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Pablo Casado quiere una Galicia portuguesa

En el año 2005, el socialista Pasqual Maragall, entonces presidente de la Generalidad, lanzó la idea de que Cataluña debía solicitar su incorporación a la Francofonía, la comunidad de países de lengua francesa.

La propuesta se interpretó, correctamente, como un intento de acentuar las diferencias con España, de pretender que el catalán tiene más que ver con el francés que con el español y de buscar un apoyo internacional y un paraguas protector alternativo (en este caso, Francia) para ir preparando la ruptura.

La idea de Maragall la retomó posteriormente Artur Mas, que envío el 25 de abril de 2014 una carta al Secretario General de la Organización Internacional de la Francofonía, solicitando el ingreso de Cataluña como miembro observador.

Tanto el intento de Maragall como el de Artur Mas quedaron, en teoría, formalmente en nada, porque la incorporación de una región no soberana a la Francofonía tiene que ser autorizada por el gobierno español. Pero lo cierto es que desde 2008 el parlamento catalán sí se ha incorporado a las reuniones de uno de los principales órganos de esa comunidad de países de habla francesa: la Asamblea Parlamentaria de la Francofonía.

Allí estuvo, por ejemplo, Carme Forcadell el 8 de julio de 2017, en la reunión que dicha asamblea parlamentaria celebró en Luxemburgo, para denunciar la, según ella, «persecución judicial» que los separatistas catalanes sufren.

Allí estuvo el 7 de julio de 2018 Roger Torrent, en la reunión que dicha asamblea parlamentaria celebró en Quebec, alertando de la, según él, «regresión de derechos y libertades fundamentales» en España y criticando el encarcelamiento de «los presos soberanistas».

Es decir, que si bien Cataluña no es miembro formal de la Francofonía, el separatista de turno que preside el parlamento catalán sí que utiliza el altavoz internacional que el órgano parlamentario de esa comunidad le proporciona para insultar a España e intentar conseguir apoyos al ‘procés’. Y todo ante la complaciente inacción de los gobiernos sucesivos de Zapatero, de Rajoy y de Sánchez.

Una nueva muestra de deslealtad de los separatistas, una nueva muestra de los intentos de los separatistas por ir destruyendo España poco a poco y una nueva muestra de la inacción cómplice de los sucesivos gobiernos centrales, ¿verdad?

Bueno, pues el pasado 11 de octubre, hace nueve días, tuvo lugar el debate anual de política general en el parlamento gallego. Les recuerdo que en Galicia gobierna el PP con mayoría absoluta. En ese debate, el Bloque Nacionalista Gallego presentó la siguiente proposición, que les leo textualmente:

«El Parlamento insta la Xunta a adoptar las medidas que sean necesarias, antes de finalizar la presente legislatura, para impulsar la solicitud de admisión de Galicia como miembro en la Comunidad de los Países de Lengua Portuguesa. Asimismo, insta al Gobierno gallego a desarrollar de manera real y efectiva la Ley Paz Andrade para el aprovechamiento de la lengua y cultura portuguesas convocando plazas docentes de portugués en la próxima oferta pública de empleo dirigida a la enseñanza y a dotar de presupuesto en las cuentas para 2019 la aplicación de esta ley.»

Esta proposición del BNG fue aprobada por unanimidad de todos los grupos parlamentarios: el PP, el PSOE, la marca blanca de Podemos en Galicia y, por supuesto, los separatistas gallegos.

Se lo repito, por si no ha quedado claro: el Partido Popular de Pablo Casado, que cuenta en Galicia con mayoría absoluta, acaba de aprobar hace nueve días una proposición de los separatistas del BNG instando al gobierno de Alberto Núñez Feijóo a solicitar el ingreso de Galicia en la comunidad de países de lengua portuguesa, la Lusofonía.

Exactamente la misma jugada que en Cataluña: buscar la manera de separar poco a poco a Galicia de España, negociando apoyos internacionales y acercándose a cualquier país alternativo, en este caso Portugal. Mera preparación del terreno de cara a cualquier intento futuro de desconexión.

Con un agravante: en el caso de Cataluña, la jugada es solo política, no lingüística. No ha habido ningún intento de acompañar los gestos políticos con un acercamiento del idioma catalán al francés. En el caso de Galicia, la jugada es también lingüística. Los intentos de sustituir el gallego tradicional por un gallego artificial en el que se acentúen las diferencias lingüísticas con el español han quedado superados hace tiempo. Desde hace años, los separatistas gallegos están actuando para que se incorporen cada vez más lusismos al idioma, con el fin de ir acercando el gallego al portugués.

Pero lo grave no es lo que quiera hacer el BNG, que es una fuerza minoritaria. Lo grave es que en Galicia, como antes en Baleares, no son los separatistas los que van poco a poco intentando acentuar las diferencias con España: es el Partido Popular. Lo único que varía con respecto a los separatistas catalanes es que el Partido Popular va haciendo pasito a pasito y de manera callada lo que los separatistas catalanes hacen de golpe y de manera pública.

Y no hablamos, insisto, del PP de Mariano Rajoy, sino del de Pablo Casado. La votación a favor de incorporar Galicia a la Lusofonía ha tenido lugar hace nueve días.

Saquen ustedes sus propias conclusiones.

Luis del Pino, Director de Sin Complejos en esRadio, autor de Los enigmas del 11-M y 11-M Golpe de régimen, entre otros. Analista de Libertad Digital

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