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¿Qué justifica el resentimiento sectario de la izquierda?

Esta semana seré poco original y voy a copiar, «entrecomillado» eso sí, para no ser como el Dr. Plagio, un documento que ha circulado por las redes sociales recopilando muchas cosas que algunos sabíamos y que me parece importante que se pueda leer todo junto. Mi agradecimiento a su desconocido -por mí- autor y a su inestimable trabajo, al tiempo que mis sinceras disculpas por usar su completo recopilatorio de datos biográficos. Lo que sí haré -no sería yo entonces- es acompañar el texto con algunos comentarios míos relativos a los personajes que se citan.

El documento en cuestión me llegó -vía WhatsApp- bajo el epígrafe «Carta póstuma de Franco al ser  nuevamente resucitado tras la profanación de su tumba» y puede que algunos de mis lectores también lo hayan recibido e incluso que yo mismo se lo haya reenviado. Mis disculpas por repetirme.

Empezaba la «misiva» del General omitiendo su opinión o ‘sorpresa’ respecto al «okupa» de la Moncloa, con un contundente párrafo: «De Sánchez no digo nada porque no merece ni una letra ya que no fue nada, y nunca será nada más que un traidor, incluso a los propios socialistas». Nada que añadir salvo mi absoluta coincidencia con esta opinión sobre el inane ambicioso vendido a los enemigos frentepopulistas de España, de los que forma parte encantado con tal de cumplir su sueño.

Sigue el texto con el principal causante directo -hay más- de la actual situación de bajeza moral que se extiende por España: «Pero que diría hoy Juan Rodríguez García-Lozano, abogado y asesor jurídico del Ayuntamiento de León durante mi mandato, del enfermizo desprecio de su hijo, José Luis Rodríguez Zapatero, hacia una vida de rectitud al servicio de España, sin vencedores ni vencidos. O hacia la de su bisabuelo, el teniente de Infantería Sebastián Rodríguez, que en 1934 colaboró bajo mis órdenes para sofocar la revolución golpista convocada por el PSOE y la UGT». Obviamente se refiere al intento de golpe de Estado de Octubre de ese año en Asturias -que tuvo su réplica durante diez horas en Cataluña, y que ya sabemos la forma expeditiva con la que fue cortado por el General Batet, siguiendo órdenes del recién formado Gobierno republicano que presidía el radical Alejandro Lerroux-, Aquí parece que no es muy precisa la carta -lo que se puede disculpar al tratarse de un ‘resucitado’-, ya que el citado «bisabuelo Sebastián Rodríguez» creo que murió en la Guerra de Cuba y el que lo acompañó en la revuelta de Asturias fue su hijo y abuelo de ZParo, el capitán Juan Rodríguez Lozano. Ya sabemos que la muerte de su abuelo en 1936, durante la Guerra Civil, es la justificación que el autor de la sesgada y sectaria ley de Memoria histórica de Diciembre de 2007 da a su resentimiento, alimentado sin duda desde su más tierna infancia -puede que por su abuela-. Recordemos lo que le dijo, creo que fue a la madre de Irene Villa, víctimas inocentes de un atentado terrorista de ETA: ‘Entiendo lo que sentís, a mí también me asesinaron a mi abuelo’, que demuestra su bajeza poniendo en el mismo nivel la muerte de inocentes -no digo que su abuelo no lo fuera- con una más de las muchas muertes de una barbarie, propias de una guerra civil -entre ‘hermanos’-, propiciada precisamente por las barbaridades permitidas, si no propiciadas, por los que apoyaban el bando republicano en el que militaba su abuelo, condenado por un Consejo de Guerra.

Prosigue con un párrafo dedicado a su lírica esposa «De qué torcidos valores transmitidos por sus progenitores podría quejarse la esposa de Zapatero, Sonsoles Espinosa Díaz, hija de un apreciado oficial de Intendencia y profesor en la Academia de Intendencia de Ávila durante muchos años».

No menos se ‘sorprende’ con el muñidor –‘Sé todo de todos´– de no pocas ‘tropelías’ que hoy se traducen en lo que sufrimos: «Qué cuentas familiares pendientes podría reclamar Alfredo Pérez Rubalcaba, hijo de un gran suboficial del Ejército del Aire durante mi mandato», partícipe de todas las reformas degenerativas del sistema educativo español y creador -se dice- de las cloacas del Estado, tan en boca de muchos últimamente y, en particular, tras el atentado del 11M.

