Iglesia prerrománica de San Salvador de Valdediós, conocida popularmente como "El Conventín de Valdediós", en el concejo asturiano de Villaviciosa. EFE/Archivo
Con cierto tufo electoralista y aire desamortizador, la pronta publicación de los bienes de la Iglesia, por parte del Gobierno, parece querer provocar un aumento de la tensión anticlerical que se respira, fundamentalmente, dentro de la izquierda y extrema izquierda de este país.
Y es que no se perdonan las inmatriculaciones, o lo que es lo mismo, el levantamiento de escrituras de propiedad que, como consecuencia del cambio en las leyes, la Iglesia ha realizado en estos últimos años.
Catedrales, iglesias, monasterios, ermitas, siempre han sido de la Iglesia. Ahora, mediante una argucia legal, con la publicación de dichos datos, se quiere abrir memorias olvidadas, revanchas escondidas que solo pretenden crear una atmósfera de hacer creer que “todo va bien” y hay que seguir votando a Pedro Sánchez.
La Iglesia no debería mantenerse “al pairo”, a verlas venir, sino reaccionar y no justificar. Dejar bien claro quién ha mantenido el legado de aquellos primeros cristianos, quién ha cuidado y mantenido miles de edificios que, de otra manera, no existirían.
Los acuerdos establecidos entre la Santa Sede y el Gobierno de España, en el llamado Concordato, establecían claramente quién cuidaba y quién era el legítimo dueño de los bienes artísticos existentes en los establecimientos religiosos y quién tenía que sufragar parte de los gastos de su mantenimiento.
Todo lo demás, “agua de borrajas”. Intentar quitar una propiedad a quien la ha mantenido durante siglos sería una injusticia manifiesta y eso el gobierno lo sabe. Todo lo demás electoralismo y «revanchismo». Ahí queda.
