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España gana a la guerra a Marruecos

  • Por José V. Ciordia, historiador

Tal día como hoy, un ocho de septiembre de 1925, se producía el llamado desembarco de Alhucemas, el primer desembarco de infantería apoyado por carros blindados, buques e incluso unidades aéreas de la historia en la bahía de Alhucemas (al norte de África). Aquella jornada, la cual pondría fin a la guerra en el Protectorado, sentó las bases de lo que, casi una veintena de años después sería el «Día D» de los aliados en Normandía.

El calendario marcaba entonces el comienzo del siglo XX, una época en la que cada rincón de Europa andaba revolucionado por conseguir expandir sus posesiones en el norte de África, la nueva tierra prometida. De este pastel africano, se cedía a España el Protectorado de Marruecos (el cual incluía, entre otros territorios, el Rif y Yebala).

Rápidamente la zona se convertiría en una zona rebelde que no estaba dispuesta a admitir nuestro rojo, amarillo y rojo. Sin más remedio, desde la Península comenzó el envío masivo de miles y miles de soldados. Hombres que, en muchos casos, carecían de la preparación y el equipamiento necesario.

En el año 1921, el ejército español, cansado de tanta guerra, decidía asaltar Marruecos para acabar con la rebelión. No se podía cometer un error mayor, pues, lejos de rendirse, los marroquíes infligían, una tras otra, humillantes derrotas al ejército español Hasta que llegó el general Primo de Rivera para dar solución, de una vez por todas, al conflicto.

Tras llevar a cabo un estudio exhaustivo, Primo de Rivera tomó una decisión arriesgada: atacar el corazón de la revuelta a través del mar con un desembarco masivo de tropas franco-españolas. El propósito de la operación anfibia consistíia en el desembarco de dos brigadas reforzadas para ocupar una base de operaciones en la zona de Alhucemas».

De esta forma, se estableció como objetivo principal la toma Alhucemas (ubicada en el norte de Marruecos a un centenar de kilómetros de Melilla).Así pues, se determinó que la operación se llevaría a cabo a principio de septiembre de 1925 y que contaría con el apoyo de la marina y la fuerza aérea. Con todo, el peso de la maniobra recaería sobre dos columnas de infantería que partirían desde Ceuta y Melilla. De esta forma, el de Alhucemas se convertiría en el primer desembarco aeronaval de la Historia, una maniobra que, años más tarde, se repetiría en las playas de Normandía de manos del bando Aliado.

El mando supremo lo asumió, como no podía ser de otra forma, Primo de Rivera, que, a su vez, contó bajo sus órdenes con los generales Sanjurjo (ejército de tierra) Soriano (fuerza aérea) y Yolif (armada).

En total, entre España y Francia lograron reunir un contingente de 13.000 soldados y más de una veintena de piezas de artillería. A su vez, y por primera vez en la Historia militar, varios carros de combate serían desembarcados a través de barcazas para apoyar el asalto de la infantería. Por su parte, la Armada colaboró con dos acorazados (el «Alfonso XIII» y el «Jaime I»), 4 cruceros, 2 destructores, 7 cañoneras, 11 buques guardacostas Uad, 6 torpederos y el portahidroaviones «Dédalo».

Finalmente, las fuerzas aéreas no se quedaron atrás y aportaron al contingente desde bombarderos ligueros «Breguet» hasta varios cazas biplanos «Bristol». «La incipiente aviación militar contribuyó con más de un centenar de aviones que, junto con la aeronáutica naval y los aviones franceses sumaban más de 150 aeronaves»

En la playa desembarcaron 13.000 soldados apoyados por 150 aviones. Y es que, en contra de los españoles se ubicaba en Alhucemas un enemigo que no era, ni muchos menos, incompetente. Los marroquíes habían logrado ubicar en las proximidades nada menos que 9.000 rifeños quienes, apoyados por expertos contratados a sueldo procedentes de varios países, habían sido entrenados en el uso de las diferentes armas de mano y artillería. A ellos se sumaban 14 cañones de campaña de 70 y 75 mm robados en anteriores operaciones a los españoles, incontables fortificaciones, decenas de nidos de ametralladoras e, incluso, centenares de minas que habían sido enterradas a lo largo de una de las playas donde se realizaría el desembarco.

En la mañana del día 8, y a plena luz del día, el silencio de la mañana quedó roto por el tronar de cientos de cañones que, desde los buques españoles y franceses, soltaron sus proyectiles sobre las posiciones defensivas de los rifeños. Su misión: apoyar el desembarco y evitar que pudieran llegar refuerzos enemigos a la playa. A pesar del humo de la artillería, desde los navíos se podía distinguir perfectamente el campo de batalla, un terreno amplio flanqueado a la izquierda por dos cabos (Morro Viejo, más cercano, y Morro Nuevo, más alejado) y a la derecha por el monte Malmusi. Delante de todos estos accidentes del terreno se ubicaban las dos playas a conquistar: la de la Cebadilla (centro) y la de Ixdain (derecha). Todas quedarían teñidas de sangre al final del día.

Ejército de Marruecos, rama del Ejército de Tierra de España desde 1912 hasta la independencia de Marruecos en 1956. Wikipedia

La columna del entonces coronel Franco fue la primera en tomar tierra. El reloj marcaba las 11:40 de la mañana cuando los soldados partieron. Las primeras columnas en embarcar en las «K» fueron las comandadas por Francisco Franco y el coronel Martín –con 4.500 y 2.800 hombres respectivamente-. Estas, navegaron en una quincena de barcazas bajo un leve fuego de artillería y fusilería rifeña hasta llegar a la playa. Por suerte, fueron apoyadas no solo por los buques aliados, sino también por la aviación que -guiada por el globo de observación- acabó con varios cañones enemigos.

Sin embargo, la situación se complicó al llegar a la playa pues, debido a una serie de errores en los cálculos, las lanchas no pudieron arribar directamente en tierra. «Vararon a las 12 en punto las “K” más adelantadas, quedando como a unos 50 metros de la orilla y más de uno de profundidad, siendo inmediatamente lanzadas las planchas de desembarco por las que las fuerzas, sin la menor vacilación, con el agua al pecho y el armamento en alto, pusieron pie en tierra», destaca el oficial español. Lo mismo sucedió a los blindados «Renault» los cuales, lanzados en las primeras oleadas, no pudieron desembarcar hasta el día siguiente al ser para ellos imposible atravesar el metro de agua ubicado entre los transportes y la playa.

A su vez, las dificultades para los españoles no acabaron al pisar tierra firme, ya que -desde los montes- los rifeños les recibieron a base de ametralladora, fusil y artillería. Con todo, el fuego fue devuelto con rabia por los soldados de la Legión que, con las balas silbando cerca de sus cabezas y sus compañeros cayendo a decenas, avanzaron hasta el flanco izquierdo para tomar posiciones cerca de la playa de la Cebadilla. No había otro remedio, pues había que asegurar la zona para la siguiente oleada. Con el paso de las horas, finalmente se consiguió tomar parte de la playa y el Morro Nuevo a base de bayoneta calada y con el peligro de alguna que otra peligrosa granada lanzada por los defensores.

Las hostilidades no terminarían hasta tres días después y concluirían con la victoria española que pondría fin a la guerra de Marruecos.

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