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España está muy enferma. Definitivamente… y con una curación complicada

Los que me conocen un poco saben de la importancia que para mí tiene la Educación -repito mucho, con mayúscula- y que muchas veces he dicho y escrito que la principal causa de la situación actual de España -no exclusiva de aquí, pero sí la que más me importa, como español- está en el radical cambio que ha experimentado esa importante parcela desde que tras la Transición tomó las riendas del Gobierno ese partido al que bauticé hace algún tiempo como el Partido Siempre Opuesto a España aprovechando sus siglas que en su mayor parte perdieron el significado original, sobre todo la última.

Y también me habrán oído o leído muchas veces, que la Educación se tiene que iniciar y recibir siempre y fundamentalmente en casa, y completarla después con el conocimiento en colegios, centros de Formación Profesional -si existieran- o Universidad -convertida ahora en expendedora de títulos en su mayoría poco valorados por el mercado, salvo honrosas excepciones-.

Decía Pitágoras, unos quinientos años antes de Cristo -“anteayer”-, “Educad al niño y no será necesario castigar al hombre”, algo que desde que lo leí se me quedó grabado y lo utilizo siempre que se habla en mi presencia de la Educación con mayúscula y de su evidente deterioro actual.

En esa misma línea de la importancia de la Educación para un país, en una entrevista que le hizo en 2013 Fernando Sánchez Dragó, Antonio Escohotado decía que “Un país no es pobre ni rico porque tenga petróleo, es rico porque tiene educación. La riqueza es conocimiento que permite el respeto ilimitado por los demás”.

Pero nada más lejos de estas dos afirmaciones indiscutibles que la realidad española, que muestra una situación que ha venido deteriorándose poco a poco -la lluvia fina cala más imperceptiblemente que el chaparrón repentino-, pero sin pausa durante los últimos cuarenta años, aunque la semilla estaba puesta un poco antes en la Universidad, cuna de “formación de “formadores” que habían de llevar a cabo la posterior tarea. No había más que ir regándola con el “agua” de la permisividad, la indiferencia o el “diálogo” para sordos que no querían oír -por citar sólo algunos de los ingredientes-, para que en esos años fueran fortaleciéndose unas raíces -ocultas para el que no quisiera ver como se iban “levantando las baldosas”- que no podían sino germinar en lo que en esta última década se ha hecho evidente, una proporción, entonces insospechada, de personas adoctrinadas en la mentira histórica para los que se ha fabricado una “verdad impostada” en instituciones, partidos políticos y, lo peor, libros de texto, que transmiten un mensaje ya asimilado en esa primera fase por muchos de los encargados de transmitirlo, padres y profesores, “instruidos” en ese adoctrinamiento en el que la enseñanza se ha convertido -o se está convirtiendo- en algunas regiones, cada día más en número, y deficiente en cuanto al fomento del esfuerzo y el mérito en todas y especialmente en lo que a la enseñanza pública respecta, esa a la que todos tenemos “derecho”, pocas veces acompañado de la responsabilidad que debería suponer recibir tan importante y generoso “regalo” que muchos parecen olvidar que pagamos todos y que no se trata de una dádiva por ser español o inmigrante gratis total.

Pero vamos a lo que ha acrecentado esta “enfermedad”, ya crónica, que afecta a nuestra España desde aquel triste “Café para todos” del Profesor Clavero con que se inició el insostenible y casi ingobernable sistema de las autonomías y hablemos brevemente del agravante sobrevenido de este cáncer central que -con sus diecinueve más dos metástasis- amenaza en llevar a nuestro país en pocos años a una situación irreversible.

Escribía en Marzo de 2011 un artículo que no publiqué porque no había debutado todavía en ese campo y quedó en una larga reflexión en Facebook, que titulé “ZP no sale de la nada” y me preguntaba  “¿de dónde sale ZP?”. Decía que era “la consecuencia de un sistema de degradación moral, educativa y de valores éticos fundamentales que presidían el comportamiento de las últimas generaciones hasta los primeros 80’s -quizás hasta el 75-, porque, a partir de ahí, empieza a florecer lo que muchos llamamos ‘el complejo de la derecha’, traducido en una inacción que hemos dejado que se extienda entre nosotros como una mancha de aceite que, poco a poco, lo va impregnando todo”.  Un todo, añado ahora, que ha cedido tanto a las partes, que éstas acabaron fagocitándolo en muchas cosas y, especialmente, en algunas regiones, cambiando el concepto de democracia, que pasó de ser el teórico gobierno de las mayorías a convertirse en la práctica en el de minorías dominantes salidas de esta degeneración moral citada y unidas postelectoralmente -en un auténtico fraude al ciudadano-, apoyadas por una masa aborregada, empobrecida cultural y moralmente, que no se siente representada en buena parte y cede al populismo oportunista.

