El peneuvista y presidente del gobierno vasco, Iñigo Urkullu, aprovechando que el Gobierno del señor Sánchez es muy débil y en compensación por “favores prestados”, intenta conseguir su famosa nación vasca.
¿Cómo? Mediante la reforma de su Estatuto de autonomía para que el concepto de nación aparezca y sea reconocido. Así, de esta manera, las relaciones con el Gobierno central pasarían a ser de iguales, es decir, nación contra nación.
La excusa siempre es el desarrollo estatutario y que no se han traspasado el 100% de las competencias. Siempre el mismo argumento; siempre la excusa que permite tener a un Gobierno a su sombra, para conseguir, con ello, las mayores ventajas posibles.
Urkullu y acólitos parecen tener mucha prisa. Saben que no queda tiempo e intentan obtener del Gobierno las mayores ventajas posibles.
Sánchez sabe que le queda poco tiempo. Si no consigue aprobar sus presupuestos, pese a todas las artimañas legales, aunque indignas, posibles, su tiempo se ha acabado. Aunque quizás ya lo haya hecho.
Su plagio, según lo publicado, no ya sólo en su tesis, que existe, sino en su libro, puede alcanzar proporciones mayúsculas y, con ello, también sus problemas, que pueden hacerse insuperables. Será su fin.