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La libertad en grave peligro

En Navarra, donde desovó el toreo a pie y se incuba el mejor a caballo, nido de hierros legendarios, espadas buenos y encierros corajudos, no es la primera vez. Tras cincuenta años de asesinatos separatistas, los obsequiados con nuestro Rozalejo han comprobado como la violencia funciona ante ciertos gobernantes. Y otros reinstauran la kale: ahora los atentados han ido contra la Fiesta. Cierto que solo escasos antitoros actúan así; los hay de diversas índoles.

Unos lo son por crear diferencias falsas. Para ello han proscrito ese arte en la taurinísima Cataluña, cuna de diestros como Cabré, Bernardó, Serafín o los Corpas Brotons (Paco alternativó aquí, en Pamplona, un 7 de julio). Pese a la sentencia judicial, los coaligados de Barcelona han conseguido con sus tretas que muchos catalanes tengan que pasar a Francia, donde se han duplicado las corridas. Mientras, los independentistas consumen tres mil cerdos diarios hechos fuet de Casa Tarradellas. En cambio, a los barceloneses el cierre de la Monumental les costó un dinero por el contrato vigente.

También, el «confluencio» alcalde de La Coruña, encasquetándose el derecho por montera, los ha vetado. Lo mismo que hizo la Bildu de Asirón en la ciudad del dominus Ostia. Pero, con la caída del consistorio bildutarra, Sanse recuperó esa libertad. Así mismo, los persigue el cuatripartito ibicenco, pese a que la isla tiene una figura del toreo como Antonio Ferrera.

Entre los de argumentario animalista, hay variedad. Unos se limitan a no asistir, o abogan por la supresión. Otros, más extremistas, opinan que quién tiene cualquier mascota es «un secuestrador» (sic). Los de más allá se manifestaron hace unos días en contra del ordeño de cualquier animal, (parece broma pero lo hicieron, en serio), aunque eso suponga la desaparición de mucha gente, y hasta de las propias vacas entre infecciones. Queridos ganaderos de carne o leche, de raza navarra o lacha, de huevos, de frisona o pirenaica, andad con ojo; sois los siguientes.

Un individuo, enriquecido por ZP con la sexta cadena televisión, que vendió al poco en uno de los mayores pelotazos del nepotismo patrio, escribe en su digital Público:

«La orquesta toca para que no se escuchen desde la calle los chillidos» (sic). En primer lugar, el vacuno no chilla, brama o muge. Y rara vez el bravo en el coso, más en el campo. Conviene aclararle que hay plazas donde nunca suena la música durante la faena, y también en las que solo cuando presidente o director de banda opinan que hay lucimiento. Siempre, se hace el silencio para la suerte suprema.

«A la res primero la dejan tetrapléjica para matar después» (sic). Como conoce cualquiera, es absolutamente imposible estoquear a un morlaco con parálisis, ni al encuentro, ni recibiendo ni al volapié.

«Los taurinos que van a la plaza se dirigen a increpar a los manifestantes»(Sic). No, son estos piquetes antis lo que acuden a la puerta para proferir injurias graves (asesinos, torturadores etc.) contra los pacíficos aficionados que sacan su entrada. Allende los Pirineos no lo pueden hacer, pues tiene prohibido manifestarse a menos de mil metros, y la gendarmería lo hace cumplir a rajatabla.

Y este pollo larga bastante más que estos tres embustes, no se llama Pedro sino Jaume, antes de que cante el alba.

Algunos suben otro peldaño en su particular Rebelión en la granja, cumbre Orwell, y sueltan visones extranjeros con grave perjuicio para los europeos, que resultan desplazados, acosados y en peligro de extinción. Los hay que trepan por ese gallinero, hasta el ataque con cócteles Molotov contra la plaza de Acho, dieciochesco monumento nacional peruano. En él, casi queman vivos a dos docenas de bóvidos y equinos. El siguiente escalón fue una bomba, que hirió a treinta personas también en esa nación. Sin ir más lejos, yo asistí al desalojo del ruedo vitoriano cuando, tras los habituales insultos de orcos ante la puerta, la Ertzaina tuvo que vaciar deprisa por amenaza de artefacto. En la tierra de Mazzantini Eguía, quién del traje de luces llegó a la cartera ministerial; de Cocherito, Iván Fandiño, Zorita, El Estudiante y tantos otros diestros vascongados…

Existen dos precedentes de que el fanatismo consiguiera un anatema:

Pío V fue jefe de la inquisición antes que papa; cacareaba el siglo XVI. El pontífice pensaría: Si he logrado censurar la Capilla Sixtina, ¿qué no tachará mi Super prohibitione agitationis Taurorum & Ferrarum contra los asistentes a la tauromaquia?». Fracasó. Su excomunión, incumplida, fue revisada por Gregorio XIII al poco.

Estupendo pase de pecho de Javier Marín. Foto, Jesús Javier Corpas Mauleón

Le siguió Carlos IV, idéntico al presidente actual en no haber sido votado y defender únicamente los intereses de la mujer; de la suya solo, claro. Italiana como Pío, María Luisa de Parma con su amante Godoy, impelieron al rey para suprimir la lidia, recién asomaba el pico la XIX centuria. Tras las abdicaciones de Carlos y su hijo Fernando VII, el ilustrado francés José I Bonaparte abolió la prohibición.

A veces sueño que, cual ponedora asada en Santo Domingo, abandonan sus tumbas del Panteón Real escurialense esos dos tiranos monarcas (¿Alguien ha pedido exhumarlos del mausoleo que mantiene Patrimonio Nacional?). Tornan para llevarse el oro con los seguidores de Hugo Chavez, Negrín, Largo Caballero, Carrillo, Pujol, los Arana u Otegui. Y entre todos, desplumarnos de nuevo; como en el XIX, los años 30 o ahora. Entonces despierto, vaya pesadilla, para sorprenderme con el comunicado de Geroa Bai ante la agresión al Club Taurino pamplonés. «Condenamos las pintadas…» (Sic). ¿Los destrozos en la cristalera no? ¿Pretenden rebajar el asalto ante la opinión pública? Con la coletilla, « porque dificultan el necesario debate sobre el futuro de los toros…» (Sic). Nada nuevo.

Convendría no volver al pretérito, como obsesiona a algunos políticos de cuello vuelto. No pavoneen tanto sus crestas piándola en la jaula del pasado: se rebozarán, y nos rebozarán, de guano al alborotar el corral.

Llegados aquí, por no pasarme de faena y que me toquen los tres avisos, doy salida al astado artículo con kikiriquí, muletazo creado por Joselito «el Gallo»; este sí con espolones.

Jesús Javier Corpas Mauleón, escritor y empresario

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