Las declaraciones de la consejera de Interior del gobierno nacionalista vasco de Navarra, Beaumont, por las que mostraba la intención de desembarazarse de la Guardia Civil, cuanto antes mejor, no deberían sorprender a nadie.
Ese ha sido el objetivo del nacionalismo vasco desde hace mucho tiempo, su desaparición, al considerar a la Guardia Civil una fuerza de ocupación y, sobre todo, por ser la que más daño ha causado al terrorismo etarra. Al terrorismo que tanto ha ayudado al nacionalismo vasco.
No debería negociar esta trampa el Gobierno de este país. Por mucho que el nacionalismo lo pida, la negativa más rotunda. La Guardia Civil debería permanecer en esta tierra como símbolo de la lucha contra los asesinos y para quienes miran para otro lado cuando el terrorismo actúa; como símbolo de unidad, como símbolo de España en Navarra; como símbolo de las víctimas asesinadas vilmente por ETA -la blanqueada banda terrorista ETA-.