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Las orejas, ni cuestan ni valen lo mismo

Por Jesús Javier Corpas Mauleón, escritor y empresario

El festejo comenzó con la fuerte pitada que recibe siempre este alcalde, respondida con algunos aplausos de las personas invitadas por su ayuntamiento y el gobierno Barcos. Una pancarta clamaba «Agur Asirón» sobre unas grandes banderas de España y Navarra. Las peñas mostraron otra, esta de apoyo a los terroristas de ETA, recibiendo una sonora bronca. Durante la corrida el público cantó varias veces la canción Qué viva España.

Los Atanasios del puerto de San Lorenzo, grandotes y de encornaduras aparatosas aunque abiertas, dieron desigual juego. En general escasos de casta, el primero de Román fue extraordinario para el torero, y bueno el segundo de Ureña. El primero de este, le sirvió pero era para andar con mucho ojo, pues se vencía y se colaba. Los demás, pendientes solo de chiqueros; para el estofado.

Paco Ureña fue el matador de la tarde, aunque el mejor ejemplar lo sorteó Román. Ureña se mostró muy decidido con su primero. Lanceó con verónicas ganando pasos para sacar el toro hacia los medios, donde dio salida con media despaciosa. Después, naturales y derechazos con hondura, aguantando alguna colada. Mató de estocada y solo escuchó palmas, cuando la faena era de más. El personal debía estar en otra cosa.

Todo cambió en el segundo. El toro enseguida sonó a puerta grande. Sin embargo, el toreo fundamental con el capote, a la verónica, que ejecutó Román fue de baile de San Vito, pese a la calidad del astado. Luego, con el percal a la espalda, ejecutó unas saltilleras. Declaró intenciones marchando a brindar a sol, donde reivindicó el fin de la persecución a los toros en Cataluña. Luego se echó de rodillas para una serie de derechazos. Ya de pié, pero inclinado, lo toreo cogiendo el estaquillador por el extremo proximal, para luego corregir a donde se debe, arrimarse más, y dar unas buenas series por los dos pitones. Una acero eficaz, pero trasero y caído, le dio un apéndice de un bombón con mucha clase que debió ir al despiece sin ninguno.

Garrido solo pudo mostrar detalles dado que le cayó en fortuna lo peor. Unas notables chicuelinas y una media en el quite al primero de Román. Alguna larga al dejar a los dos de su lote ante el caballo; y un lanceo genuflexo con buen gusto al segundo. Al primero lo pasaportó de estocada caída, y el silencio cerró su turno. Al último lo finiquitó lanzándose para salir volteado, al estilo Antonio José Galán. Después, dos descabellos. Palmas de despedida.

Román tuvo por segundo un manso que solo quería marcharse. Brindó al diestro navarro Javier Marín. Y aunque lo intentó, la res no daba opción. Nada digno de reseñar. Concluyó con arma atravesada y un descabello. Silencio.

Con el cuarto Paco Ureña volvió a demostrar el sitio que reclama entre las figuras. Bien con la capa, también lo estuvo con la pañosa. Vertical, sonriente, tranquilo y pausado, endosó meritorias tandas cargando la suerte, que remató con pases de pecho de cabeza a rabo. Se tiró a matar de frente y por derecho, lo que le costó una cornada al enterrar hasta los gavilanes. No quiso ser evacuado a la enfermería sin que doblase el otro herido, y tuvo que aguantar con un torniquete. Oreja con petición leve de la segunda. Desde luego, su tarea fue superior a la de Román en el primero. El arrastre fue aplaudido. Confiemos en que las presidencias mejoren y el respetable esté más alerta.

Se le atendió de «…quince centímetros con grave atracción muscular, llegándole hasta la cara anterior del fémur» (sic).

 

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