ZP (1960), “formado” académicamente ya en el “Vale Todo” y producto prototipo del sectarismo  y resentimiento –Ley de Memoria Histórica– que esa nueva izquierda revive muy por encima de lo que pudieran haberlo hecho sus predecesores, es sin duda el acelerador de esta degradación y, desde su bajo nivel cultural y nula experiencia profesional, que iba a ser destituido como secretario general del PSOE castellanoleonés a la vuelta del Congreso de su partido del año 2000 -tras catorce años de “culiparlante” mudo- aquella noche de los “cuchillos largos” del contubernio anti Bono, acabó convirtiéndose en el número uno del partido y llega de forma “explosiva” en 2004 con su proyecto de “Ingeniería Social”, no se sabe muy bien si propio -sería concederle demasiado nivel a un “indigente intelectual”- o, más bien, adoptado e impuesto por esa “batuta” internacional que está en la sombra con el objetivo evidente de acabar con las raíces cristianas de Occidente. Así, impone la políticas de igualar por abajo –Ministerio de “igual da”-, modificando la LOGSE, ya bastante deficiente, con la LOE, aún peor –Educación para la Ciudadanía– empezando  con su proyecto de deconstrucción del país (destruir para construir un país nuevo, distinto en sus concepciones e ideología) y acabar con los fundamentos más elementales. Empieza por atacar al individuo –Ley de violencia de género– , la familia –ley de matrimonio homosexual-, pilares básicos de la sociedad, y a cargarse los principios y valores de comportamiento, respeto, libertad de expresión (si no es lo que ellos dicen), etc., es decir, atacando a la Educación y a la Conciencia. Un programa de manual en la izquierda, encaminado a la división en aras de la posterior ruptura y así empezamos a escuchar conceptos como “nación es un concepto discutido y discutible”, terroristas como “hombres de paz”, que “un embrión (humano) es un ser vivo pero no un ser humano”, que” la relación hombre-mujer se presenta necesariamente conflictiva”, que el “buenismo debe ser norma de prioritaria comportamiento”, en una especie de pensamiento “Alicia en el país de las Maravillas” eliminando términos de expresión normales para sustituirlos por otros ambiguos -niños por infancia, padre y madre por progenitor A y progenitor B, parados por demandantes de empleo, hombres en sentido genérico por humanidad, etc.). Es decir  implantando un relativismo liberador de conciencias, como táctica diabólica para convertir malo en bueno y viceversa. Todo según convenga, en un alarde de “conceder deseos”, y como una cosa es el deseo y otra tener derecho, se empieza a suplantar la moral por el derecho, porque el derecho es fuerza. Y en eso sigue, como asesor ahora del bolivariano Maduro, en cuyas fuentes bebe.

Decía Buda que “Para enseñar a otros, primero debes hacer tú algo muy duro: has de enderezarte a ti mismo” y eso es lo que parece que ha faltado a partir de 2011 y que muchos de los votantes del Partido Popular esperábamos, un “enderezamiento” de todas esas políticas destructivas, derogando o modificando leyes que, aparentemente, no hubiera costado mucho eliminar o cambiar desde una  mayoría absoluta  que ningún político ha tenido en los últimos cuarenta años-la más generalizada en todas las administraciones, central, regional, provincial y local-, algo de lo que ya he escrito bastante y no voy a insistir

Decía Julián Marías que “España está entre nosotros”, así que ahora sólo falta que seamos capaces de demostrarlo y para ello, desear que los pequeños atisbos de esperanza que ha dejado el  francés Emmanuel Macron en Córcega: «Estoy dispuesto a reconocer la singularidad de Córcega en la Constitución… «, dijo, pero no “la cooficialidad de la lengua, la exclusión de los no residentes de la compra de propiedades, o la amnistía para presos condenados por actos de terrorismo” o las llamadas de atención respecto a la inmigración del Primer Ministro checo o de Hungría, signifiquen un hilo de esperanza en la recuperación del sentido común que tanta falta hace en política, aunque no fácil en nuestra España en la que sigue el disparate, en el lenguaje -“portavoza”-, en la educación -“manuales de auto placer para niños” en colegios y ayuntamientos- y en costumbres –“matrimonio sológamo” para completar el ya aberrante, homosexual-. Spain is different, decía Manuel Fraga y el tratamiento parece que va a tener que ser “agresivo”, me temo.

Para terminar, reproduzco el último párrafo de ese artículo inédito que citaba antes y considero que sigue vigente: “Si los españoles no lo remediamos pronto, por la vía electoral o con una REBELIÓN CÍVICA -que en mi opinión sería más efectiva- que ponga a los políticos en su sitio y les recuerde que su poder emana del PUEBLO SOBERANO -hoy parecen haberlo olvidado absolutamente-, el futuro que nos espera es desalentador con unas leyes tan intervencionistas como las aprobadas por el ejecutivo socialista de ZP -las ya citadas o las que pueden llegar, como la de Cuidados Paliativos (eutanasia encubierta)-, todo ello en ese intento de cambiar la moral por el derecho”, que en su mayoría -añado ahora- han sido incomprensiblemente mantenidas por el PP.

Antonio de la Torre, licenciado en Geología, técnico y directivo de empresa. Analista de opinión

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