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Sánchez, 25 años

Veinte años no es nada, dice el tango; veinticinco, poco; una edad magnífica, como una fecha redonda y bonita a fin de celebrar conmemoraciones hermosas. Y acaba de cumplir el cuarto de siglo de aquella salida a hombros de Sergio Sánchez en la corrida de San Fermín Chiquito, cuando con buen tranco se arranca igual cifra como doblador. Así, la conmemoración por el desoreje de Frutero me parece causa para glosar a este importante torero navarro. Porque el abandonar el ruedo de tal guisa se debió a dos apéndices de una res, que pregonan más arte que uno a cada.

El de Cintruénigo tenía tanta vocación, que en el 84 marchó a estudiar a la Escuela Taurina de Madrid. El aprovechamiento lo demuestran setenta y una novilladas con caballos, tras veinte sin equino.

Tomar la alternativa en Pamplona no es baladí: normalmente ocurre ante un toro con trapío y observado por cuarenta mil cristalinos, tuerto arriba o abajo. Sánchez Chivite no pudo diplomarse a la primera (7-7-1990), ya que resultó cogido de manera angustiosa al banderillear a un Marqués de Domecq. Intervenido de sus heridas, la tomaría a la semana ante el «condeso» Algabeño, para confirmar al día siguiente en Las Ventas; el astado, Astudito.

Luego vino una carrera cimentada sobre hierros míticos. Recuerdo los Miura en Bilbao la temporada del 91. Paliza contra las tablas a Pedro Herraiz «Madriles», de su cuadrilla, (el respetable, con los pelos de punta) y Sergio herido en un muslo al estoquear el que abrió, lidia y triunfa. Clavó reunidos los doce garapullos; mérito ante la A coronada. En consecuencia, sortea en ese ruedo de continuo, tanto los de Zahariche, como Palha o Guardiola, con figuras de la talla de Ruíz Miguel o Dámaso. Veinte fueron sus anuncios esa temporada. Trepa el escalafón de centenar y medio, hasta el veinticuatro, por festejos, y decimonoveno, en cuanto a pabellones cortados. Ese año, la afición lo izó en volandas frente a lo de Albarrán, Vicente, Hermanos Zapatero, El Toril, Ortigao, Pérez-Tabernero, Alonso, y Bernardino Giménez. Entre el pelo empuñado, de los Manuel Sánchez, Mateos, Albaserrada, Buendía, Dionisio Rodríguez, Bernardino Giménez o Nieto. Volteó el ruedo con Conde de la Corte, Miura, Buendía, Molero, Veiga Teixeira (tan simpático este marqués como el de Taracena, José Luis), Castillejo o Gervás. Y Ovacionado tras Cuadri, Martin, Frías o Portón. Año de gran tauromaquia foral, la corrida de Moreno era premiada en Tarragona mientras Paquiro arrollaba en la novillería.

Un servidor, entoces pertenecía a los jurados de «Toro más bravo» y «Mejor vara», así como a las directivas de alguna entidad taurina; a pesar de ello, España no descarrilaba tanto como ahora.

Frutero, desorejado por Sergio Sánchez en San Fermín Chiquito del 93

Sergio aún creció en tardes. Sumó ciento cuarenta y un paseíllos de cuatreños-cinqueños, entre Vista Alegre, las Castillas, Andalucía, Extremadura o la Comunidad Foral. Desde tendido, barrera o callejón, presencié sus trasteos; dinero bien gastado. Me fue imposible acudir a algunos triunfos, como Jaén; otros vi por televisión.  ¡Y qué pares a aquellos armados Conde de la Corte contempló la capital navarra! La misma en que, cobrada oreja con fuerte petición de la segunda, la lluvia impidió firmar con el otro Cebada Gago apertura de la Puerta.

Los lectores, tan considerados conmigo, me perdonarán alguna equivocación u olvido. Todo lo que antecede la palabra «memoria» es parcial, así que solo le he fiado parte, completada con notas.

Además, hay que decir que es espada respetado y querido. Así, lo he encontrado anfitrionando al Fundi, en conferencia con Dávila, o ayudándonos en la venida de Aparicio para deleitarnos, toreo y canto, en finca La Serna de Macua; Sergio, siempre por la labor. Incluso ha reaparecido en apoyo de Javier Marín, a quién apodera. No extraña que este le bridara el toro de su alternativa o Toñete el último 5 de julio.

Sin embargo, me pareció que la solanera, cuando por última vez desenfundaba la muleta en el coso de la Misericordia (el capote lo sigue usando), estuvo distraída; algo fría tras la Miurada. No me gusta lo de «nadie es profeta en su tierra», como tampoco que un alcalde dirija una Pamplona en que no vive.

Quisiera suplir los aplausos de quienes no se enteraron que el diestro se despedía (otro Sánchez debiera hacerlo hoy) La ovación -a Sergio, no a Pedro-, mereciera decibelios de Calanda. Vaya desde aquí la de un servidor.  En Corella, corrían estas fechas del 99, cuando se desprendió la castañeta, nuevamente tocando pilosas suficientes para no andar.

Aquel chaval que en el 93 desorejara 524 kilos de grandes pitones; aquel Frutero 30 de Ortega, que permitió salir por la entrada del encierro a quién hoy, tras ella, protege corredores. El joven que la cabalgó hace apenas veinticinco septiembres. Lo narro con apuntes: la memoria es caprichosa.

Jesús Javier Corpas Mauleón, escritor y empresario

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