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Recetas «geeks» para los fanáticos de Star Wars y Assassin’s Creed

Recetas «geeks» para los fanáticos de Star Wars y Assassin’s Creed

Madrid, 6 dic EFE).- El cocinero francés Thibaud Villanova creó el concepto «gastronogeek» para aunar sus dos pasiones, la ciencia ficción y la gastronomía, y bajo esa inspiración publica ahora dos recetarios basados en sendas producciones de culto: la saga cinematográfica Star Wars y la factoría «Assassin’s Creed».
Con la idea de «tender puentes entre la gastronomía y la cultura pop», Villanova presenta «Assassin’s Creed. El códice culinario» y «Star Wars a la carta», ambos editados por Hachette Héroes tanto para «geeks» amantes de estas emblemáticas ficciones como para quienes quieran acercarse a ellas a través de la cocina.
Aunque unir estas epopeyas con los fogones «no es una tarea sencilla», el autor considera que existen «pocas cosas tan naturales, evidentes y cotidianas como la relación entre cocina y la mitología Star Wars», «el tótem de la cosmogonía geek».
En el caso de «La guerra de las galaxias», las 40 recetas se inspiran en escenas emblemáticas de las películas y en los lugares visitados por los héroes galácticos y cuentan para elaborarlas con su propia banda sonora, una selección de Villanova de las composiciones de John Williams, que ha musicado todas las entregas desde «Star Wars Episodio IV: Una nueva esperanza».
Las elaboraciones, clasificadas en nivel Padawan (principiantes) y Jedi (más duchos en los fogones), arrancan en Tattoine, el planeta inhóspito del borde Exterior donde nacieron dos generaciones de Skywalker, con la mítica leche azul.
En Bespin, donde Leia Organa confiesa a Han Solo sus sentimientos, no podía faltar un suflé nube inspirado en su Ciudad de las Nubes, y en Naboo, conocido por ser escenario de grandes conflictos intergalácticos, propone degustar un doo del lago Paonga.
En Coruscant, cuna del Imperio, se inspira para sus alitas de pollo imperiales o el zumo jedi; en Kamino, donde se creó el ejército de clones al servicio de la República, su ración cereal, y en Kashiyyyk, el hogar de los feroces wookiees, los pastelillos Chewie en honor de su habitante más popular, Chewbacca.
Recrea Mustafar, donde se produjo el célebre duelo entre Anakin Skywalker y Obi-Wan Kenobi, y su volcánica atmósfera en un potaje ardiente y en un postre de lava roja, y Jakku, en cuyos cielos el Imperio se enfrentó por última vez a las fuerzas rebeldes, con unas tapas variadas del bar de Ergel.
Además, los huevos takodana con lonchas de carne seca de Gornt evocan el plantea donde Rey halla el sable láser perdido de Luke Skywalker. Propuestas para que «la fuerza acompañe» a todos los cocinillas galácticos.
En «Assassin’s Creed. El Códice culinario», Villanova propone diez menús completos con los que sumergirse en las aventuras vividas por sus héroes en un «homenaje culinario» a la Hermandad de los Asesinos protagonista de vídeojuegos, libros y hasta una película.
Con ellos como acompañantes viaja a la Alejandría de los últimos faraones, la Florencia renacentista o la China de la dinastía Ming y rescata detalles sobre alimentos autóctonos y ritos culinarios.
Así que son los asesinos más emblemáticos de la Hermandad los que arman su recetario, comenzando por el egipcio Bayek, de cuya tierra recupera platos como las torcaces rellenas de arroz con especias, y continuando por Altaïr, que le sirve para proponer recetas sirias como el «mutabal» (crema de berenjenas) o los dulces «halvas» de pistacho y granada.
Con el italiano Ezio Auditore comparte un aperitivo de alcachofas, con el bostoniano Ratonhnhaké:Ton una sopa de la Hacienda Davenport, con la orleanniana Aveline de Grandpré «gumbo» y «jambalaya» y con el galés Edward Kenway recorre el Caribe a través de unos plátanos llameantes.
Con el traidor Shay Cormac hace un doble recorrido: con el ragú de ternera apela a sus orígenes irlandeses y con el roscón de Reyes a un episodio crucial en su trayectoria, cuando provocó el terremoto de Lisboa.
Arno Víctor Dorian le inspira un «bavaroise», con los gemelos británicos Jacob y Evie Frye recorre los «pubs» de los bajos fondos para tomas pintas de cerveza y «fish&chips» y también dedica un capítulo a otros hermanos asesinos menos conocidos que le permiten plantear platos de Rusia, China y el Caribe.

Pilar Salas

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