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A un mes del 21-D

Vivimos un tiempo donde resulta difícil hacer análisis rigurosos y con un mínimo de seriedad. Los acontecimientos caminan a tal velocidad que una reflexión que en un momento dado vale, a los dos días, incluso a las dos horas, deja de serlo.

Quizás la culpa la tenga lo que apuntaba Zygmund Bauman con su teoría de la “sociedad líquida”. Esa liquidez que lo impregna todo se hace más evidente en la praxis política. Uno nunca está seguro que la línea marcada por un partido, o por un político pueda mantenerse a lo largo del tiempo. Esa liquidez hace muy complicado todo, especialmente las predicciones.

En tiempos de la denostada generación del 78 se sabía que cuando Santiago Carrillo decía blanco, uno tenía la seguridad de que esa decisión se mantenía. Hoy lo blanco se puede convertir con rapidez en gris, e incluso negro en un espacio breve de tiempo.

Estas reflexiones se pueden aplicar especialmente al denominado conflicto catalán, que poco o nada tiene que ver con el ya pasado conflicto vasco. Cuando uno mira hacia atrás en éste se daba cuenta de que los cambios se iban produciendo poco a poco, con lo que daban la posibilidad de realizar  análisis con profundidad.

En el caso catalán en apenas 50 días desde el ya famoso 1-O, se han producido multitud de acontecimientos, cada uno de ellos susceptible de denominarse “histórico”, con lo que este término acaba perdiendo validez, devaluándose.

Mientras, la mayoría de la población, de allí y de aquí, observa perpleja, triste y cabreada que su insensatez comienza a afectarles. Por encima de los grandes temas que inundan los medios de comunicación, lo que realmente molesta a ese ciudadano de a pié es que todo este sainete le comienza a afectar en las “cosas de comer”.

Así Catalunya se encuentran al borde de la recesión, con cientos de empresas (más de 2.500 hasta hoy) abandonando el barco, de momento sólo a través de cambios de sus sedes sociales, pero muy pronto comenzaremos a ver si esto no se arregla que también su estructura empresarial, afectando a los puestos de trabajo.

Un empleo que ya se está resintiendo, con los Presupuestos Generales del Estado sin aprobar, lo que supone que el rebaje en los impuestos prevista,  o la subida pactada del salario de los funcionarios no se van a aplicar.

La bajada en la previsión de nuestro crecimiento económico, va a suponer también una disminución en las previsiones de empleo y si esto dura mucho habrá consecuencias aún mayores. Estos son lo que algunos denominan “daños colaterales” de los que casi nadie habla.

Pero hay otros damnificados. El PSOE y su marca catalana el PSC también han sufrido los efectos de posiciones equidistantes en tiempo de radicalismos. Podemos acusa igualmente su ambigüedad con una caída importante en sus apoyos en el resto del Estado. Toda la izquierda se ha visto afectada.

El emplazamiento que diferentes alcaldes y dirigentes del PSC, liderados por Nuria Parlon alcaldesa de Santa Coloma, hicieron a su dirección para que se posicionara en contra del 155, abrió una nueva crisis en su seno.

La nuevo miembro de la EF Nuria Marín aprobó en su Ayuntamiento, Hospitalet, una moción solicitando la libertad de los miembros de Gobern. Por último la decisión de “los Comunes” de romper su pacto en Barcelona deja una nueva víctima en el seno de la izquierda.

Plantean que la aplicación del artículo 155 de la Constitución supone una quiebra democrática sin precedentes, además empeora aún más la situación política y lo que es peor, social, además de no solucionar el conflicto.

Que esto se haga con la colaboración del PSOE le sitúa fuera de posiciones de diálogo y negociación, que pudieran conducir a abrir un proceso constituyente para adaptar nuestra máxima norma a los tiempos actuales, incluso a elaborar un nuevo Estatut en la misma dirección.

Ahora nos encontramos de nuevo en la casilla de salida, conscientes de que estas semanas no han servido para resolver el problema. No ha existido esa directriz básica del psicoanálisis lacaniano de “escuchar, mirar al otro”.

Hace unos días en unas jornadas celebradas en el Condestable de Pamplona, en la que diferentes alcaldes mostraban sus experiencias en el camino de la reconciliación y la convivencia aquí, el de Rentería señaló que para resolver los conflictos era necesario ponerse de acuerdo con el enemigo, porque con el amigo no hace falta. En este está faltando entender y aplicar esta norma básica.

Entramos ahora en una dinámica electoralista que no va a ayudar, porque la táctica se va a imponer a la estrategia. Sólo vale conseguir el mejor resultado electoral, para una orilla y la otra, sin buscar planes a largo plazo que sirvan para dar cabida a las demandas de cientos de miles de ciudadanos catalanes, 750.000 según la guardia urbana, que nuevamente se han echado a la calle. O los más de dos millones que participaron el 1-O, o los tres y medio que se quedaron en casa.

Sólo cabe esperar que ese halo de sensatez que ha aportado el TS con la Mesa del Parlament, se pueda extender a los miembros del Gobern y al menos podamos tener una campaña electoral con un mínimo de tranquilidad.

Sensatez que se debiera extender también al mundo separatista. Las últimas barbaridades que vienen desde allí, los comentarios desafortunados de Marta Rovira, Puigdemont y Nuria Gispert, o las vilezas vertidas sobre el fallecimiento del Fiscal General Maza, indican que el poco juicio que les quedaba lo están perdiendo.

Pero una pregunta planea como un pájaro negro de cara a ese 21-D: ¿se repetirá el mismo escenario de ahora?, incluso si se le diera la vuelta, ¿eso realmente servirá para algo? ¿Si los no independentistas consiguen la mayoría, es posible un nuevo Gobern con Inés Arrimadas apoyada por PSC y Comunes-Podemos? No parece probable, con lo cual; ¿qué hacer entonces?

Pues construir puentes que sirvan de vía de comunicación entre ambas orillas, como fuimos capaces de hacer en Euskadi en circunstancias más difíciles.

Así como en tiempos desde aquí mirábamos hacia allí para aprender, ahora toca hacer justo al revés. En el denominado conflicto vasco hubo gentes que dedicaron esfuerzo, incomprensión, tiempo y sufrimiento, en construir esos puentes a veces dinamitados, pero perseveraron y sirvieron. ¿Por qué en Catalunya no? ¿Quizás el lehendakari Urkullu pueda ser un elemento valioso en ese empeño?

Queda un mes para el 21-D pero lo realmente crucial vendrá después. ¿Estarán nuestros políticos de aquí y de allí a la altura que demanda este momento histórico?

Veremos……….

José Luis Úriz Iglesias, ex parlamentario y concejal del PSN-PSOE

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