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España se merece un presidente que «no» mienta

Recordemos que esta fue la frase que se hizo famosa en aquella trágica jornada de reflexión del 13 de Marzo de 2004 -víspera de las elecciones generales que se celebrarían al día siguiente- rota por uno de los personajes más siniestros de la reciente historia -con minúscula- de España, aquel que sabía “todo de todos”, el nefasto Alfredo Pérez Rubalcaba.

No voy a decir que ahí empezó el peregrinar del Partido Popular, porque creo que ya lo había hecho unos años antes, cuando en aquellos nefastos Pactos del Majestic de 1996 y los no mejores con el PNV -tras la victoria por una mayoría insuficiente del PP de José Mª Aznar-, se obtuvo una aparente estabilidad gubernativa a cambio de entregar al principal reyezuelo de las taifas sembradas por la Constitución de 1978 y al nacionalismo supremacista -entonces todavía agazapado- lo poco que le faltaba para consumarse como verdadero artífice del inicio de ruptura de la Unidad de España que, con sus periodos inciertos e incluso negros, habíamos conseguido mantener durante casi cinco siglos, hoy superados, pero en franco riesgo de perderlos. Se suprimió entonces la figura del Gobernador Civil -recuerdo de la “oprobiosa” época dictatorial franquista en la que, por cierto, a Barcelona le fue mejor que nunca en su triste historia-; se entregaron las competencias plenas en Educación -principal arma adoctrinadora en manos de un nacionalista- y se redujo de facto, al mínimo, la Alta Inspección en esta área en Cataluña, aparte de otras cosas “menores”, como la suspensión después del Servicio Militar -ya con mayoría absoluta- y haber pasado de perfil por reformas legislativas indispensables para la nación, como la propia Ley de Educación, para cambiar las consecuencias de las regresivas leyes socialistas, LODE de Maravall en 1985, “depurada” después con la dañina LOGSE que dejó éste casi preparada para que la rematara Javier Solana en 1990 -ambos con el citado Rasputín Rubalcaba de común “denominador”-, que ya empezaba a recoger la siembra y consolidó la clara supremacía de la izquierda en el ámbito universitario -craso error iniciado a finales de los 60’s- y que hoy fructifica en los niveles educativos básicos y medios, en los que se “forja” -se dirige, sería más apropiado decir- la mente del futuro elector. Tampoco se tocó la una Ley Electoral que permite una representación nacional desproporcionada a partidos regionales, muy minoritarios en ámbito estatal, de cuyo efecto nocivo vimos una consecuencia trágica hace una semana, cuando un muy escaso 0’7 % del electorado español -1’2% del voto escrutado- que dio cinco diputados al Partido Nacionalista Vasco, EAJ PNV, en las elecciones del 26 de Junio de 2016-, inclinó la balanza en la moción de censura, junto a un total de 22 partidos del más variado espectro ideológico y con ello, la presidencia del gobierno a un personaje que en las dos elecciones generales anteriores había roto, por dos veces, el ya hundido suelo que había dejado el antes citado manipulador -“el hombre que mejor miente de España” fue definido en su día, lo que no es nada fácil porque el listón está alto-. El PSOE pasó del “presidente por accidente” de 2004 al “presidente por contubernio” de 2018. Siempre, para este partido, el voto se rige más por sentimiento provocado por una ideología visceral que por la razón y el análisis y es que, como dijera el conocido empresario norteamericano, Henry Ford: “Pensar es el trabajo más difícil que existe. Quizás sea esta la razón por la que tan pocas personas lo practican”.

Pero volviendo al tema de inicio y a la famosa frase de Rubalcaba, recordemos algunas de las perlas que en sus manifestaciones públicas ha venido dejando el “avocálico” Pdr Snchz, desde el sábado presidente “marioneta de veintidós hilos”, muestra de la absoluta “coherencia”, con sus antes y sus “ahora” que se quedan en el subconsciente inconsciente de este ambicioso y mediocre personaje:

1: «Pablo Iglesias es el de Podemos, que hace de la mentira su forma de hacer política», pero como “ahora  me vota, me desdigo y lo suyo es palabra de dios” -con minúscula, claro-.

2: «Ni antes ni después el PSOE va a pactar con el populismo», pero como “ahora me vota, pacto”.

3: «El final del populismo es la Venezuela de Chávez», pero como “ahora me vota su discípulo aventajado, qué le vamos a hacer, pelillos a la mar. A ver si cae algo y Maduro me llama para sustituir  o ayudar a ZParo, mi admirado maestro en el arte trilero”.

4: «El populismo nos lleva a la pobreza y a las cartillas de racionamiento», pero como “ahora me vota el ‘pobre’ de Villa Tinaja, habrá que hacerle caso”.

5: «Nosotros, no queremos ni Partido Popular ni populismo», pero como “ahora se acercan las rebajas del verano, lo dejamos en el 50%. El otro me apoya”.

6: «Hay que empezar a plantar cara a una derecha y a un populismo. Sí, a un populismo…», remachó campanudo, elevando la voz en la entrevista. Pues, lo mismo, “lo dejamos en el 50%”.

