La votación llevada a cabo ayer en la Junta de Portavoces del Parlamento navarro rebela, una vez más, el enorme complejo o incoherencia, en este caso, que tiene la llamada derecha o centro-derecha de este país, o mejor dicho de esta región española.
Dicho complejo es el miedo atávico que se tiene “al qué dirán” o lo que es lo mismo a que le llamen retrógada o fascista, para más INRI. Tras declaraciones en contra, llega el momento y votan «por puntos».
No ser capaces de oponerse a una declaración como la aprobada ayer, por la que se acepta la llamada «normalización» y «extensión» del batúa, que llevan utilizando los partidos nacionalistas vascos, es una sinrazón que se opone a todo lo que los llamados «constitucionaíistas» defienden y denuncian. Un ejemplo aquí, Leiza.
El vascuence milenario que estas personas “de tomo y lomo” se empeñan en no perder, nada tiene que ver con el batúa del nacionalismo vasco de ahora. Un batúa artificial, creado en un “laboratorio”, en una academia de la lengua vasca, que utiliza un idioma para separar, para aislar a quien lo habla, del resto y construir una nación.
La llamada «normalización» ha querido “barrer del mapa” todo lo que mostraba resistencia. En muchos casos lo ha conseguido, en otros todavía no. Esperanza que aún queda en muchos lugares, una esperanza que lucha contra la imposición, que no entiende de complejos.
Flaco favor se hace a esta resistencia cuando no se rechaza el miedo y la imposición y se acepta el complejo. Y vaya que si lo tienen.