Cuando hay mayorías políticas lo lógico es gobernar sin tener miedo al rechazo. Sin embargo, para quien ejercita la oposición, supone un varapalo constante saber que sus propuestas no van a ser escuchadas.
De ahí el sentido de las declaraciones de la oposición en el ayuntamiento de la capital navarra, Pamplona, al nombrar el rodillo para describir cómo las propuestas que se presentan son rechazadas, una y otra vez.
La política tiene esas iniquidades. Pueden presentarse propuestas interesantes para la población y ser rechazadas, simplemente, porque las presenta el contrario.
Todos los partidos, sin excepción han practicado alguna vez el rodillo frente a sus adversarios. Por lo visto, es algo ya innato en la clase política. No importa la bondad de la propuesta presentada, el caso es rechazarla porque la ha presentado el adversario.
Hace ya mucho tiempo que la defensa, sin ambages, de la ciudadanía dio paso a la defensa del partido al que uno representa. El sentido del voto que, en cualquier votación indican los portavoces, ha dejado de lado, el llamado voto en conciencia, por el que cualquier representante sólo vota sí o no en función de lo que se le indique. Las ideas hoy ya no cuentan. Se prefiere sacrificar una idea a perder el poder.
