Desde el Congreso “a la búlgara” que “sufrió” el Partido Popular, hace ya algunos años, en Valencia, en el que salió reelegido Mariano Rajoy, presidente desde 2004, los congresos regionales o provinciales de este partido, se han caracterizado por exigir la presentación de una única lista a los órganos de dirección del partido.
Este hecho se justificaba porque para un partido “no es bueno” que haya diferentes corrientes ideológicas y se hacía todo lo imposible para que así fuera. Incluso se utilizaban todo tipo de artimañas, como ocurrió en Navarra en 2010, para “quitar” al candidato de los afiliados y dejar al del aparato, aunque luego saliera “rana”.
Desaparecido Rajoy, el Partido Popular se enfrenta a una de sus elecciones más difíciles, elegir a un candidato que devuelva al partido a las mieles de la victoria.
Pero ahora, ya no va a haber una lista única, ya no está Rajoy (aunque sí Soraya y sus «dossieres») para ordenar a quién hay que elegir. Va a haber varias. Algunas de ellas, con aires renovadores y otras, continuistas “a más no poder”. Se espera, además, que haya alguna más.
El candidato que sea elegido deberá refundar el Partido Popular; deberá armarlo ideológicamente y librarlo de los “complejos” que lo atenazan. Caras nuevas, espíritu nuevo, es lo que quieren los votantes del Partido Popular; sino, todo llevará a un desastre sin paliativos.