La Constitución española de 1978 cumple este año 40 años.
40 años en los que ese conjunto de normas, denominado Constitución, ha visto cómo desde las llamadas Comunidades Autónomas, creadas precisamente por ese marco normativo, se ha querido “saltar a la torera” innumerables leyes basadas en la Constitución.
Ha visto también como el autogobierno de esas comunidades autónomas ha querido, y quiere, “hacer saltar por los aires” el Gobierno legítimo de la nación de la que forman parte, España.
Una de ellas la catalana, y por culpa de un estatuto de autonomía que quería la desconexión con España y que, obviamente, tuvo que ser adaptado a la legalidad vigente, se ha rebelado ante el orden establecido. Una rebelión que, paradójicamente, ha provocado un cambio de Gobierno, en el que “el malo” de Rajoy pasaba a mejor vida y era sustituido por “el bueno” de Sánchez, por moción de censura y sin haber convocado elecciones.
Hoy se anuncia una reunión “al más alto nivel”, entre el presidente del Gobierno de España y el presidente del Gobierno catalán. Uno a mantener el orden constitucional, otro a que le dejen romper el orden constitucional. Mientras tanto, alguna ministro anunciando que en la Constitución “hay espacios que se abandonaron y no se exploraron”.
¿Qué quiere decir con ello la ministra?
Un cóctel, unido al «laissez faire» de Rajoy y Santamaría, demasiado intenso y, por ello, peligroso.