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Bruno Mars bautiza el Wanda Metropolitano como caldero de pasiones musicales

Unas 55.000 personas han disfrutado de las canciones del hawaiano en el estadio del Atlético de Madrid

Con condición de evento histórico se ha vivido hoy el mayor concierto en la capital española de la estrella del r&b y el pop Bruno Mars, quien ha bautizado el estadio Wanda Metropolitano como recinto musical, fallido para la acústica, pero bulliciosamente conveniente como caldero de pasiones bailongas.

«¡Hola, Madrid! Teníamos que volver, es fantástico veros de nuevo. Hace calor, ¿eh?», ha comentado eufórico ante el aforo completo, ataviado con un colgante dorado, gorra y camiseta de los Chicago Bulls, en el tramo inicial de un breve «show» que apenas ha rozado la hora y media de extensión.

Especialmente relevante como núcleo del espectáculo ha vuelto a ser la presencia de The Hooligans, la dinámica banda de músicos/bailarines que lo acompaña en sus complejas coreografías o en sus compadreos ensayados, véase los culetazos andarines. En ese sentido, pocas novedades respecto a sus anteriores visitas a la ciudad.

Como diferencias, los cuadrantes de colores que convertían antes su tarima en una discoteca setentera se trasladan a dos bandas horizontales por encima y por debajo del escenario, parapetado a su vez por dos pantallones laterales.

Con esos mimbres ha tejido una vez más un «show» meticuloso en lo escenográfico, especialmente apabullante ante los números diseñados para «Runaway baby» o, casi al final, para «Locked out of heaven», aunque se han agradecido en loor de la naturalidad escénica la interpretación más desnuda de la estupenda «When I was your man».

Discutible ha sido la duración del repertorio, que ya quedó en entredicho en su anterior visita, más aún hoy, con 14 temas, tres menos que entonces, pese a disponer de material suficiente en la recámara (tres discos de éxito en el mercado) y de que el precio oficial de la entrada más cara fuera de 180 euros, es decir, a 12 euros cada tema.

Sin embargo, no han sonado ni «Grenade», ni «Gorilla», ni «The Lazy Song», ni «Moonshine» o «Billionaire».

Eso sí, del primero al último, con la salvedad quizás de «Calling all my lovelies» o «Perm», la docena larga de canciones que sí ha escogido se corresponde con las más reproducidas de su discografía, lo que ha conformado un formato fulgurante, magro en cuanto a rellenos innecesarios y plagado de grandes éxitos que han hecho de este un montaje para el disfrute inmediato. EFE

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