Continúa con la vicepresidente del anterior: «Qué malsanos recuerdos de aquella España conserva María Teresa Fernández de la Vega Sanz, hija de Wenceslao Fernández de la Vega y Lombán, delegado provincial de Trabajo en Zaragoza al servicio del régimen anterior y que fue condecorado con la Medalla al Mérito en el Trabajo, en el 32º aniversario del Alzamiento Nacional, el 18 de julio de 1971″, juez por el 4º turno -juristas de reconocido prestigio, desconocido en su caso- hasta que fue designada jefe de gabinete del Ministro de Justicia, Fernando Ledesma, y empezó su meteórica carrera que no detallo para no alargarme, hasta el desembarco en el sillón vitalicio del Consejo de Estado del que hoy es Presidente, sin explicación jurídica o profesional en el ámbito del Derecho que -en mi opinión- lo justifique, más allá de los «rentables» puestos políticos ocupados.

No poco ‘asombro’ le produce al ‘redivivo’ Franco «Qué tribulaciones juveniles hicieron tanta mella en Manuel Chaves, hijo de Antonio Chaves Pla, coronel de Artillería, a quien tuve el gusto de condecorar personalmente cuando era comandante y estaba al frente de las tropas nacionales en el norte de África del que por cierto, su madre, fue jefa de la Sección Femenina de Falange Española y de las JONS en Ceuta«. Uno de los artífices de la ruina andaluza en todos los sentidos, la región con más paro global y juvenil de Europa, «espectador» de privilegio -según su abogado Pablo Jiménez de Parga– de la mayor trama de corrupción de nuestra ya no tan joven democracia y «cerebro» junto con otro andaluz, el conocido como Bachiller Montilla, José -Josep ahora- de la imposición de traducción simultánea en el Senado de España, para que dos andaluces hispanoparlantes «se pudieran entender». Menos mal que no vio esto el atribulado General. Lo mismo que con su sucesor en la presidencia de la Junta -que muy bien podría ser ‘Unta’, visto lo visto, si en andaluz castizo se pronuncia-: «Qué aciago episodio en la relación paterno-filial se cruzó en el camino de José Antonio Griñán, hijo de mi querido Octaviano Griñán Gutiérrez, destacado miembro de mi guardia personal en el Palacio de El Pardo».

Qué decir del gran «gestor» financiero que consiguió en pocos años, a partir de un modesto sueldo de político, uno de los mayores patrimonios inmobiliarios que se han conocido en nuestra democracia: «Qué cálidos recuerdos de su feliz niñez sería capaz de reivindicar hoy José Bono Martínez, hijo de un honrado alcalde falangista de El Salobre, en Albacete», al que sólo se le recuerda una verdad en su vida «mi padre fue falangista, y yo no soy mejor que él». Desde luego, don José. Sin duda, España «se ha perdido» un magnífico ministro de Economía para haber obtenido tan pingües beneficios de los recursos públicos, esos que no son de nadie y tan bien aprovechan algunos políticos para sí mismos.

También tiene para otro de los descubrimientos de Rodríguez, «la ex ministra socialista Leire Pajín, nieta de los jefes del Movimiento falangista en Sabero (León), cuyo abuelo paterno, Teófilo Pascual Pajín Tejerina, llegó incluso a recibir un premio de los Sindicatos Verticales franquistas en reconocimiento a su labor como administrativo de una mina». O para el «cazador furtivo», amigo del suspendido y prevaricador juez Baltasar Garzón y de su actual sucesora, Dolores Delgado, que sigue sin dimitir ni ser cesada, «Mariano Fernández Bermejo, ex ministro socialista de Justicia, hijo de un alcalde franquista, jefe local de Falange en Arenas de San Pedro (Ávila)», el de la reforma del ático a cargo del presupuesto, heredado de la ministra de Vivienda que regalaba zapatillas para buscarla.

Capítulo aparte merece la pionera del lenguaje inclusivo -recordemos aquello de «jóvenes y jóvenas»-, la sin par «Carmen Romero, exesposa de Felipe González e hija del que fuera coronel médico del Ejército del Aire y concejal de Sevilla, Vicente Romero y Pérez de León, que luchó con honor y valentía en el bando nacional durante la guerra civil».

