Desde la llegada de la democracia a España, hace ya más de 40 años, el nacionalismo vasco ha sabido sobrevivir utilizando el idioma como elemento identitario, como elemento aglutinador, hasta el punto de inventarse un idioma, el llamado “euskera batua».
Su llegada al gobierno navarro -Navarra, es la «joya de la corona» de su imperio- les ha posibilitado querer imponer dicho idioma, el batua, a todos los estamentos de la sociedad.
Tal es el intento de imposición, que empiezan a hacerse frecuentes las sentencias judiciales que van tumbando sus intentos por “euskaldunizar”. Los jueces lo tienen claro, un 10% de vascoparlantes, no pueden ir contra de un 90% que no lo son y un 100% de castellanoparlantes.
La manifestación convocada para el día 2 de junio por la sociedad civil y apoyada, entre otros, por los partidos que forman la oposición al gobierno nacionalista vasco de Navarra, es la respuesta a la política identitaria y de imposición de un Gobierno que hace de su bandera, un idioma.
La llamada “normalización lingüística”, que el nacionalismo vasco pretende imponer, es y ha sido la excusa para su política identitaria. Dicha normalización ha pretendido que un idioma, muy poco empleado, esté presente en toda una sociedad con la excusa de que las mínimas personas que lo hablan tengan el derecho, por encima de los demás, a que se les hable en su idioma.
Olvida el nacionalismo que, pese a sus esfuerzos, hay otro idioma común, conocido por todos, y que es, pese a sus políticas de imposición, el que sigue siendo utilizado. Dicho idioma es el español y/o castellano.
Y esto el nacionalismo lo sabe y no hay visos de que la situación vaya a cambiar.