Se dice que “de un buen hijo es ser agradecido”. Felipe VI, es lo que parece que ayer, en la tradicional Pascua militar, quiso mostrar el agradecimiento al Rey emérito de España, su padre, Juan Carlos I.
Hay que recordar que hace poco tiempo en la conmemoración del 40 aniversario de la Constitución, el emérito Juan Carlos I, no “fue invitado” con la consiguiente polémica.
Felipe VI ha mostrado estos últimos meses la madurez que se requiere de una Monarquía. Una Monarquía que, en los últimos momentos del reinado de su padre, estaba en franca decadencia y que con el desarrollo de los acontecimientos, en estos últimos años y, sobre todo, desde el “affaire” catalán, se ha convertido en una de las instituciones más respetadas de este país.
España es una Monarquía parlamentaria. Así lo dice su Constitución. Una Constitución que establece que el Monarca es el Jefe del Estado, Jefe del Estado Mayor de los ejércitos y “sancionador” de las leyes, hasta el punto de que ninguna ley puede entrar en vigor mientras no sea “sancionada”, firmada, por el Rey.
Un poder lo suficientemente importante como para que el Monarca tenga el prestigio que se requiere. Los retos futuros son importantes: corrupción, independentismo, república, crisis de valores, etc… No vale cualquier rey.