Termina la «misiva de ultratumba» el ahora más recordado que nunca desde su época como gobernante «General Franco», con unos párrafos impecables que suscribo: «Aquellos españoles sirvieron a  España con lealtad y devoción porque, felizmente para todos, estaban al servicio de un ideal supremo que aglutinaba a todos nuestros compatriotas, sin banderías ni bandos, sin discutir los unos con los otros, sin hechos diferenciales, sin ayudas a los de fuera antes que a los de casa, sin separatistas, sin bandas criminales internacionales, sin familias desestructuradas, sin impuestos abusivos, sin feministas rabiosas, sin políticos insaciables, sin el desdoro como forma de conducta, sin libertinaje».

«Lo que hicieron esos españoles, y los millones de españoles cuya memoria se pretende hoy proscribir del patrimonio emocional colectivo, fue trabajar para dar vida a la nación, aprovechando el agua que pudimos mediante la creación de pantanos, proyectando industrias derivadas del campo, buscando los hombres más idóneos para aumentar la producción»«De ese modo es como levantamos un país: con honradez, con orden, con trabajo, con disciplina y con paz».

«Justamente los valores que vosotros, socialistas, no representáis ni habéis representado nunca, siendo ésta la causa principal de vuestro odio, de que pretendáis exhumar mi cadáver y enterrar al mismo tiempo el amoroso recuerdo de una España de la que no merecéis ni el aire que respiráis por traidores, que os empequeñece por no tener ni el más mínimo ápice de vergüenza y os envilece tanto, por envidiar a gente de bien, llena de unos valores humanos y éticos que jamás vosotros  tendréis ni en vuestros mejores sueños».

Añado a esta perplejidad la mía propia, porque parece incomprensible tal resentimiento y sectarismo por parte de unas generaciones que descienden directamente de personas muy vinculadas al bando ganador que sin duda no los recibieron de ellos y vivieron sin ninguna traba ni limitación gracias a lo logrado por ellas, tras evitar que el comunismo se apoderase de España, obteniendo educación y sanidad públicas, seguridad, vivienda, etc., en un régimen democrático con todo a favor para haber mejorado la situación estable heredada de sus padres y abuelos. Podrían entenderse tales sentimientos de los sucesores del bando perdedor, si sus predecesores reinsertados en la sociedad española no hubieran sido recibidos con un afán integrador y de reconciliación en 1977, refrendado por una Constitución -hecha entre todos- próxima a cumplir cuarenta años en pocos días, pero no de los que también fueron beneficiarios de los anteriores logros y que han tardado bastante en aparecer con claridad, curiosamente dos generaciones después -nacidos después de 1975- que ni vivieron ni desgraciadamente conocen en su inmensa mayoría la verdadera Historia de España, sino deformada por los intereses de los que siempre fueron sus enemigos, los nacionalismos y el comunismo -que no le perdonará a Franco que los derrotara en 1939, único país capaz de hacerlo en su ya largo siglo de existencia, ruina y muertes- a los que la acción de unos, iniciada tal vez en 1978 -puede que no con este alcance- y deliberada ya en este siglo, y la pasividad de otros, le ha dado unas alas que pueden dar al traste con lo conseguido desde entonces porque el neocomunimo ha arraigado con fuerza desde su propaganda de siempre que no descansa.

Lo afirmo con la rotundidad y la legitimidad que me otorga formar parte de esas primeras generaciones de la postguerra, que no ha recibido consignas ni mensajes del lado vencedor como falazmente se repite insistentemente ni se nos transmitió el odio hacia el derrotado, sino el respeto, el esfuerzo y el mérito como valores y principios de comportamiento, entre otros muchos.

Así pues, termino como lo hace el texto que he reproducido y comentado, políticos Socialistas -con muy escasas excepciones pasadas, «No sois dignos ni de lástima«.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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1 Comentario

  1. José F. Feijóo Carrasco

    Suscribo íntegramente tu publicación; algunos conceptos que reflejas los tengo o bien publicados o comentados. Gran artículo y grandes reflexiones; el que quiera entender que entienda y aquellos que los ojos cerrados tienen por el odio y la venganza, que los abran y reflexionen. Llevan anclados en la guerra civil desde que Franco cerró los ojos, no antes, por si acaso.

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