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Cuentos del «amabilizador» iracundo

Gepetto era un gran artesano de la madera, pero le salían muñecos de nariz cambiante. Quien se lanzó a la expulsión de los que yacían en el Monumento de Navarra a sus Muertos no es de tablas, pero las tiene, así como rostro de esa dureza.

Así, el alcalde bildutarra de la capital navarra, declaró que «una mayoría absoluta de familias se muestran favorables a la exhumación» (sic). Pese al oscurantismo, «confidencialidad y máxima discreción» (sic), lo llamó él, se pudo averiguar que solo un pariente remoto de un enterrado entre ocho, y cargo por su EH Bildu, había dado consentimiento. También destacó el regidor «la buena disposición y ambiente de colaboración con el arzobispado» (sic). Como remate, motejó a José Sanjurjo «gerifalte franquista» (sic), cuando este general pamplonés expiró varios meses antes de que Franco siquiera fuera nombrado jefe de su bando, no ya de España. Olé; en esto anda tan fino como con los castillos de la plaza (el regidor confundió los restos del de Luis Hutín con el de Fernando el Católico, pese a que están sobradamente documentados); la Historia le importa un rabanito a este exprofesor de ikastola.

En tanto, el obispo afirmaba a dichos familiares que se encargaría de evitar que se vaciasen las tumbas de sus seres queridos, por lo que no era conveniente que apelaran a los magistrados.

Entonces todas las trompas del Consistorio sonaron para decir que el desahucio era legal. Y, por supuesto, que no se esperaba al pronunciamiento de la Justicia; había prisa. Así que monseñor corrió por su hisopo y el acalde por su pala. Con nocturnidad y pago a la Sociedad Aranzadi (para algo están los amigos; si ignoraban a quien proscribían, bastaba que hubieran leído los sepulcros o preguntado a cualquiera), expulsaron a todos los fallecidos de su Cripta, ya fueran jóvenes, ancianos o capellanes. Ignoro cuánto dinero supuso a los ciudadanos la maniobra, cosas de la transparencia, pero estoy seguro de que costará aún otro riñoncillo; que Asirón dispara mucho cuando es con pólvora ajena.

Demostrado está que el cuatripartito es más de romper que de construir; véase como se jacta de haber quitado cientos de placas, (por el número, deduzco que de viviendas sociales), mientras tiene graves dificultades para poner una a los servidores públicos asesinados por separatistas vascos. «Un tema delicado» (sic) para el mandamás de Estella, en este caso. O la piqueta a la que condenó esa frente al magnífico grupo escultórico de Frutuoso Orduna en la fachada gubernamental del paseo de Sarasate.

Así que algunos, en plena euforia, ya hablan de volar el edificio a los caídos pamplonés, con su magnífica cúpula y pinturas de Stolz. Mira por donde, lo de destrozar un templo votivo sí que es un recuerdo vivo de la última guerra civil.

Y la propaganda a la autoridad que hacen desde sus pancartas algunas peñas, lo suscribe.

Ahora la Justicia, a la que una vez conocida la tomadura de pelo acudieron algunos agraviados, da la razón a estos. La sentencia asegura que la desalojo de los cadáveres, ni se ajusta a la Ley de Memoria Histórica ni al dictamen del Tribunal Administrativo de Navarra. Por tanto, han ordenado que vuelvan los restos a reposar donde no debieron salir. Y han dejando con el culo al aire a más de uno. Lo peor es que ya vienen siendo costumbre que se condene a ciertos cargos por violar las leyes.

Total, sus multas las pagamos los demás.

Jesús Javier Corpas Mauleón, historiador y escritor

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