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Asirón, el autócrata incomprendido

 

Ayer volví de la gala de Navarra TV para sorprenderme y escandalizarme. Una votación organizada por Diario de Noticias y atendida por más de 3000 personas mostraba que el 90% de los encuestados no estaban de acuerdo con cambiar el nombre de la Avenida del Ejército por el de Catalina de Foix. Inaudito. Asombroso.

Es incomprensible que los pamploneses (ellos y ellas) no aprueben la última cacicada (1. f. Acción arbitraria propia de un cacique o de quien se comporta de igual modo). Deberían estar acostumbrados, relajarse y disfrutar. No es como si fuera la primera. Ni la más gorda. La avenida no va a cambiar de ser porque le cambien de nombre, al fin y al cabo.

No, “quitar” la avenida a los que donaron los terrenos para construirla ni siquiera entra en el top 10 de los asironazos. Dársela a una reina protestante cuyo mayor mérito fue perder una guerra dinástica tampoco es más absurdo que la media. Repasemos algunos de los éxitos recientes de nuestro eximio cacique, digo alcalde.

Quizá la más reciente sea negarse a reconocer la decisión judicial de que la persona que designó (arbitrariamente) como responsable de la Policía Municipal no está cualificado para el cargo. El juez dice que le faltan títulos, pero el alcalde recurre. Lógico. Para lo que le queda en el convento, no va a molestarse en domesticar a otro. Total, ¿qué es un interino más cuando tiene 116 en la fuerza?

Lo de los ignorar a los tribunales es un clásico. Asirón ha ignorado resoluciones que dicen que sus contrataciones de amigos y colegas en Participación Ciudadana no son válidas. Ha recurrido todas las decisiones contrarias en su pleito con las familias a cuyos hijos desalojó de varias escuelas 0-3 para convertirlas al euskera (porque le pareció oportuno, no porque hubiera demanda proporcional a las plazas creadas). Recurre hasta las multas por poner banderas ilegalmente. Recurre tanto que ya no tiene ni que mirar cuando recurre. Lo puede hacer con una mano atada a la espalda y hasta nos deja pagar los costes legales. Y funciona: le permite hacer lo que le da la gana durante varios años.

Pero que un alcalde de Bildu ignore a los tribunales lo esperábamos todos. Lo que es sorprendente es el grado en que consigue ignorar también a los ciudadanos a pesar de sus promesas de transparencia y participación. El modo en que ha “amabilizado” el centro o Pio XII, pasando completamente por encima de las opiniones de los afectados, es un ejemplo glorioso de despotismo ilustrado. ¿Qué importa si el tráfico de Pamplona se ha multiplicado, desviándose por las Rondas, o si el comercio del centro decae? ¿Qué importa si Pio XII es ahora una trampa para ambulancias? Al alcalde le gusta así, loado sea el alcalde.

Pero Asirón no es un cacique modesto, que beneficie con sus intrépidos juicios sólo a sus ciudadanos. No, el eximio profesor de historia del arte es capaz de ilustrar al gobierno foral, haciéndoles ver el error de desalojar un grupo de okupas proetarras de un edificio foral en mal estado. ¿Qué son un par de actos de apología, unas cuantas obras sin autorizar, o incluso la organización de un local de copas ilegal? ¿Qué es la usurpación de bienes públicos sin concurso ni adjudicación? Nada, si lo dice el alcalde.

El favor del alcalde hace y deshace en Pamplona. Hace inversiones en unos barrios y las hace desaparecer de otros. Tolera venta ilegal en unos tramos de la calle pero no en otros. Hace aparecer subvenciones y perdona costes a los grupos que le gustan, desde korrikas a jaulas en apoyo de sectarios violentos en la Plaza del Castillo. Hace la puñeta a los grupos que no le gustan, a los que llega a instar procedimientos de apremio para cobrar la licencia por ocupar unos metros de acera. Hace callar a grupos que osan molestarle, como Ciudadanos: hace menos de un mes, la sabiduría del alcalde decidió que una carpa informativa al mes era demasiado, tomó medidas y (por el bien de todos) decidió no dar más licencias por una temporada. Es cierto que no tiene base legal para restringir el derecho de manifestación, pero ya sabemos que para nuestro maestro de caciques la ley sólo es una opinión de otros que siempre puede recurrirse. Indefinidamente.

Podría seguir y seguir. Podría ponerme autobiográfico y recordar sus amables consejos (“Ten cuidado, Cornejo, que a tí también te pueden reconocer por la calle”) cuando tropezamos en las redes sociales. No todos los caciques tienen el detalle de dedicar un minuto a intimidar a un ciudadano anónimo. El nuestro tiene algo especial.

Así que ¿de qué se sorprenden los pamploneses? ¿Y las pamplonesas? ¿De que el que bautizó los terrenos de la cárcel como el “Parque de la Insumisión” elimine ahora la “Avenida del Ejército”? ¿De que no contara con las opiniones de la oposición? ¿De que ignorara a los vecinos? Por favor, seamos serios. Un cacique es un cacique, y el nuestro es un fuera de serie.

Y si no queríamos un cacique arbitrario, ¿para qué le hemos votado? Porque digo yo que habrá que asumir la responsabilidad.

Empezando por los que votaron Geroa para castigar a UPN por creer que la ciudad es suya (y si no quieres arroz, toma dos tazas) y siguiendo por los que votaron Podemos o Aranzadi para sacar del gobierno a los de siempre (y ahora no saben si están en el gobierno o en la oposición porque depende del humor con que se levante el alcalde). O los que votaron IE para defender a la clase obrera (y acabaron entendiendo que todavía hay clases, y si no hablas euskera estás en la equivocada).

Sí, esos son los votos que han aupado a Asirón a la alcaldía de Pamplona. Porque Bildu no ha ganado las elecciones, sino apenas un 16% del voto. Es un efecto óptico producido por la soltura con la que el alcalde maneja el bastón y por el modo en que esos partidos han puesto Pamplona en sus manos.

Sería bonito esperar que en 2019 esos partidos sean capaces de rectificar. Que piensen en los pamploneses (y también en las pamplonesas) y no en montar frentes populares de bolsillo. Que dejen de jugar con los que rompen las barajas.

Pero por si acaso, mi consejo personal es cambiar de voto.

Miguel Cornejo (@miguelcornejoSE) es economista y miembro de la junta directiva de Cs Navarra.

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