Pedro Sánchez (c) preside la reunión del Consejo de Ministros, en el Palacio de la Moncloa. EFE
La polémica interesada de la exhumación de los restos mortales de Francisco Franco del Valle de los Caídos ha vuelto a poner de actualidad el Franquismo.
Hacía años que no se hablaba tanto de Franco en España. El gobierno de Sánchez ha pretendido “apuntarse un tanto”. Dictador por aquí, dictador por allá, pero nada más.
Tras las declaraciones de la familia Franco, opuesta a la exhumación, pese a los intentos del gobierno por mostrar otra realidad, y tras el ridículo más espantoso de la vicepresidenta, señora Calvo, en el Vaticano, el horizonte no parece que se presente nada halagüeño para la resolución de un problema generado por el propio Gobierno.
Cada vez son más, quienes opinan que a los muertos debe dejárseles donde están, descansando en paz. Una paz que, quienes alientan la venganza y el revanchismo, la turban.
Son ya más de 40 años los que han pasado desde la muerte de Franco. Generaciones de españoles han nacido después de su muerte. Su exhumación y posterior inhumación son problemas que solo ve el Gobierno.
Mientras tanto, aún hoy, miles de españoles no llegando a fin de mes y con unos índices de pobreza máximos, como hacía mucho tiempo que no se veían en este país. Y eso el Gobierno no lo ve, o no lo quiere ver, sigue ciego.
