Una de las características que distingue a la llamada izquierda de la llamada derecha es que la primera gasta y la segunda ahorra, aunque en la actualidad no marca la diferencia. El anterior gobierno, el de Rajoy, defendía que había remediado la hecatombe económica, de su antecesor, el gobierno de Zapatero.
Llega Sánchez y lo primero que pide a sus ministros, por carta y para que quede claro -no se sabe aún si es solamente una simple operación de estética política-, que gasten solo lo que tienen y que no se pasen de su presupuesto.
Buena instrucción para controlar el enorme déficit público que tiene España, no solo aplicable a sus ministros, sino también a quienes todos los analistas políticos responsabilizan de este gasto: las comunidades autónomas españolas. Pero he aquí, que mientras pide contención en el gasto a sus ministros, concede el control de las cuentas al independentismo catalán y, seguramente, será todo oídos a las peticiones que, nacionalistas, en este caso, vascos, realizan para aumentar el gasto, como acaba de hacer la presidenta navarra, señora Barcos.
Una de cal y otra de arena. Pedir el control por un lado y permitirlo por otro, no indica seriedad en un Gobierno condenado a depender de todos menos de uno mismo. Al igual que el anterior: más de lo mismo.