continuo del deshielo en todas las estaciones de medición. Las dos más lejanas entre sí están a más de 16.000 kilómetros de distancia, lo que confirma el carácter global de este proceso.

Además, ha subrayado Eraso, se ha podido comprobar que cualquier variación en la temperatura conlleva una respuesta «inmediata» en la descarga glaciar, por lo que su relación es directa.

Se ha observado asimismo que, a la misma latitud en ambos hemisferios, la descarga glaciar es de 3,5 a 4 veces mayor en el Ártico que en la Antártida.

Así, la estación ártica de Svalbard (Noruega), a 79 grados norte de latitud, y la de la Antártida Insular, a 62 grados sur, presentan prácticamente la misma cuantía en el valor de la descarga glaciar específica, es decir, hay que subir 17 grados de latitud en el Ártico para encontrar valores semejantes a los antárticos.

En época de verano, la descarga glaciar en la Antártida se duplicó en 13 años, de 1987 a 2000, y se ha vuelto a duplicar posteriormente en tan solo 4 años (entre el 2003 y el 2006) y «continúa esta tendencia creciente y acelerada», ha lamentado el científico navarro, que no tiene dudas de la intervención humana en este proceso.

En ese sentido, ha explicado que, durante las 10 glaciaciones hasta ahora constatadas, motivadas por ciclos orbitales de la Tierra en el Sistema Solar durante el último millón de años, la alternancia de periodos fríos y cálidos ha generado variaciones del nivel del mar que van desde unos 130 metros más bajo que el actual hasta más 20 metros por encima del mismo.

Las concentraciones de gases de efecto invernadero, tomando como referencia el CO2, muestran un mínimo de 180 partes por millón (ppm) para los periodos glaciares fríos y un máximo de 280 ppm para los cálidos.

Esta situación de equilibrio natural funcionó hasta entrado el siglo XIX. A partir de entonces, ha señalado Eraso, «la situación cambió al superponerse a las causas naturales el efecto antrópico» (acción del hombre), generando un aumento de hasta 100 ppm adicionales de CO2, es decir, 380 ppm en tan sólo 150 años. «Ahora estamos en 408 ppm y sigue subiendo rápidamente», ha agregado.

«El pistoletazo de salida ya lo dimos hace siglo y medio, cuando rompimos las primeras pautas que regulaban el proceso. Ahora la carrera está en marcha luchando contra las inercias mayores que enmarcaban el proceso natural», ha aseverado Eraso.

En definitiva, ha concluido, «nos esperan subidas significativas de la temperatura y ascensos del nivel del mar. Deberíamos prepararnos para ello, ya que somos incapaces, no sólo de invertir sino de reducir nuestra producción de CO2, la cual sigue subiendo aceleradamente con mucha rapidez». EFE

Javier Rodrigo

Pie de foto

Fotografía tomada en agosto del 2016 y cedida por el Instituto Nacional de Glaciares y Ecosistemas de Montaña (INAIGEM) en la que se registró el retroceso del hielo y nieve en el nevado Pastoruri, en la región andina de Ancash, al norte de Lima (Perú). EFE

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