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Una exposición sigue la huella del arte sumerio en el arte moderno y contemporáneo

La estrecha y poco estudiada relación entre el arte de la Baja Mesopotamia y los artistas del siglo XX es el hilo conductor de la exposición «Sumer y el paradigma moderno», que se puede ver en la Fundació Joan Miró hasta el 21 de enero del año próximo.

Con esta muestra abre la temporada de exposiciones temporales la Fundació Miró, que tiene por costumbre trabajar «a partir de una idea relacionada con Miró, que nos lleva a otros terrenos del arte contemporáneo», según ha dicho hoy la directora de la fundación, Rosa Maria Malet.

La exposición reúne cerca de 200 piezas, entre documentación, muestras arqueológicas mesopotámicas significativas y obras modernas de entre finales de los años veinte y principios de los sesenta, de artistas como Willem de Kooning, Alberto Giacometti, Henry Moore, Le Corbusier y, por supuesto, Miró.

El comisario de la exposición, Pedro Azara, ha explicado que el origen de la muestra es una investigación del arquitecto Marc Marín, que reparó en las fotografías de esculturas sumerias que había enganchadas en las paredes del estudio de Miró en Palma de Mallorca.

A partir de este descubrimiento, Marín ha escrito un texto sobre la influencia del arte sumerio en Miró, que se incluye en el catálogo de la exposición.

Pedro Azara ha ampliado esta conexión «sorprendente y poco conocida» y ha buscado otros artistas que también se vieron fuertemente impactados por las piezas que los arqueólogos descubrieron en el sur de Irak en los años veinte del siglo pasado.

La exposición va precedida de una sala introductoria donde se reúnen revistas, carteles de exposiciones, catálogos y fotografías que demuestran el impacto social que tuvieron los descubrimientos arqueológicos.

En esta sala se encuentra la edición original de «Asesinato en Mesopotamia», de Agatha Christie, que contribuyó a dar a conocer los descubrimientos en los que había participado su segundo marido, reconocido arqueólogo.

El siguiente espacio expositivo muestra la relación entre mitos mesopotámicos, como la Torre de Babel o el Poema de Gilgamesh, y la obra de artistas como Willi Baumeister o Le Corbusier.

La tercera sección se centra en la escritura cuneiforme de la cultura sumeria, que influyó en artistas como Henri Michaux y Batlle Planas, que se fijaron en esta grafía para componer una escritura personal, que pretendía reflejar, sin ninguna mediación, la esencia de las cosas.

Según Azara, «muchos artistas vieron en el arte mesopotámico un nuevo primitivismo, en un momento en el que la influencia del arte africano parecía agotada».

El recorrido continúa con una muestra de la relación entre los sellos cilíndricos mesopotámicos, que al rodar sobre un material blando imprimían la misma escena tantas veces como fuera necesario, con la obra de artistas como David Smith.

La influencia de la cultura mesopotámica en Miró se puede apreciar en la siguiente sala, donde también hay obras de Henry Moore y Alberto Giacometti, junto a estatuas votivas de orantes, efigies de divinidades femeninas y estatuas del rey neosumerio Gudea.

Cabe destacar la presencia en la exposición de importantes esculturas sumerias procedentes del Museo del Louvre y el British Museum, como la Cabeza de Gudea o un orante de piedra del 2.500 a.C., entre otros.

Cierra la exposición una proyección del artista belga Francis Alÿs realizada en 2016 sobre la situación de los yacimientos arqueológicos en el sur de Irak, una zona castigada por las guerras, la destrucción y los expolios. EFE

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