El presiente del País Vasco, Iñigo Urkullu, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en la Moncloa. Archivo
El presidente del Gobierno de España y sus ministros pueden estar contentos. Hoy gracias al apoyo del nacionalismo vasco, gracias al PNV, han conseguido unos presupuestos para este año, 2018, en mayo pero han conseguido los presupuestos, y la relativa certeza de que van a poder acabar la legislatura. Un mayo en el que, por cierto, se ha producido un nuevo, renuevo, anuncio de disolución de ETA.
Los nacionalismos vasco y canario, más los regionalismos de Unión del Pueblo Navarro y Foro Asturias han posibilitado dicha aprobación. También han contado con el apoyo de Ciudadanos.
Ha resultado curioso ver que este Gobierno concita apoyos de lo más variados: PNV y UPN apoyando conjuntamente al mismo gobierno, mientras que sus objetivos a nivel regional son meridianamente distintos. Uno luchando por lo que llama su país y otro luchando por la peculiaridad y singularidad de su tierra, fruto de ataques constantes del otro.
Se ha producido, por otro lado, una enorme paradoja. PNV apoyando al Partido Popular (PP) y pidiendo, casi a la misma hora, una nación vasca que tenga unas relaciones de igual a igual con la nación española y el acercamiento de los presos de ETA que, recordemos, también lo hizo junto a la presidenta navarra, nacionalista vasca, Uxue Bakos, en declaración conjunta, ante el renuevo comunicado de disolución de la banda terrorista.
En esta nación vasca se incluiría, claro está, a Navarra. Judas se dice que vendió a su Señor por 30 monedas y Jacob compró la primogenitura de su hermano Esaú por un plato de lentejas. El gobierno ya tiene sus 30 monedas en forma de presupuestos, ¿habrá vendido un plato de lentejas llamado Navarra? o ¿será con la aplicación de la Transitoria Cuarta de la Constitución española que permite la incorporación de Navarra a Euskadi?
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