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La intervención rusa en Cataluña

La intervención rusa en Cataluña

Menudean estos días las noticias sobre la intervención que fuentes rusas habrían tenido en el desarrollo de los acontecimientos en Cataluña durante los últimos meses. Esa intervención se habría concretado de dos maneras distintas: por un lado, medios de comunicación rusos, como RT News y Sputnik, habrían hecho de altavoz de la propaganda del separatismo catalán, mientras que hackers rusos no identificados (aunque en este contexto la palabra hacker no es del todo correcta) habrían contribuido a viralizar noticias y fotografías falsas, siempre en favor del separatismo.

Esta intromisión constituye, sin ninguna duda, un auténtico escándalo. Pero no por la intervención rusa en sí, sino por el hecho de que esa intervención sea posible. Que haya países extranjeros que traten de influir en nuestros asuntos es el pan nuestro de cada día en el campo de las relaciones internacionales. Lo preocupante es que esos intentos de influencia puedan tener éxito.

Vayamos por partes. Todos los países tienen el derecho de defender e impulsar sus intereses nacionales por todas las vías a su alcance. Y eso incluye las labores de inteligencia y de propaganda. Por supuesto que Rusia trata de influir en el rumbo de los acontecimientos dentro de la Unión Europea, desestabilizándola. Lo raro sería que no lo hiciera, teniendo en cuenta que en estos momentos la Unión Europea está aplicando sanciones a Rusia que los rusos, por supuesto, consideran injustas. Nada más natural que el que Rusia intente alimentar las tensiones internas en la UE, como medio de debilitar a quien en estos momentos es un adversario. Rusia intervino en la campaña del Brexit, lo hizo también en las elecciones francesas y ahora lo ha vuelto a repetir con el tema de Cataluña. Podemos considerarlo una agresión, porque lo es. Pero lo que no podemos es extrañarnos. Rusia defiende sus intereses, como todo el mundo.

Lo verdaderamente escandaloso, como digo, no es que esa intervención se produzca, sino que pueda llegar a ser efectiva. Si la propaganda separatista ha tenido eco internacional, no es porque RT News o Sputnik se hayan hecho eco de ella; eso puede contribuir, pero hay muchos otros medios internacionales, empezando por el New York Times, que también se han hecho eco de esa propaganda. Y las razones son dos: en primer lugar, que el gobierno español ha consentido que el separatismo catalán dedique ingentes cantidades de dinero a hacer lobby ante políticos y medios extranjeros. Y en segundo lugar, que el gobierno español no ha dedicado ningún esfuerzo serio a contrarrestar esa propaganda. Resulta inadmisible que el gobierno no haya organizado un plantel bien nutrido de personas dedicadas a la contrainformación sobre el separatismo. Por ejemplo, ha tenido que ser un partido extraparlamentario, Vox, el que hiciera un vídeo viral para contrarrestar el vídeo viral de Help Catalonia elaborado por los separatistas.

En cuanto al otro aspecto de la cuestión, el de los hackers que se dedican a viralizar información falsa, por ejemplo con fotografías manipuladas sobre las cargas policiales del 1 de octubre, estamos en las mismas. Lo escandaloso no es que haya gente difundiendo mentiras, sino que esa gente no tenga enfrente ningún esfuerzo organizado de desmontaje de esas mentiras.

Desde el 1 de octubre, hemos sido los propios usuarios de las redes sociales los que nos hemos dedicado a rebatir la información falsa difundida por los separatistas y sus aliados cibernéticos. También los community managers de las Fuerzas de Seguridad del Estado han hecho esfuerzos en ese sentido. Las labores individuales son muy meritorias, pero ante ataques organizados, hay que responder con esfuerzos organizados y de nuevo el gobierno español no ha estado a la altura. Lo escandaloso no es que hackers rusos viralicen noticias falsas; lo escandaloso es que puedan hacerlo, gracias a la pasividad del gobierno. España debería disponer, de nuevo, de algún tipo de centro organizado de contrapropaganda en las redes, dispuesto a desmontar cada mentira que el separatismo ponga en circulación.

¿Cuál es el problema de fondo? Pues el de siempre: el separatismo está en ‘guerra’ con España, pero el gobierno español no se considera en ‘guerra’ con el separatismo. Al contrario: nuestra clase política no se recata de lanzar mensajes todos los días, para dejar claro lo encantada que estaría de seguir pactando y mercadeando con el separatismo. Así que mal puedes organizar un esfuerzo de guerra propagandística, cuando tú mismo no te consideras en guerra.

De hecho, es ese «no considerarse en guerra con el separatismo» lo que nos ha llevado a esta situación: es el propio gobierno español el que ha estado financiando con ingentes cantidades de dinero al separatismo, que luego dedica ese dinero a financiar, entre otras cosas, la guerra informativa contra España.

Mientras no tengamos un gobierno y una clase política que sean conscientes de que estamos en ‘guerra’ con el separatismo, y actúe en consecuencia, no tendremos manera de ganar la contienda. Aunque, por poner una nota de optimismo, quizá las cosas estén empezando a cambiar poco a poco. Porque el hecho es que cada día más españoles son conscientes de las agresiones y de que esta ‘guerra’ solo puede acabar con la rendición incondicional de uno de los dos bandos. Y no están dispuestos a que el bando que capitule sea España. Por una vez, nos gustaría que ganaran los buenos. Y si la clase política no lo entiende, tendrá que asumir (de hecho, ya está asumiendo) el correspondiente desgaste electoral.

Luis del Pino, Director de Sin Complejos en esRadio, autor de Los enigmas del 11-M y 11-M Golpe de régimen, entre otros. Analista de Libertad Digital

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