7: «Ya le he dicho que con el populismo y con el separatismo no vamos a pactar ni antes ni durante ni después», pero como “entre los dos y algunos más me han llevado a la pensión vitalicia del Consejo de Estado, que era mi objetivo sin haber dado un palo al agua en mi vida,  es de bien nacidos ser agradecidos”.

No es buena carta de presentación -o cuando menos, siembra muchas dudas- desdecirse de tantas manifestaciones, como tampoco explicar las que hiciera en forma de promesas a uno de sus ahora apoyos, ERC, cuando negociaba con unos y otros su candidatura a la Presidencia del Gobierno en Abril de 2016, recogidas en un vídeo que vuelve ahora con fuerza, en el que el juez Santiago Vidal, suspendido por falta muy grave de “ignorancia de sus deberes en relación con su participación en la redacción de una Constitución catalana” -y no readmitido por el CGPJ por su “falta de lealtad constitucional” el pasado mes de Marzo-, explicaba ante lo que parece una asamblea de Omnium, las promesas del entonces aspirante -hoy presidente- en una reunión en la que estaban presentes el citado juez, junto a Joan Tardá y Gabriel Rufián, por parte de ERC, y el propio Pedro Sánchez  con su entonces portavoz, Antonio Hernando, y la ya Ministra de Administraciones Públicas, Meritxell Batet, en la que desbarró hasta el límite diciendo “He desobedecido al  Comité Federal  del PSOE y os he llamado, para que veáis que esto va en serio”; continuar así: “Yo sé que Cataluña es una nación, pero no lo diré nunca públicamente” -de eso ya se encargó el que filtró el vídeo-, “ que la separación de Cataluña de España, como no haya un cambio radical por parte del Estado español, es cuestión de tiempo”; “Por tanto, si la semana que viene soy presidente -no sé qué dirá ahora que lo es- por haber llegado a un acuerdo con Podemos -también tuvo su voto en la moción de censura- y vosotros me dais vuestro apoyo -que se lo dieron también en forma de voto- os prometo que nunca aplicaremos el artículo 155 de la Constitución Española -promesa incumplida hoy, porque apoyó su aplicación el pasado Octubre-. Eso sí, cuando tengamos que negociar -porque lo haremos ¡eh!, te prometo que lo haremos- si se celebra o no un referéndum, cuándo se celebra y las consecuencias de ese referéndum en caso de que lo ganéis”, para rematar su batería de ofertas con “Como yo ya sé que esa reforma constitucional que estamos prometiendo es imposible, porque necesita el soporte del Partido Popular, y eso no lo tendremos nunca, os propongo una cosa: a la mañana siguiente de que yo sea presidente -o sea el pasado domingo- una comisión bilateral Cataluña-España se tiene que sentar en una mesa para ver cómo recuperamos el estatut de 2006”, -¿lo hará ahora?-.

Ponerse -con 84 diputados- en manos de nueve coaliciones que agrupan veintidós partidos -cada uno de su padre y de su madre-, más el PSC, que parece más enemigo que sucursal catalana, muchas veces, no creo que vaya a hacer fácil lidiar una faena que permita una mínima estabilidad política a un presidente que un día antes no era ni siquiera diputado. Sobre todo si empiezan algunos a decir ¿qué hay de lo mío? y lo que a unos les viene bien choca con los intereses de otros. De momento, el independentismo ha dado el primer sobresalto ante el nombramiento de Josep Borrell como ministro de Exteriores, al que el fugado Carlos Picodelmonte acusa de “fomentar la escalada del odio” después de su discurso constitucionalista y en defensa de la Unidad de España al final de la manifestación organizada por la Sociedad Civil Catalana en Octubre pasado. Mientras el nuevo presidente de la Generalidad pide que aclare su posición ante el derecho a decidir de los catalanes y el líder de Podemos le adelantó que “si no estamos en el gobierno nos encontrará en la oposición”, y no va a estar.

Lo más probable en el corto plazo es que tal diferencia de intereses pueda pasarle una costosa factura al PSOE, si no acaba del todo con él. Claro que estamos en España, donde la lógica y el sentido común no tienen mucha cabida. El problema es que esas tortas más que previsibles entre los socios del hemicirco, no nos salpiquen al resto de españoles, como acaba pasando siempre que gobierna la izquierda.

Cierto es que, contra todo pronóstico y con escasas excepciones previsibles y sobradamente conocidas, como la cordobesa Carmen Calvo, el recién llegado por “asalto” a la Moncloa ha sorprendido a propios y extraños con la mayoría de sus nombramientos, todos mucho más acreditados que él en el plano profesional, lo que demuestra que no debe estar mal asesorado o que escondía una faceta directiva desconocida. El tiempo dirá el alcance de este equipo que puede tener los días -o los meses- contados o, tras el paso dado el martes por Mariano Rajoy -y si Aznar se queda en su “posición actual” y no enreda más de lo que ya lo hizo-, ser el inicio de la ansiada recuperación del bipartidismo y un torpedo en la línea de flotación de los “regeneradores” partidos emergentes, que ya vimos que sólo sirvieron para que algunos “regenerasen” bolsillos y patrimonios y demostrar un nivel político de aficionados.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

Artículo anterior De moción de censura a “poción” envenenada.-

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